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El futuro de los Rockets brillaría más sin Dwight Howard

Se puede perder una serie de playoffs. Más aún contra Golden State Warriors, con o sin Stephen Curry. Cómo no se va a entender caer contra los vigentes campeones y ante uno de los equipos favoritos para repetir el título. Hasta Houston Rockets tienen licencia para sucumbir 4-1 frente a semejante torbellino. Ya lo hicieron durante la temporada pasada, ante el mismo rival y con idéntico balance de victorias y derrotas. Hubo una diferencia: salieron eliminados en las finales de conferencia.

Resulta incomprensible, aunque explicable, la manera en la que fueron apeados de la presente postemporada. Rozaron el absurdo durante una serie débil y carente de las agallas suficientes para al menos proyector algo de gozo y disfrute por el básquetbol. Incluso su clasificación in extremis a los playoffs dejó mucho que desear tras gestar el peor récord de los últimos cuatro años (41-41). La conclusión de la campaña de los texanos es que no lograron cumplir con las expectativas originales.

El proyecto se tambaleó como se suelen resquebrajar los cimientos de cúpulas de mármol y finas bases de arcilla mojada. El preámbulo del fracaso se consumó cuando el propietario Les Alexander y el gerente general, Daryl Morey, tomaron la decisión de despedir a Kevin McHale tras haberse disputado 11 juegos de la temporada regular (sólo logró cuatro victorias). Este tipo de decisiones confirman la indecisión de las directivas y evidencian una absoluta falta de compromiso, aunque ellos piensen lo contrario. Aunque no estaban convencidos de la labor de McHale previamente, esperaron al comienzo de la campaña para tomar acción en lugar de seguir sus instintos durante el verano. Craso error que pone de relieve la incompetencia de unos gestores guiados por todo menos por la lógica deportiva.

A Dwight Howard la situación le resultó familiar. Ya vivió un hecho parecido cuando Mike Brown fue invitado a marcharse de Los Angeles Lakers en 2013, tras un comienzo de 1-4. Y posteriormente con un Mike D'Antoni incapaz de hacerle feliz en la pintura junto a Pau Gasol. Lo de Stan Van Gundy en Orlando Magic ya fue un tema demasiado personal que incluyó desplantes en público.

El pívot no ha cumplido con las expectativas en la NBA porque su mentalidad no es la adecuada. Se le suelen achacar adjetivos del tipo débil, egoísta e inmaduro. Todos son ciertos, incluso se podría añadir que el mínimo esfuerzo es su filosofía y con 30 años de edad, aquel potencial de número uno del draft en 2004 ha quedado en absolutamente nada. Esta temporada tocó fondo con tan solo 13.7 PPJ y 11.8 RPJ, unas cifras muy alejadas de su mejor época en el Magic (22.9 PPJ y 14.1 RPJ). Quiso tener más la pelota pero no se ganó la confianza de Harden. Un portento físico como él debería haber marcado una era en la NBA, sin embargo será recordado por haber sido uno de los mayores fiascos de los últimos años.

Su carácter chocó con Kobe Bryant, no se soportaron y Howard se marchó a los Rockets. Ahora la falta de química con James Harden ha sido evidente. La falta de conexión salió a la luz este año, cuando las cosas se torcieron en los Rockets, en cambio, el año pasado, con el mismo coach que echaron a comienzos de temporada y con básicamente las mismas piezas, la cosa fue bien distinta con 56 triunfos. Jugaron la mejor temporada regular desde los tiempos de Hakeem Olajuwon y el título de 1994, lograron más victorias incluso que las del campeonato de 1995 (47). Harden fue capaz de sobreponerse a las lesiones de sus compañeros gracias a un potencial ofensivo abrumador: durante la temporada pasada llegó a sumar dos juegos de la regular con 50 o más puntos y nueve con 40 o más. Aunque este año también absorbió toda la capacidad ofensiva de los suyos, su contribución no fue tan espectacular y su nombre no sonó con fuerza para el Jugador Más Valioso.

Las distracciones han sido varias durante la temporada y Harden no ha sido capaz de asumir el liderazgo de una manera total. Su soledad en esas labores tampoco le ayudaron lo más mínimo después de que el propio Howard no haya cumplido con las expectativas, con un Trevor Ariza menos atrevido y un Patrick Beberly inconsistente, sobre todo en la postemporada.

La eliminación ante los Warriors era algo previsible, la facilidad con la que lo lograron sin Curry es lo preocupante para los Rockets. Golden State ganó porque su peso ofensivo se reparte entre un Klay Thompson que sin el base en la ecuación logró un balance del 54.9 por ciento en tiros de campo. Gracias a un Draymond Green versátil y acertado y a un Lance Stephenson que está supliendo a Curry con buena nota. No obstante, por encima de todo, fue la falta de química lo que les sepultó (también la excesiva conexión de los Warriors), una defensa burda e insípida y una extrema dependencia ofensiva en Harden.

Los Rockets dijeron adiós a las primeras de cambio porque les tocó bailar con la más fea. Sus carencias durante el año salieron más a flote en los cinco partidos de la serie y la única esperanza de su fanaticada es saber qué ocurrirá en el futuro.

Una de las incógnitas reside en Howard, quien pasará a ser agente libre si así lo desea este verano (todo indica que así será). El jugador tiene la opción de decidir si continua o no por 23.3 millones de dólares (gran parte de la culpa de su comodidad en la liga y falta de entrega tiene que ver con la fortuna que ha ido amasando). Otra oración entre signos de interrogación es con quién contarán en el banquillo para dirigir al equipo. Por lo pronto, el más deseado del momento, Luke Walton, tiene permiso para hablar con los Rockets, algo que también hará con los Lakers. En cuanto a los jugadores más notables de la plantilla, a Harden y a Ariza les quedan dos temporadas en el plantel, mientras que a Beberly, les restan tres años.

El propietario, Alexander, y al gerente general Morey se enfrentan a varias semanas de arduo trabajo para configurar junto a su equipo el futuro de los texanos, quienes probablemente necesiten una renovación que pase por la salida a Howard. Ahí empezaría todo.