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Stephen Curry, el jugador híper sensible

Existe una modalidad de teatro que ha cobrado valor en los últimos tiempos que lleva el nombre de Teatro Ciego. Se trata de una representación escénica que se caracteriza por un espacio completamente oscurecido, y es precisamente esa técnica carente de luz la que genera en el espectador malestar en un comienzo y luego una percepción sensorial diferente, única: un modo de comprender el entorno sin imagen valiéndose de otros sentidos tales como el oído, el olfato, el gusto o el tacto.

El ejercicio frecuente provoca toda clase de despertares. Ante la negación de uno de los sentidos, aumenta la percepción de los restantes. Todo pasa por la atención, la concentración, el esmero por comprender el entorno con las herramientas que se tengan a mano.

Stephen Curry se ríe con un ayudante de los Golden State Warriors. Pide un balón y su rostro cambia de manera estrepitosa. Lo hace rebotar sobre el parquet con su mano derecha. Falta casi una hora para que comience otro show de su equipo y su rutina de calentamiento está en marcha. Pide otro balón y lo hace rebotar ahora con mano izquierda. Los ojos del mundo se confunden con la velocidad y ralentizan el movimiento combinado. Es hipnotismo en estado puro, es el mentalista engañando al ojo de la cámara. Es absurdo decirlo, pero lo que hace rebotar ya no son pelotas, son estelas que se abrazan, una a otra, en el cambio de manos. Es ese movimiento cruzado lo que seduce: una noche de lujuria entre dos amantes veinteañeros que se besan y se separan, desconocidos que se sumergen en la noche. El ritmo es certero, y casi sin darnos cuenta, nos entregamos al sonido sin poder ver los ojos de Curry, que dibujan ahora un estrabismo pasajero que enseña que su mente está en otro lugar. Curry está en trance. Curry podría hacer esto una noche entera con un frenetismo diabólico. Curry ya no necesita ver nada más de aquí hasta el final del partido. El teatro ciego da comienzo a una nueva función.

¿Qué es lo que hace diferente a este jugador de todos los que hemos visto? Precisamente, su híper sensibilidad para vestir el juego. Curry sabe exactamente qué va a pasar en cada lugar del estadio sin necesidad de observar. Tiene el registro interno que en algún momento tuvieron las leyendas de este deporte. Físicamente no es alto, no es fuerte, pero es increíblemente rápido y no se cansa. Tiene la particularidad de ser una máquina-humano: el trance al que se somete hace que corra todo el tiempo, que llegue entero a partidos que son físicamente imposibles para el resto de los competidores.

Volvamos al registro interno: Curry sabe exactamente dónde está parado en todos los momentos del juego. O hacia dónde debe moverse. No hay un paso que haga sin un objetivo preciso y correcto: desmarcarse y recibir, salir de las cortinas en el ángulo exacto, permitir que un compañero ejecute mejor, defender con claridad. Volviendo al teatro, es el lanzador de cuchillos que utiliza una venda en los ojos y se divierte haciendo transpirar a la asistente atada a la pared. "Sólo piensas con los ojos. Es fácil engañarte", le dice el Sr. Miyagi a Daniel San en Karate Kid.

La híper sensibilidad de Curry se abraza a una situación que es paradójica y extraña: se trata del primer jugador con Alzheimer deportivo que existió en la faz de la tierra. Veamos: en el básquetbol, fallar un lanzamiento genera un efecto residual inmediato en el tirador, lo mismo que convertirlo. Es un deporte que muchas veces se explica con la jugada siguiente: si hay un tiro convertido, el base buscará a ese jugador que está "caliente", casi como una obviedad, para que siga encestando. Se aprovecha la mejor opción que presenta el juego. Curry no se ve afectado por esta situación conceptual. Curry se olvida rápido de los errores, tan rápido que es capaz de errar un tiro en una jugada y convertir en las tres siguientes sin esbozar un atisbo de duda. Porque también se equivoca, tengámoslo claro. Lo importante, lo paranormal de este jugador, es que nada parece afectarlo. Esa falta de sentimiento lo convierte en un asesino despiadado del básquetbol. El eterno resplandor de una mente sin recuerdos.

Podríamos analizar sus números durante horas, como así también lo que produce una estructura sin grietas como los Warriors. No es casualidad que no exista equipo en la historia con tantos partidos ganados en forma consecutiva. Lo que interesa abordar aquí es el básquetbol de concepto y el aspecto psciológico: en un equipo de jóvenes superdotados, Curry pasó de ser un francotirador estelar a un jugador completo capaz de todo, porque esa híper sensibilidad, esa ubicuidad que le permite estar en todos lados al mismo tiempo, lo ha hecho crecer en apartados que a priori lucen absurdos para un francotirador de su naturaleza: asiste, rebotea, ordena, controla. Es un líder con una mente impermeable. Sus manos son las más rápidas del lejano oeste: puede disparar, pero también cortar el cable de una bomba sin pensar ni esgrimir una gota de sudor. No hace falta ver, si se puede sentir: oído, tacto, olfato, gusto. Alguna vez hablamos de jugadores híbridos, multiposición, como pueden ser LeBron James, Carmelo Anthony o Kevin Durant, cuyos físicos y su ductilidad explican la tendencia por sí sola. Lo fantástico de Curry es que se ha convertido en un jugador de la misma naturaleza con un físico absurdo para la NBA, es un puzzle de propia construcción, hecho con talento pero también con metodología al trabajo, lo que le permitió exprimir sus fortalezas a límites insospechados.

Nos entregamos a Curry, y a los Warriors, como espectadores de una obra maravillosa que se está construyendo. El jugador con Alzheimer deportivo, el chamán en trance con la camiseta número 30, desarrolla sus artes sin necesidad de observar lo que pasa alrededor. Al igual que Neo en Matrix, podría hacer todo lo que hace vendado, porque su cuerpo obedece a las órdenes de un mandato superior, como si algún titiretero divino lo estuviese moviendo hasta la eternidad sin dañar sus músculos, para enseñarle a otra deidad que la perfección es posible. Algún día, mientras Curry esboza sus artes, se apagarán las luces del estadio. Algún día viviremos la ferocidad del Teatro Ciego en primera persona. Y entonces primero sentiremos malestar, pero luego una percepción sensorial diferente se apoderará de nosotros: será el sonido de la red lo que nos contagie, nos enseñe y nos permita comprender.

Con los ojos abiertos, con los ojos cerrados, sabremos que Curry está sobre las tablas. Y pediremos, de pie, que nunca termine la función.