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El último lanzamiento del 'Rascacielos' Pedro Luis Lazo

Parecía que tuviera dudas sobre qué "lanzar" pero tras fugaces segundos aceptó el reto. "Sí, echa para acá", respondió a mi intrusión telefónica. Al arribar a su hogar, casi en la entrada de la ciudad de Pinar del Río, y después de un pequeño preámbulo, me confesó que hizo una concesión pues no le gustan las entrevistas...

-¿La razón?, pregunté.

Medio en broma medio en serio respondió: "Los periodistas en Cuba no publican todo lo que digo".

Duro y pegado fue ese lanzamiento, pero en plena zona de strike. No mentía. Luego bajó la velocidad, parecía slider, para rememorar cómo llegó a convertirse en el picher más ganador en las Series Nacionale con 257 victorias y que se mantuvo dentro de la selección nacional desde los Panamericanos de 1995 en Mar del Plata hasta el 2010.

"Ángel Forteza, que era entrenador de la Pre Eide -escuelas de iniciación deportiva-, pasó por la escuela y escogió un grupo de muchachos que quería jugar pelota y me sumé. Siempre hacen una pruebita, pero imagínate a un muchacho de ocho años no le puedes pedir mucho más que las condiciones físicas naturales. Aunque, de los que fuimos a la Pre Eide la mayoría llegó a series nacionales y un buen por ciento hizo el equipo Cuba.

-¿Transitaste por toda la pirámide deportiva en Cuba?

-No, porque en la Eide, de los cuatro años, solo estuve uno. Allí un entrenador decía que no tenía calidad y me botó. Era cuestión de criterio, pero en el año 1996, después de ganarle a Japón el juego decisivo en los Juegos Olímpicos de Atlanta (1996) -Estados Unidos-, todavía aquel entrenador afirmaba que yo no servía.

-¿Tuviste desavenencias con él?

-No... que yo sepa... Pero no era solo conmigo. También negaba la calidad de Yobal Dueñas, Yosvani Madera y otro grupito más. Para mí que había algo de racismo en su proceder.

-¿Siempre quisiste ser picher?

-No. Empecé jugando tercera y segunda. No era bueno al bate, pero fildeaba bastante bien. Un día jugábamos en la Eide y tiré dos innings. Los entrenadores me vieron y dijeron que me quedara como picher. Era en la categoría 13-14 años.

-¿El debut en la Serie Nacional (SN)?

-Debuté en la temporada 90-91, con 17 años. Aquello significó una alegría tremenda, aunque venía del Mundial juvenil y sabía que iba a estar entre los abridores del equipo Forestales, recuerda que era la escuela de Vegueros (el equipo fuerte de la región).

"Entonces había en Pinar muchos pichers de calidad: Omar Ajete, Faustino Corrales, Jesús Bosmenier y otros. El salto resultó bastante normal. Tenía poco que perder y mucho que ganar. Me acerqué más a los veteranos, aprendí de las experiencias de mis compañeros, de Casanova (Luis Giraldo), Linares (Omar), Madera (Lázaro), Fernando Hernández...

"Aunque el año del debut estaba ganando un juego como diez por cero en la primera entrada y ahí mismo exploté sin que me conectaran. O sea, a base por bola limpia. Me encabroné y le dije a Juan Castro, entonces mi mentor en Forestales, que no jugaba más. Fue con la cabeza caliente".

-¿Cómo lo superaste?

-Fui para la casa y al otro día fueron a buscarme. Me dijeron que si estaba loco, que cómo iba a abandonar. Accedí y en el siguiente partido lo hice mejor. Ese año gané uno y perdí como siete. La otra temporada vencí en siete y solo caí en cuatro o cinco oportunidades.

-Ese temperamento impulsivo ¿cuánto te ayudó o perjudicó?

-El atleta debe ser agresivo. Yo sentía que era el dueño del box, aunque lanzara mal. Salía a ganar. Le encimaba la bola a los bateadores, a veces adrede y otras se me iban. En la pelota debes sacar provecho hasta de lo más mínimo.

