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¿Por qué Ozzie Guillén no está siendo considerado para manager?

SI LA CARRERA DE OZZIE GUILLÉN hubiese seguido su progreso natural, hoy en día él estaría en uno de los 30 estadios de Grandes Ligas preparándose para un juego de béisbol. Los reportes de los cazatalentos estarían perfectamente acomodados encima de su escritorio esperando su llegada, y él los estudiaría y haría su alineación. Al llegar las 5 p.m., las responsabilidades de su trabajo lo llevarían al dugout para un breve encuentro con los medios, seguido de una práctica de bateo y la entonación del Himno Nacional antes del primer lanzamiento del juego.

Pero en el verano de 2016, esa rutina de trabajo diaria solo existe en un universo paralelo. El Ozzie Guillén en la vida real es parte fanático, parte personalidad de los medios, y observador desde las trincheras a tiempo completo.

En una reciente tarde soñolienta en Sioux Falls, Dakota del Sur, Guillén se sentó en las gradas para observar a su hijo Ozney jugar la antesala para los Canarios de Sioux Falls ante los Santos de St. Paul en la liga independiente llamada Asociación Americana. Como uno de los 2,157 fanáticos presentes, Guillén pudo haber estado inscrito en el programa de protección de testigos en el béisbol.

Bienvenidos a la vida en el limbo del béisbol.

En octubre de 2012, los Marlins de Miami despidieron a Guillén y asumieron la totalidad de los $7.5 millones que le debían en los tres años finales de su contrato. Luego de ser uno de los activos más preciados en el béisbol, ha estado fuera del terreno desde entonces. Guillén mantiene su ojo en el deporte como analista para ESPN Deportes, y tiene planificado escaparse del frío de Chicago en el invierno para ser el manager de sus adorados Tiburones de La Guaira en su natal Venezuela. Él dice que eso es menos una audición para los equipos de Grandes Ligas que un favor a unos amigos que llevan molestándolo por años para que vuelva a dirigir en el béisbol invernal. Pero él sigue con el deseo de regresar algún día a un dugout de Grandes Ligas.

Cuando los Bravos de Atlanta despidieron a Fredi González el mes pasado, los críticos notaron la ausencia de un manager latino en MLB, a pesar de que el 24 por ciento de los jugadores en los rosters es de origen latino. La lista de los principales nombres circulación incluye a ex managers (Manny Acta, Rick Rentería), importantes ex jugadores convertidos en coaches (Sandy Alomar Jr., Roberto Kelly, Dave Martínez), jugadores retirados recientemente (Raúl Ibáñez) e incluso un dúo de hermanos (Alex y Joey Cora). Pero no a Guillén.

¿Acaso se ha convertido en persona non grata porque más equipos están contratando managers sin experiencia? Si es así, sería engañoso que Guillén use eso como excusa. Así es como comenzó todo: Los Medias Blancas lo sacaron del cuerpo técnico de Miami y lo ayudaron a convertirse en una estrella como manager en Chicago.

¿Acaso su comportamiento impetuoso e irreprimible, y sus diatribas en contra de la corriente más problemáticas que lo que en realidad valen? Su inventario de comentarios controversiales representa un capítulo que no parece poder dejar atrás. ¿Acaso él ha considerado la posibilidad de que le estén dando bola negra a ser manager debido a su reputación como un elemento peligroso?

"Yo no creo que me estén dando bola negra'', dijo Guillén. "Primero que todo, nunca hice nada malo o ilegal en el béisbol para que me estén vetando. Nunca me tomé nada. Nunca hice nada fuera de las reglas. Nunca, nunca, nunca en la vida. ¿Qué la gente piensa que yo soy el demonio? No, yo pago mis impuestos. Todos mis hijos se graduaron de la universidad. Sigo casado luego de 40 años. ¿Qué más quieren de mí? Nunca usé drogas. No tengo hijos fuera del matrimonio. Nunca me han arrestado conduciendo borracho. Quiero decir, vamos gente. Todo lo que la gente pueda hacer mal en los Estados Unidos, a mí nunca me han atrapado en nada de eso''.

