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Rays vs. Cuba debe ayudar a unificar todos los cubanos

Los niños cubanos en el sur de la Florida crecen con miedo a una persona viva y palpitante. No era posible vivir en un hogar cubano y no tenerle miedo a Fidel Castro, cuyo nombre, por lo general, precedía o seguía de una serie de improperios. Te enseñan a odiar a Castro con todo tu ser.

Yo crecí en Hialeah, Florida, una comunidad de obreros cubanos exiliados. El suburbio industrial de Miami era tan sencillo que teníamos un dicho autoridiculizante para describirlo: "Hialeah. Agua, Fango y Factoría".

Recuerdo a los niños cubanos coreando abiertamente: "Arriba, abajo, Fidel para el carajo". Aunque ciertamente no es una vieja rima infantil ni la canción inglesa de los "Tres ratones ciegos", tampoco es lo que uno esperaría de un grupo de niños de primaria. Sin embargo, el cántico debería ayudar a explicar el odio sentido hacia Castro y su falso gobierno en Cuba.

Existen muchos cubanos que han adoptado una postura muy dura contra la Cuba de Castro. Respeto y comprendo a los ideólogos de línea dura. Crecí en un hogar lleno de ellos y me he rodeado de ellos toda mi vida.

Mi teoría es que el cambio no se da sin dolor. Los cubanos lo han sentido toda la vida, y muchos de ellos sienten que no pueden o deben soportarlo más. Mi familia no es la excepción. Incluso hay cierto conflicto entre familiares y amigos.

Mi padre sufrió un ataque al corazón en el 2003. Tuvieron que cerrarle la arteria carótida, provocándole una discapacidad física y limitación del habla. Puede escuchar, leer y comprender cualquier cosa que se le ponga o diga en frente de él. Sin embargo, en esencia, está atrapado en su propio cuerpo.

A pesar de ello, mi padre sigue siendo el típico padre cubano: orgulloso, ruidoso, que oculta en su alma una ira furiosa contra el régimen de Castro. Independientemente de sus limitaciones físicas, la mente intacta de mi padre sigue siendo fuerte y obstinada. Incluso antes de su enfermedad, llevaba las emociones a flor de piel. Nada ha cambiado. Observo ese mismo sentimiento cuando ve los rostros de Fidel Castro o su hermano, Raúl Castro, o sus nombres escritos. La apariencia contorsionada del rostro de mi padre revela su obvia desazón. Está borboteando ira.

Representa a una de las miles de personas que sufrieron todo tipo de atrocidades perpetradas contra los derechos humanos a manos del régimen comunista cubano. Al llegar a los Estados Unidos, los exilados cubanos, como mi padre, construyeron una nueva vida para ellos, trabajando incesantemente para crear una vida mejor para sus familias. Sacrificaron todo por tener la oportunidad de vivir en libertad. Para que sus hijos no tuvieran que sufrir en carne propia lo que ellos vivieron.

Muchos cubanos, como mi madre, aún tienen parientes en Cuba, quienes durante muchos años han carecido de productos y servicios de primera necesidad. Durante El Periodo Especial, que comenzó en 1989 durante la disolución de la Unión Soviética, mi madre recibió noticias de que sus familiares en Cuba apenas tenían agua y nada de alimentos, jabón o pasta de dientes. Sus cuerpos se estaban pudriendo.

Nunca olvidaré tener la edad suficiente como para comprender lo que estaba sucediendo y ver a mi madre casi derrumbarse, sollozando tras recibir la noticia. Mis padres salieron de la casa inmediatamente y gastaron cientos de dólares para comprar y mandar artículos de primera necesidad a Cuba. Esto fue, y continúa siendo, algo frecuente en mi vida: ver a mi madre gastar cada dólar disponible para ayudar a una gran cantidad de familiares que continúan en la isla.

Estos son familiares que nunca he conocido. Nos conocemos a través de cartas, fotografías e historias que han pasado de generación en generación en nuestras familias. Innumerables familias cubanas comparten esta realidad. ¿Cuánto tiempo deberán sufrir? ¿Hasta cuándo?

Aquí es donde entra en escena la Liga Mayor de Béisbol.

El martes, el presidente Barack Obama estará en la Habana para asistir a un juego de exhibición entre Rays de Tampa Bay y la selección nacional de Cuba. Será el primer presidente estadounidense en poner pie en Cuba en casi noventa años.

Por su parte, la Liga Mayor de Béisbol está trabajando con los gobiernos de los Estados Unidos y Cuba con el fin de crear una forma legal para que los beisbolistas cubanos jueguen en los Estados Unidos sin tener que huir de su país. Idealmente, esto eliminaría las historias de tráfico de personas protagonizadas por peloteros como Liván Hernández, Orlando 'El Duque' Hernández, Yasiel Puig y muchos otros.

Todo eso son noticias positivas y deberíamos celebrar, aunque una victoria para los peloteros cubanos, y posiblemente el pueblo cubano, también es percibido por muchos como un triunfo para el gobierno totalitarista.

No es fácil. Los exiliados cubanos han afrontado personalmente tantas injusticias a manos de Fidel y Raúl Castro, que se puede comprender el malestar de la gente, provocado por los esfuerzos que se realizan para ayudar a los hermanos.

Pero los deportes pueden ser el gran unificador. Ya sea Nelson Mandela, el primer presidente posterior al apartheid en Sudáfrica, quien aprovechó la Copa Mundial de rugby para ayudar a sanar a su país; el futbolista Didier Drogba suplicándole a dos facciones beligerantes en Costa de Marfil para ayudar al proceso de paz; o Jordan Farman usando un campamento de basquetbol en Israel para reunir a niños israelíes y palestinos... el deporte puede ayudar a cerrar brechas entre naciones y superar divisiones.

El juego de exhibición puede ser el impulso para que se produzcan los cambios. Para que este juego tenga ese tipo de impacto social, los gobiernos y las figuras políticas deberán usar la diplomacia para hacer frente a los numerosos y obvios retos que enfrenta la isla.

Es imprescindible que el comisionado Rob Manfred y la Liga Mayor de Béisbol alcancen un acuerdo con los dos gobiernos que permita a los beisbolistas cubanos trabajar en los Estados Unidos. De forma ideal, esto se extendería a todas las líneas de trabajo, para que otras personas de la isla puedan ganarse la vida en los Estados Unidos.

El siguiente y último llamamiento podría ser el más complicado de todos. Muchos de ustedes, al leer esto no comprenderán la magnitud de esta petición:

Para todos aquellos valientes exiliados, ustedes han allanado el camino para mí y miles de otras personas que nacerán en el país más grande del mundo. Su sangre, sudor y lágrimas no pasan inadvertidos para mí y mis contemporáneos. Pero les suplico que traten de superar una vida de dolor y desconfianza. Es hora de que la comunidad de exiliados cubanos dejen de jugar un juego dividido y que todos los cubanos jueguen en el mismo equipo. Resulta necesario para ayudar a aquellos que permanecen en la isla. Aquellos que no tienen voz. Nuestra gente.

¿Si no ahora, cuándo?

Jorge Sedano es coanfitrión del programa "Jorge & Izzy" con Israel Gutiérrez en ESPN Radio.