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De la ilusión al ocaso: El Miami Heat está lejos de lo que solía ser

El amanecer del 18 de enero del 2017 no podría haber sido más distinto para el Miami Heat que cualquier primer mes de esta década. Una franquicia acostumbrada a ganar títulos y llegar a los playoffs se veía sumida aquel día en la miseria con una marca de 12-30, mucho más cerca de la primera selección del Draft que de la postemporada. Ni siquiera una sorprendente victoria en casa sobre los Houston Rockets la noche anterior podía hacerle olvidar al Sur de la Florida que las épocas de gloria ya son cosa del pasado sin que nadie sepa exactamente cuándo, o si es que, regresarán.

Consideremos que hace apenas exactamente un año, el Heat comenzaba el 2016 en el tercer lugar de la Conferencia Este y un quinteto titular compuesto por Goran Dragic, Dwyane Wade, Luol Deng, Chris Bosh y Hassan Whiteside. Varios estaban convencidos de que LeBron James iba a tener que afrontar su escenario menos deseado y verse las caras con ellos en las Finales del Este.

¿Qué pasó entonces para que un equipo con tanto potencial y experiencia se convierta en el segundo peor de la NBA en tan poco tiempo? Lo que sucedió fue un efecto dominó que nadie pudo haber visto venir.

LA HISTORIA QUE TERMINÓ

El primer mazazo fue la recurrencia de los coágulos de sangre de Chris Bosh justo antes del Juego de las Estrellas en febrero. Él no ha vuelto a jugar desde ese entonces a pesar de haber intentado convencer a medio mundo sin éxito de que su vida no correría peligro si lo hace, y su contrato por cinco temporadas y 119 millones de dólares está por salirse del tope salarial de Miami en febrero de este año si él no vuelve a la actividad durante el próximo mes al cumplirse el primer aniversario de su inactividad extendida.

Quizás si él hubiese estado saludable, Miami vencía a los Toronto Raptors en el séptimo juego de la segunda ronda de los playoffs, Wade y Pat Riley no se hubiesen distanciado generando la partida del máximo ídolo de la historia de la franquicia a su Chicago natal, y tanto Luol Deng como Joe Johnson no se iban a los Los Ángeles Lakers y el Utah Jazz respectivamente cinco meses después.

Lo que quedaba tras esa debacle eran apenas las ruinas y el recuerdo de un trío memorable que supo fascinar al mundo entero entre el 2010 y 2014 junto a la obra de arte incompleta de un equipo que alegraba a todo el Sur de la Florida en el 2016. De aquel quinteto titular de la temporada pasada solo quedan Dragic y Whiteside, quienes pasaron de ser el tercer y cuarto mejor jugador del equipo respectivamente a contar con una responsabilidad que les queda grande de ser líderes y figuras rodeados por Luke Babbitt, Rodney McGruder y Dion Waiters.

Para colmo, Justise Winslow solo disputó 18 partidos y se ve marginado hasta la campaña que viene por lesión, lo que significa que todo el desarrollo positivo de su año anterior como novato quedó frenado, especialmente la mejoría hasta ahora inexistente de su tiro con salto. Además, Josh Richardson tampoco parece poder mantenerse entero con 28 juegos en su haber.

Ahora en vez de Wade está Waiters, cuyos 13 puntos por partido no se comparan con los 19 que su predecesor promedió en la temporada regular pasada o los 21,4 a los que elevó su juego en los playoffs.

Dragic es el que está promediando 19 puntos por encuentro y cuenta con su número de asistencias más elevado desde que él estaba en Phoenix en el 2013, pero sus esfuerzos no se traducen en victorias y además su promedio de efectividad en tiros de campo es su más bajo desde el 2010 mientras intenta más tiros que nunca antes en su carrera. El peso de tener que ser distribuidor y anotador a la misma vez claramente lo afecta, aunque ni su esfuerzo individual ni el del equipo colectivamente se cuestiona.

Ellos han vencido a equipos top como los Rockets y los Grizzlies, también perdido por cuatro puntos contra los San Antonio Spurs en Texas y les iban ganando con cinco minutos por jugar en Miami, mientras que cuando visitaron a los Warriors en California llegaron a contar con una ventaja de 10 puntos en la primera mitad con el mejor equipo de la liga como oponente.

Miami no es Filadelfia, no existe ningún plan preestablecido a largo plazo de perder ahora para ganar después. Pat Riley odia perder y su franquicia es víctima de circunstancias desafortunadas.

RAZONES PARA NO PERDER LA ESPERANZA

Las dos luces de esperanza este año son Whiteside y Tyler Johnson, cuyos contratos combinados reflejan un valor de 148 millones de dólares por nueve años.

Los dos podrían ser canjeados si Riley así lo desea, pero Johnson cuenta con el lujo de vetar esa hipotética decisión gracias a los derechos con los que cuenta por haber sido retenido como agente libre restringido después de que el Heat decidió igualar la oferta que le hicieron los Brooklyn Nets por cuatro temporadas y 50 millones de dólares.

Whiteside es un jugador inconsistente que parece jugar al nivel que lo motive el rival. Primero lo ves ofrecer un esfuerzo loable en la derrota contra los Warriors con 26 puntos y 20 rebotes y luego te deja boquiabierto pensando cómo puede ser que él esté undécimo en la votación por ingresar al Juego de las Estrellas con 14 puntos y 15 rebotes ante los Rockets seis días después, pero luego ves la cantidad anémica de victorias de su equipo y su falta de concentración metiéndose en problemas con las faltas contra rivales de menor calibre.

Así te das cuenta que él encaja mejor en un plantel que no lo obligue a ser el foco ofensivo o el que arrastre al equipo a la tierra prometida, ya que él podrá liderar a la NBA en rebotes pero no a sus compañeros a los playoffs. Al menos no por ahora.

Johnson, por su parte, dijo que él desea emular a Manu Ginóbili y eso es exactamente lo que él debería hacer como sexto hombre versátil para el Heat. Su rol está impecable tal y como es al ser un creador energético con capacidad para encestar triples.

Su cantidad de puntos por partido se ha elevado de 8,4 a 14,0 junto a sus minutos en cancha (de 24 a 31, el único suplente con más de 30 en su haber).

En este momento la realidad indica que el Heat está varado en el medio del mar. Si quieren ser optimistas, su bote de rescate podría llegar en el Draft en la forma de Markelle Fultz o Lonzo Ball como su próximo Tim Hardaway, o quizás Malik Monk se convierte en el nuevo Wade mientras Whiteside, Winslow, Richardson y Johnson dan un salto de calidad.

Quizás en el ínterin Pat Riley agarra su varita de mago y ejecuta un canje cataclísmico o seduce a un agente libre de peso a mudarse a Miami.

Mientras tanto, a remar se ha dicho.