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Gonzalo Aguirregomezcorta | ESPN Digital 7y

La República independiente de Gregg Popovich

A Gregg Popovich tan solo hay que ponerle un micrófono delante y algo de contexto deportivo y social para que dé rienda suelta a una retórica interpretada por la mayoría como lúcida y consecuente. Se trata sin duda del coach de la NBA menos acomplejado en sus reflexiones. Ejecuta sus ideas con una verborrea que prioriza más en el fondo que en la forma. Ha enrojecido a periodistas y tirado de las orejas a propietarios de franquicias y ejecutivos, y siempre suele defender a los jugadores, por muy rivales que sean. 'Pop' es un justiciero y sus armas son la palabra y su gesto rudo.

Con eso le vale para desacreditar incluso al nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Su elocuencia durante el fin de semana, la de 'Pop', no nos equivoquemos, estuvo acompañada por perlas del tipo: "No podemos creer nada de lo que dice", "debería hablar con los grupos a los que les faltó el respeto maliciosamente", "es preocupante", "de alguien en su posición espero que al menos tenga la madurez y el nivel psicológico y emocional de una persona de su edad" o "es peligroso".

Con buen tono, claro y con una proyección que salpica desde a votantes de Trump y seguidores de su equipo, a detractores del nuevo mandatario, hasta a esferas internacionales. Poco le importa. Todo lo que dice Popovich trasciende por ser quién es, porque se ha ganado el respeto durante 20 años de cordura, mejor o peor ejecutada, pero de cordura al fin y al cabo, porque posee unas tablas que le han llevado a convertirse en el seleccionador del Team USA. El entrenador habla como individuo, pero también como representante directo de una de las extensiones más cruciales que ha tenido EEUU en su historia: el deporte.

La Guerra Fría se hizo candente en competiciones internacionales. La política, la justicia social y los ideales siempre han tenido un espacio reservado en el corazón de los atletas y preparadores, y por ende de sus seguidores. Por eso, la fragmentación entre la moral del mundo del deporte y la de un mandatario, su oficina y sus seguidores es preocupante, más incluso que la rivalidad entre naciones, porque esta división es la división de la casa, del hogar, de un pueblo que comparte un interés común. Ya se vivió durante los años 60 con la cuestión racial del Black Power en los Juegos Olímpicos de México 1968.

La polarización de dos maneras de entender la vida chocaron frontalmente como dos trenes que usan la misma vía. La contradicción de representar a un país injusto con la población afroamericana fue notoria cuando aquellos que le negaban la decencia a ese núcleo de la ciudadanía celebraban sus éxitos como propios. Ahora Popovich se encuentra en una situación parecida: está obligado a ser la imagen del Team USA en el exterior, ese Team USA que representa a un país comandado por un individuo cuya visión es diametralmente opuesta a la suya.

La división vuelve a ser manifiesta en EEUU casi 50 años después del Black Power que también llevó a renegar a deportistas de sus 'obligaciones' para representar al país. Encabezados por Muhammad Ali y los olímpicos Tommie Smith y John Carlos, muchos alzaron la voz en aquel momento jugándose sus carreras. La implicación en la actualidad es distinta porque Trump ha sido capaz de enfrentarse a tantos colectivos que los frentes que tiene abiertos son demasiado amplios, como se demostró en las protestas llevadas a cabo a lo largo y ancho de EEUU durante el fin de semana. 'Pop' representa a todos esos grupos como ciudadano, figura pública e inevitablemente como seleccionador del Team USA.

Su manera de desmarcarse de las políticas y las formas de Trump es a través de sus revelaciones sin pelos en la lengua. Así deja clara su postura, a través de una declaración de independencia sobria. 'Pop' dirige la minúscula pero exitosa república independiente del Team USA sin que su puesto sea visto como una amenaza de conflicto de intereses con los Spurs. Ya en San Antonio, su concepto de coherencia social siempre se tradujo en acciones: apoyó a Sebastien de la Cruz, el chico hispano de 11 años de edad al que criticaron por cantar el himno de EEUU durante las Finales de la NBA de 2013; los Spurs cuentan con una amplia gama de jugadores internacionales en lo que es un guiño a la diversidad; bajo su mandato, Becky Hammon se convirtió en la primera mujer asistente de la historia de la NBA, en este es un alegato a favor de la equidad en una NBA dominada por el género masculino; su apoyo público a la comunidad LGBT...

Y todo ello con cinco campeonatos bajo su brazo y tras crear una cultura percibida como ejemplar en el mundo entero. Su república funciona y la idea de representar a otro EEUU diferente al que propone Trump es una realidad tangible e inevitable. Popovich se desmarca y poco le importa lo que piensen los demás, otra cosa es cómo le siente a Trump tal acumulación de personalidades que le dan la espalda, incluida la de un entrenador que seguirá ensalzando a su nación por encima de las demás.

En eso tienen algo en común.

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