Durante dos entrevistas recientes, Guillén se alternó entre el desafío y el arrepentimiento. Sí, él ha aprendido de sus errores, pero no está dispuesto a arrodillarse para rogar por una oportunidad o para tratar de vnder una versión de él políticamente correcta para el consumo público. Él insiste que su resumé habla por sí solo.

Guillén fue seleccionado a tres Todos Estrellas y conectó 1,764 hits en 16 temporadas como torpedero en MLB. Tiene porcentaje de victorias de .524, un título de Serie Mundial y un premio de Manager del Año de la Liga Americana en nueve temporadas en el dugout. Ahora, a sus 53 años, dice estar más interesado en sus logros personales que en un cheque. El saliente bateador designado de Boston, David Ortiz, es su inspiración en la forma de despedirse con estilo.

"La gente se cree que yo voy a pedir 10 millones de dólares [en un contrato multianual] para ser manager'', dijo Guillén. "Rayos, no. Yo he hecho mi dinero, y lo he ahorrado e invertido bien. Esto no se trata de dinero. Se trata de estar en el terreno porque pienso que puedo ayudar. Todavía tengo pasión por el juego. Quiero llevar el uniforme y salir afuera y competir. Quiero ganar otro campeonato. No quiero irme del béisbol por la puerta trasera. Quiero irme por la puerta delantera, como Big Papi. Quiero irme a mi manera - no a la manera de otro".

DURANTE LA ÚNICA TEMPORADA DE GUILLÉN en Miami, los Marlins terminaron últimos en el Este de la Liga Nacional, con marca de 69-93, y atrajeron la decepcionante cantidad de 2.2 millones de fanáticos a su nuevo estadio. La gerencia impulsó la debacle en la segunda mitad al cambiar a Aníbal Sánchez, Omar Infante, Hanley Ramírez, Randy Choate, Gaby Sánchez y Edward Mujica a finales de julio. En las últimas semanas de la temporada, Bryan Petersen, Gorkys Hernández, Donovan Solano, Gil Velazquez y un John Buck en declive tuvieron mucho tiempo de juego en las alineaciones preparadas por Guillén.

El equipo era tan desastroso que la cadena de TV Showtime eliminó el programa de telerrealidad de los Marlins, "The Franchise [La Franquicia]'', luego de apenas siete capítulos.

Más allá del porcentaje de victorias de .426, Guillén solito se metió en un hueco del que no pudo escapar. Cuando compartió sus pensamientos sobre Cuba en una entrevista en abril de 2012 con la revista Time, la historia comenzó con la cita, "Yo amo a Fidel Castro". Entre las protestas y el desprecio generalizado, Guillén dejó al equipo en Filadelfia y viajó a Miami para una conferencia de prensa. Los Marlins lo suspendieron por cinco días sin paga.

Aunque Guillén lamenta el episodio, su arrepentimiento tiene sus límites. Él insiste que solo estaba expresando su admiración por la habilidad de Castro de mantenerse en el poder, más allá de expresar una afinidad personal por un dictador brutal. Él dice que encuentra irónico que desde ese entonces los Estados Unidos haya normalizado sus relaciones con Cuba y que el presidente Obama estuviese en las tribunas en el Estadio Latinoamericano para un partido de exhibición en La Habana en marzo.

"La gente no leyó el artículo", dijo Guillén. "Solo leyeron los titulares. 'Oh, Ozzie ama a Fidel'. ¿Cómo demonios puedo amar a alguien que no conozco? ¿Cómo puedo amar a alguien que hace algo con lo que estoy en contra? ¿Cómo puedo amar a alguien así cuando yo jugué béisbol en Estados Unidos, vivo mi vida de forma libre y es una gran vida? ¿Cómo puedo amar a Fidel cuando jugué con José Canseco, y fui manager del Duque Hernández, y mi mejor amigo es cubano? ¿Cómo puedo amar a alguien así?

"La única razón por la que hice la conferencia de prensa fue porque respeto a los jugadores cubanos y a la gente cubana, y quería demostrarles quien soy yo. Puse mi mejor cara allá afuera porque yo sabía lo que había dicho. Si yo fuese culpable, no me hubiese aparecido. Solo había escrito un comunicado. Tan simple como eso''.