"A veces les iba arriba y decía cosas. Ninguna grosería: 'Tírale a la bola o voy a poncharte'; al que correteaba en bases le susurraba: 'Estás corriendo mucho... te la voy a tirar al tobillo'. Mentira, pero se la tiraba cerquita y el tipo se molestaba y lo sacaba de juego; y lo más importante, no robaba más. Gané juegos así. Esos son detalles que valen".

-¿De quién lo aprendiste?

-Solo. Aunque en Pinar estaba Juan Carlos Oliva, al cual vi lanzar poco, que era un experto sacando de las casillas a los peloteros. Con eso se nace, viene en el temperamento de cada uno.

-¿Lo veías cómo parte del partido o las disputas se extendían fuera del terreno?

-No, únicamente era en el juego. Después éramos amigos.

-¿Ese poquitín de picardía está en falta en Cuba?

-Sí. Hay lanzadores de calidad, pero no dan pelotazos. A veces hay que tirarlos. Lo digo porque en ocasiones nos decían en el equipo nacional: "A este tipo tienes que tumbarlo". Si lo hacías allí, entonces en la provincia también.

"Quien tire duro y pegado tiene 95 por ciento de ganar y cinco de perder. Esa es la mejor arma. Da lo mismo recta o curva, hace el mismo efecto. Tiras suavecito y pegado, para no darle al bateador, y este se asusta. Así que imagínate si viene a 95 millas".

-¿Quién o quiénes contribuyeron en tu desarrollo en ese período inicial en la SN?

-Román Suárez, además de entrenador de picheo fue director mío en Forestales, Julio Romero y Jesús Guerra, este último en la Academia quería que picheara como él y le dije que no. Entonces me dijo: "Si sacas outs pichea como te dé la gana". El exlanzador Rogelio García también trabajó conmigo.

-En los albores de tu carrera se comentaba que tu pensamiento táctico era limitado. ¿Coincides? ¿Te opones?

-No era así. Cuando empiezas lo que más haces es tirar al home. Recta, curva, lo que sea, pero esa es la esencia. Con el tiempo uno va desarrollando el pensamiento. La vida es así. El problema es que en dos strikes sin bolas te dan hit y te critican, pero si ponchas con recta al medio nadie habla.

-Infiero que gozabas disparando al medio en dos strikes sin bolas.

-Sí, al medio. Algunas veces me dieron batazos, pero muchísimas más metí poncha'o.

-No pocos mentores en Cuba indican desde la banca lo que tiene que lanzar el pitcher, ¿lo hacían contigo? ¿Es acertado?

-La mayoría de las veces lancé solo, hasta en el equipo nacional. No es que no te digan lo que tienes que hacer en determinada situación. Pero que desde el primer inning estén dando señas es incorrecto. ¿Cómo vas a pensar? Está pensando el entrenador. Así no hay quien desarrolle el pensamiento táctico.

-¿En qué basabas tu repertorio?

-Recta y slider.

-¿Utilizar distintos tipos de lanzamientos es el camino más expedito a la consagración?

-Tirar seis o siete es por gusto si no lo haces bien. El único en Cuba que domina cuatro o cinco es Jonder Martínez; el resto, no todos, manejan bien tres. Yo nada más empleaba la recta y el slider. Con eso dominé. Usé el tenedor y era bastante bueno, pero no era mi fuerte.

-¿Alguna vez tuviste dolor en el brazo?

-¡Jamás! El secreto es entrenar.

"Yo siempre entrenaba. Aun en vacaciones. Me tomaba tres o cuatro botellas de ron y al día siguiente, a las nueve de la mañana, estaba corriendo. ¡Iba a correr con la botella en el carro y el tabaco! ¡Pero corría! Si te gusta la bebida o el vacilón, entonces tienes que trabajar más".

-Entonces, ¿por qué el retiro de Series Nacionales con apenas 37 años?

