Yugoslavia ganó y festejó el título

Yugoslavia venció a la selección argentina por 84-77 en tiempo suplementario y se consagró campeón en el Mundial de Indiánapolis

INDIANAPOLIS -- Dejan Bodiroga y otro fuera de serie, el alero de los Sacramento Kings Predrag Stojakovic, rompieron la banca en una de las mejores finales mundialistas de la historia y retuvieron el oro conquistado hace cuatro años en Atenas por Yugoslavia frente a una Argentina imperial liderada por un Fabrizio Oberto de otra galaxia. Estos tres hombres, y detrás de ellos dos selecciones extraordinarias, pugnaron por el primer escalón del baloncesto mundial en un encuentro inolvidable al que ni siquiera faltó una agria polémica arbitral en el último segundo del cuarto final y, producto de ella, la prórroga que decidió el triunfo europeo.

La lesión de Manu Ginobili planeaba como un fantasma sobre el ánimo del cuadro suramericano. Su maltrecho tobillo significaba una importante merma en las posibilidades de alcanzar el oro. El nuevo jugador de los San Antonio Spurs presenció los dos primeros cuartos sentado en el banquillo y, pese a eso, Argentina no sólo mantuvo el tipo, sino que plantó cara en todos los terrenos a la poderosa selección europea. Es más, los ocho primeros minutos que argentinos y yugoslavos disputaron en la pista del Conseco Fieldhouse regalaron la vista de los 15.000 espectadores congregados en el precioso pabellón de los Indiana Pacers.

Ese tramo inicial del choque ofreció un baloncesto precioso, inteligente, desbordante de calidad, prácticamente sin errores. Los fundamentos individuales y colectivos del juego manaban a borbotones de las menos de los dos mejores equipos del mundo, condición que, sin duda alguna, han merecido y demostrado a lo largo de todo el campeonato y que será suya durante los próximos cuatro años.

Los dos primeros verdugos de los profesionales estadounidenses, un privilegio que también ha alcanzado España, apostaron por lo único que saben hacer, jugar al baloncesto, al buen baloncesto, un juego intenso, emocionante, exigente y plástico como pocos que las selecciones de Svetislav Pesic y Rubén Magnano interpretaron con maestría. Estaba claro que los dos equipos iban a jugar al límite, que iban a necesitar nervios de acero para soportar la presión de un encuentro sumamente igualado donde muy difícilmente llegarían distancias amplias. El 10-6 que Argentina paseaba a los cinco minutos parecía incluso excesivo.

Ese madrugador despegue enseguida dejó pasó a nueve empates prácticamente consecutivos en los diez primeros minutos. Ginobili veía la partida en el banco, pero el conjunto suramericano afrontó el reto con un corazón enorme, gigante. La defensa le daba la vida y, al otro lado del campo, un juego de ataque valiente y repleto de exquisiteces, tan bueno o mejor que el yugoslavo, que después de veinte minutos (39-41) seguía sin lograr el control y la hegemonía que muchos esperaban en esta final, y eso que Argentina sumaba en ese instante un corto siete de catorce en tiros libres. Evidentemente, ninguno de los que confiaban en la supremacía 'plavi' vestían de albiceleste, aunque al final del tercer cuarto incluso los propios seguidores yugoslavos asistían al partido en silencio.

Argentina, que hasta los veintinueve minutos no pudo poner sobre la cancha a Ginobili; que cargaba con cuatro faltas personales sobre Luis Escola y Alejandro Montecchia; que peleaba ante un equipo sublime como Yugoslavia, arrancó el tercer cuarto con un parcial de 14-2 y puso la final patas arriba (53-43).

El espectáculo merecía la pena de verdad. Los hombres de Magnano querían el oro más que nadie, más incluso que el combinado 'plavi'. La consolidación de la ventaja suramericana iba descomponiendo la concentración de los europeos. Un triple de Juan 'Pepe' Sánchez a falta de 4:10 saltó las alarmas del equipo 'plavi'. Pesic pidió tiempo automáticamente. El marcador, en 69-61. La respuesta también inmediata: otro triple, éste de Predrag Stojakovic, y el partido, rendido a la memorable actuación de Fabrizio Oberto, entró en la recta final con Yugoslavia al borde del abismo.

Ocho puntos de distancia marcaban la diferencia a menos de dos minutos para la bocina (74-68). Los dígitos del crono caían con una lentitud eterna y los europeos empataron en un explosivo desenlace. Bodiroga, sensacional, anotó los siete puntos que forzaron la prórroga de forma consecutiva, aparte de robar un balón que, a falta de cinco segundos, pusieron el oro en manos de Vlade Divac.

Divac, sin embargo, falló los dos tiros libres producto de la personal que eliminó a Luis Scola. Restaban cinco segundos y el rebote, del inconmensurable Oberto, terminó en poder de Hugo Sconochini. El alero enfiló el aro como un obús y los árbitros, el griego Nikos Pitsilkas y el dominicano Reynaldo Mercedes, dejaron impune el sospechoso salto de Divac y Bodiroga sobre la bandeja del argentino en la que, de forma incuestionable, hubo contacto.

La protesta americana no varió la decisión y el oro eligió bando porque Stojakovic abrió la prórroga con un triple, Bodiroga -veintisiete puntos y seis rebotes- transformó dos lanzamientos de personal y Argentina perdió el tino. Un par de libres de Oberto -veintiocho y diez rechaces- fue toda la producción de Argentina en la prolongación. Bodiroga, Stojakovic -veintiséis y seis-, y una polémica jugada dejaron el oro en manos de sus dueños, los yugoslavos.

SINTESIS DEL PARTIDO

77 - Argentina: Sánchez (3), Sconochini (3), Noccioni (5), Wolkowiski (11), Oberto (28) -cinco inicial-, Scola (11), Palladino (10), Victoriano (-), Ginobili (-), Fernández (2) y Montecchia (4).
84 - Yugoslavia: Vujanic (7), Gurovic (3), Stojakovic (26), Divac (3), Koturovic (3) -cinco inicial-, Bodiroga (27), Jaric (9), Tomasevic (6) y Rakocevic (-), Arbitros: Pitsilkas (GRE) y Mercedes (DOM). Excluyeron por personales a Scola (m.40).


-DYN

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