Aunque Guillén dice que respetó el derecho de los Marlins a despedirlo, él habría preferido una explicación más específica.

"A mí nunca me dieron una respuesta real, ni Jeffrey ni nadie'', dijo. "Ellos nunca me dijeron, 'Te despedimos porque no sirves' o 'Te despedimos porque hiciste un comentario sobre Fidel'. Sólo me despidieron y me dijeron, 'OK, lo sentimos que esto no haya funcionado. Adiós'''.

David Samson, el presidente de los Marlins, declinó comentar sobre la estancia de Guillén en Miami. Pero varias personas con conocimiento del tema dicen que los problemas de Guillén en Miami fueron más allá de las 69 victorias y la controversia sobre Castro. Ellos pintaron un retrato de un manager que parecía desacoplado, mientras que Joey Cora, el coach de la banca de los Marlins, era quien hacía la mayor parte del trabajo. Una persona familiarizada con las interioridades del tiempo que pasó Guillén en Miami dijo que hubo momentos en los que él parecía más preocupado por su celebridad, sus conversaciones con los reporteros y su cuenta de Twitter que los asuntos reales de su trabajo como manager.

"Ozzie siempre ha sido de esa forma'', dijo la persona. "Incluso cuando era coach de tercera, él solía hablarle a la gente en las tribunas. Pienso que quedó atrapado en eso. La gente lo adora. Uno camina con él en los alrededores, y él es vivaz y divertido, y recibía muchos abrazos. Para mí, su momento favorito con los Marlins era antes y después de los juegos''.

Varias personas cercanas a los Marlins recuerdan cómo a Guillén le gustaba observar corridas de toros en su oficina, en el avión del equipo y en el autobús hacia el estadio. Cuando se le informó que algunas de esas personas se preguntaban si realmente su corazón estaba en el trabajo, Guillén objetó dichos comentarios.

"Me encantan las corridas de toros'', dijo. "Las observaba en mi oficina. Pero no las miraba antes de leer los reportes de cazatalentos o de saber quién iba a lanzar o de ver quien estaba disponible en el bullpen. Los entrenadores y los managers miran golf y partidos de NFL y NCAA en los camerinos todo el tiempo. Yo nunca abandoné mi posición para decir, 'Mi torero favorito está en competencia ahora. Tengo que ponerme a verlo'".

Guillén rechaza con mayor vehemencia la percepción de que Cora era quien estaba a cargo del equipo.

"Si la gente cree que Joey Cora era quien corría el equipo, están bien, bien locos", dijo. "Joey podía venir a mi oficina y decirme lo que estaba pasando, y entonces yo salía y hablaba con los jugadores. Esa es la razón por la que uno tiene un coach de la banca. Esa es la razón por la que uno tiene un coach de tercera base y un coach de bateo y un coach de pitcheo. Si la gente en los Marlins pensaba que Joey era el que corría el equipo, entonces al que debieron haber despedido fue a Joey - no a mí''.

SI GUILLÉN anda en búsqueda de apoyo, la lista de personas haciendo cola para eso es larga. Él tuvo una relación bien caliente con el presidente de los Medias Blancas Kenny Williams y mantuvo a la alta gerencia de Chicago siempre en alerta, pero los jugadores, en su inmensa mayoría, lo adoraban.

"Como todos sabemos, Ozzie tiende a decir algunas cosas que no son políticamente correctas'', dijo Aaron Rowand, quien jugó para Guillén en Chicago y ahora es entrenador con los Medias Blancas. "Solía meterse en problemas aquí y allá. No juega el juego corporativo. Él es un jugador de béisbol, y eso es lo que hace que algunos lo quieran y otros se molesten con él. Pienso que es un gran manager y es un manager que se da a los jugadores. Me emocionaría mucho verlo de nuevo en el juego".

Jim Leyland, quien fue coach en el cuerpo de entrenadores de Tony La Russa cuando Guillén ganó el premio de Novato del Año con los Medias Blancas en 1985, vio un sentido natural del juego en Guillén a sus 21 años. Él menciona a Guillén junto con dos de sus ex coaches, Gene Lamont y Lloyd McClendon, como personas que se merecen otra oportunidad.

