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Los Clippers deben tener mano dura contra Blake Griffin

LOS ÁNGELES - Como no podía ser de otra forma, la conducta del jugador de Los Angeles Clippers, Blake Griffin, está bajo investigación según explicó la franquicia a través de un comunicado de prensa orquestado por el propietario, Steve Ballmer, y el coach, Doc Rivers.

En el mismo se confirmaron dos puntos. Por un lado, que el pívot sufre una fractura oblicua en el cuarto metacarpio de la mano derecha que le mantendrá apartado de las duelas de cuatro a seis semanas (requirió intervención quirúrgica). Por el otro, que la razón de la lesión es fruto de un puñetazo. La franquicia, con ayuda de la NBA, está recabando toda la información para actuar en consecuencia. Según la explicaron, se llevará a cabo "una acción apropiada" cuando eso suceda.

Sea por la razón que fuere, a Griffin se le fue la mano en el altercado contra un miembro de la expedición de los Clippers. En ese momento perdió la razón de cualquier disputa que originara la actuación. El cinco veces All Star se ensañó en Toronto contra el empleado, primero dentro de un restaurante repleto y después fuera del mismo, según indican los reportes. El ensañamiento fue mayúsculo y los dos fueron enviados a Los Ángeles tras el incidente.

El acto de Griffin es una de las mayores necedades que se han vivido en la NBA. El pívot de 26 años de edad ha perdido todo el crédito que tenía como ejemplo a seguir. En todo este asunto, es imposible encontrar por ningún lado al Griffin reflexivo que afirmó haber pasado todo el verano leyendo libros para dar un salto de calidad en el ámbito intelectual.

Vergüenza. Por la agresión, por la irresponsabilidad de entrar en un juego de manos en el que nunca debió formar parte como figura pública que es, por el desprecio a la institución por la que lleva cobrados más de 75.2 millones de dólares en siete años y en la que tiene atada una cifra mayor a los 41.5 millones de dólares para el año que viene y el siguiente. Y por encima de todo, por la falta de respeto a sus compañeros y al coach.

Se encontraba en la fase final de su recuperación por una lesión en el cuádriceps que le llevó a perderse los últimos 14 partidos de su equipo (11-3). Su regreso estaba previsto para alguno de los dos partidos que le restan al conjunto angelino en la actual gira en la carretera (ante Indiana Pacers este martes o frente a Atlanta Hawks el miércoles). Ahora se perdería el Juego de las Estrellas y podría estar alejado de las duelas alrededor de 17 juegos de temporada regular. La bobada le dejaría fuera en encuentros clave ante rivales como Chicago Bulls, Golden State Warriors, San Antonio Spurs y Oklahoma City Thunder entre otros. Desde luego, el intentar ser un macho alfa le ha costado caro.

Pero eso podría quedar en nada dependiendo del tipo de acción que lleve a cabo la franquicia y la NBA contra él. La suspensión parece improbable pero debería ser una opción si la NBA ve indicios suficientes en las investigaciones.

No los hubo, según la policía, en noviembre de 2014 cuando quedó abrumado por los flashes de las cámaras en una discoteca de Las Vegas y se vio involucrado en otro altercado. Quién sabe si de haber recibido algún toque de atención en aquel entonces se hubiera pensado dos veces llegar a los puños en esta ocasión.

Los Clippers y la NBA tendrían muchas agallas si son capaces de suspender el contrato de Griffin y la decisión levantaría muchas ampollas. Sin embargo, ¿qué le pasaría a cualquier ciudadano de a pie si protagoniza un hecho similar con algún compañero de trabajo? No me queda ninguna duda de que estaría de patitas en la calle. Si se mide por el mismo rasero a una estrella de la NBA que a cualquier persona, la consecuencia de la acción de Griffin sería la suspensión de empleo y sueldo. Obviamente, ni a la franquicia ni a la liga les interesa esa opción.

Los puñetazos de Griffin requieren mano dura en la contestación sin que exista miedo por parte de la liga y los Clippers a sufrir fractura alguna ni a tener que pasar por quirófano para arreglar el desaguisado. Es necesario un golpe institucional a base de coherencia, un puño de argumentación con la ley en la mano, una golpiza de palabra y obra que le quiten las ganas a Griffin de volver a agredir físicamente a nadie. Solo así se sentarán las bases para que este tipo de acciones no vuelvan a repetirse.

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