-No había razón de seguir. Cumplí con Cuba, con Pinar del Río y hay que brindarles oportunidades a los jóvenes.

-En el último lustro daba la sensación de que estabas un peldaño superior al resto, ¿coincides?

-Puede ser que estuviera un poquito por encima. ¡No era mucho! Mi forma de lanzar, tan relajado, hacía suponer que las cosas eran sencillas y quizás por eso algunas personas pensaban que lo hacía sin interés. Aunque a veces había equipos que les ganaba tirando a 70 millas. Entonces me preguntaba: "¡Qué pelota es esta!". Mis compañeros decían que no estaba para jugar esta liga porque ganaba como me daba la gana. No decía nada, pero aclaro, esa no fue la causa de mi retiro.

-Hay dos paradas obligadas en tu carrera internacional: los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996...

-Lo más importante. Incluso más que el I Clásico. Prácticamente fue mi primer año en el equipo nacional y los primeros Olímpicos. Además, lanzar el juego final, casi de novato, eso es increíble. Es mi campeonato preferido.

-...Y Sydney, cuando abriste en el choque por el oro y al menos, pienso yo, que no te tocaba iniciarlo.

-Pensaba lo mismo... A veces los directores recuerdan frases. El Comandante -Fidel Castro-, antes de irnos, me puso la mano en el hombro y dijo: "Tú eres el pitcher de los americanos". Allá yo fui relevista y lancé casi todos los días. Parece que el mentor, Servio Borges, se acordó de aquellas palabras y dos horas antes del juego final me comunicó que era el abridor. Asumí y subí al box, pero me dieron dos líneas y me sacaron... y perdimos. Para mí yo no era el pitcher de ese juego. Creo que debió ser José Ibar. Pero bueno...

- Y ¿El I Clásico?

-Es uno de los sucesos más grandes de la historia de la nación. Fue una experiencia nueva el compartir con jugadores de Grandes Ligas. Sin embargo, lo que más me gustó fue que les dimos una galleta sin mano a muchos periodistas que decían que Cuba no... Había unos cuantos que no creían en nosotros.

"Siempre pensamos que podíamos. ¿Por qué no? Algunos los justifican a ellos, pero a los pocos días empezaron en las Grandes Ligas y estaban bien, así que no tuvimos ventajas. Estar juntos fue bonito. Nos trataron superbién, sobre todo los dominicanos, a pesar de que perdieron con nosotros".

-En Cuba se dice que los grandes ligas no sienten igual la camiseta.

-No, no, eso no es cierto. Todo el mundo siente la camiseta, si no, no te la pones. El que no quiso ir... no fue. Y no pasó nada.

- ¿Quedó algo por hacer en la pelota?

-No, nada. Lo hice todo.

-¿Serías pelotero si volvieras a nacer?

-Claro, pero mi deporte preferido es el baloncesto.

-¿Y por qué no lo jugaste?

-Porque era malo. Por eso no tengo más alternativa que responder que volvería a ser pelotero.

-Tienes dos hijas hembras. ¿Buscarás los varones para que continúen tu legado?

-No...no qué va. Esa es tarea de los yernos. Dicen que los nietos son más hijos que los propios hijos.

-Una duda, ¿preferías en la SN enfrentar algún equipo en particular?

-No. Cuando me tocaba, contra quien fuera, le ponía. No le echaba más ganas a Industriales, lo que pasó es que cada vez que chocábamos lo hacía bien. A Industriales, La Habana y Santiago eran los equipos que mejor les lanzaba. En el Latino sí me gustaba pichear.

-Ahí la gente se metía contigo.

-Eso es rico...

Y sonrió. Mientras, se levantó para alcanzar un tabaco, una de sus grandes aficiones, y bromeó con nuestro el chofer, que no desaprovechó la ocasión para casi exigir la constancia gráfica del encuentro con uno de los peloteros más carismáticos del béisbol cubano y que popularizó el "exótico" número 99.