"No puedo hablar por nadie más, pero no creo que haya nadie que cuestione la habilidad de Ozzie de llevar un partido'', dijo Leyland. "Probablemente todo se reduce ahora a esto: ¿Estará la gente dispuesta a pasar por alto algunas de las cosas por las que pasó? Yo estoy seguro que él se arrepiente de algunas de esas cosas. Probablemente haya alguien que diga, 'Este es un tipo de calidad en el béisbol que se merece otra oportunidad'".

Desde que los Marlins despidieron a Guillén, los equipos de MLB han contratado a 25 nuevos managers. Ejecutivos del béisbol cuyos equipos han estado en el mercado en búsqueda de managers en años recientes señalan varios obstáculos que Guillén enfrenta en su intento de volver al juego. Entre los más importantes: Correr un equipo ahora es un esfuerzo más colaborativo, y las oficinas centrales tienen poca paciencia con los managers que se inclinan a irse contra la corriente.

"El trabajo ha cambiado desde los días de Earl Weaver y Billy Martin'', dijo un oficial de la Liga Nacional. "Se trata de los medios y de Twitter. Si vas a ser la cara de la franquicia haciendo conferencias de prensa dos veces por día, uno tiene que ser interesante y entretenido, pero también tienes que ser responsable. Así que pienso que esa es una duda. Y el manager probablemente recibe ahora más información de más fuentes que nunca antes. ¿Acaso él está dispuesto a hacer eso?''

Guillén no ayudó a su causa en Miami cuando le dijo a los reporteros que le gustaba "emborracharse e irse a dormir" como parte de su rutina nocturna luego de los partidos. Él alega ahora que ese comentario fue en parte una broma, pero es difícil saber lo que algunos ejecutivos suelen guardar para usarlo como futuras referencias.

"Existe mucho riesgo en lo que él podría decir o hacer, y honestamente yo no quiero tener que lidiar con eso'', dijo un ejecutivo de la Liga Americana. "Si alguien lo contrata, podría ser porque ellos piensan que eso va a generar interés en su equipo. Pienso que eso sería más una movida de un dueño que de un gerente general''.

LA MEJOR RUTA DE GUILLÉN para volver a ser manager podría ser como coach de la banca. Larry Bowa, otro ex torpedero feroz, ha florecido como un hombre de estado envejeciente en el cuerpo de entrenadores de Pete Mackanin en Filadelfia.

Pero como se preguntó un ejecutivo de MLB, "¿Acaso Ozzie quiere estar dispuesto a eso por $100,000 o $150,000 por temporada?''

Los segundos y terceros actos en el béisbol son difíciles de predecir. Guillén puede encontrar inspiración en Washington, donde Dusty Baker tiene a los Nacionales en la cima de la División Este de la Liga Nacional. Luego de varios años en la periferia, Baker está desbaratando la noción de que es demasiado viejo y demasiado alejado de la sabermétrica para ser exitoso en las Grandes Ligas.

Si un equipo llama a Guillén porque quiere un veterano con un historial probado, él estará contento de hacerlo. Pero si es para simplemente llenar un requerimiento, a él no le interesa.

"Yo soy 100 por ciento pro Latino'', dijo. "Pero si yo fuese dueño de un equipo de béisbol, yo no diría, 'Vamos a contratar a un latino porque no tenemos ninguno'. Yo contrataría a alguien que sepa correr mi equipo de la forma correcta. Tenemos muchos coaches latinos y gente que son capaces de hacerlo, pero no voy a contratar a alguien simplemente porque es latino. Yo voy a contratarte a tí porque eres el hombre que me va a ayudar a ganar juegos y ganar campeonatos. Así de simple''.

Guillén sigue creyendo que él es esa persona, incluso si sus tendencias no conformistas colocan en posiciones incómodas a los equipos. Pero está trabajando en ello. Si logra otro trabajo como manager y un reportero le pide que opine sobre política internacional o sobre cuál equipo es el villano en una guerra de pelotazos, él ya tiene una respuesta preparada de antemano.

"Yo les diría", dijo, "'me importa un cara...'".