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Sam Miller | ESPN.com 7y

Desde la 10ma hasta el final: la anatomía de partidos en entradas extras

Noventa y ocho por ciento de la acción del béisbol ocurre en los primeros nueve innings, en marcha hacia una conclusión que puede ser contada con precisión aritmética: Faltan nueve outs, faltan seis outs, tres outs para el final, estamos a un strike. Sin embargo, el 2 por ciento restante ocurre en un ámbito distinto, el campo abierto de los extra innings, en el cual un partido podría durar y durar y durar y durar y durar…. Y durar.

Y durar y durar y durar y durar.

Los Yankees de Nueva York y Medias Rojas de Boston jugaron durante 16 entradas este sábado, en un partido que incluyó amenidades tales como un equipo jugando bajo protesta, un toletero tropezándose sobre su propio bate, una de las decisiones de corrido de bases más extrañas que hayamos visto jamás y mucha pero mucha presión por parte de Doug Fister. Probablemente habrá un momento, no muy lejano, en el cual partidos así sean casi imposibles, cuando las multitudes por triples dígitos y lanzadores en el jardín izquierdo que vemos en la séptima hora de juego son reliquias de los boxscores de antaño.

Los extra innings (o, al menos, los extra-extra innings) están en peligro. El ambiente que rodea el inning 16 ha cambiado. Major League Baseball está experimentando, en pelota rookie, con reglas a fines de acortar estos partidos al “sembrar” corredores extra en las bases. “Esto no es béisbol de verdad”, protestaremos algunos. Pero, ¿acaso qué es el béisbol de verdad una vez que se supera el out 28? Luego que arranca el décimo inning, el béisbol comienza a sufrir una gradual destrucción, con cada out presionando a los equipos a salir de su Plan A y aplicar con cada vez más fuerza sus planes B, C y D.

Usando el Play Index de Baseball Reference, búsquedas en Statcast de MLB.com, PITCHf/x de la base de datos de Baseball Prospectus y reseñas de una docena de los encuentros más largos del último lustro, estudiamos cómo transcurre progresivamente el béisbol en entradas extras. Aquí tenemos lo que le ocurre al béisbol cuando se desvela.

Inning 10

El inning 10 es un inning de lanzadores. Ambos equipos tienen un puñado de relevistas disponibles (si el equipo de casa remontó en el noveno, tendrá a su cerrador disponible y en uso aquí) y antes que el cansancio y desespero se apoderen del equipo, su mejor relevista disponible pitcheará con la confianza de un hombre al cual se le pide llegar al final de este inning y no más allá. El 24 por ciento de los bateadores se poncha en el décimo episodio, igual que en el noveno inning y es una cifra más alta que en cualquier otro inning del encuentro. Se lanza una recta promedio de 94.0 millas por hora, ligeramente por debajo (pero muy ligeramente) de las 94.4 millas por hora en los novenos innings de esos mismos partidos. Los jonrones son menos frecuentes en el décimo que en cualquier otra entrada, previa o posterior. Cuando los Yankees y Cachorros de Chicago se fueron a un largometraje el 17 de mayo de este año, 10 bateadores consecutivos (de ambos equipos) se poncharon en el décimo y undécimo innings.

Las velocidades en el swing de los bateadores (de acuerdo a los estimados de Statcast) caen en extra innings. La velocidad de salida cae por una milla por hora en los extras. El ángulo de lanzamiento también, desafiando la idea común que indica que los bateadores hacen swings largos una vez que el partido se hace largo. Cerca del 44 por ciento de los partidos terminan aquí. La cena podrá ser un poco azarosa, sin embargo, llegarás al cine a tiempo.

Inning 11

Los managers comienzan a ponerse un poco nerviosos: hace 30 años, un equipo podía llegar al inning 25 usando apenas seis lanzadores. No obstante, los rosters de las Mayores, los peloteros grandeligas y el uso de relevistas a este nivel no están hechos para ir mucho más allá de este punto. En el undécimo, se hacen cambios situacionales de pitcheo. Todos los relevistas se convierten en “largos”, y es el hombre que lanza en esta entrada el que muy probablemente trabaje en el siguiente. El equipo visitante, si intentara mantener a su cerrador para buscar un rescate, decidirá muy frecuentemente usarlo ahora (idealmente por dos innings) antes que sea demasiado tarde, lo cual ayudaría a explicar el por qué los visitantes borran la ventaja del equipo de casa en este y el duodécimo.

Aumentan los toques de sacrificio, del 1.7 por ciento de todas las apariciones al plato en el décimo a 2.0 por ciento en el undécimo, y los toques intencionales aumentan en un margen similar. Los bateadores son más pacientes en este que en cualquier otro inning, haciendo swing a apenas 46 por ciento de los lanzamientos, comparado con el 47 por ciento en el 10, 48 por ciento en el noveno episodio en esos mismos cotejos, y el último declive antes de un lento y progresivo aumento en las cantidades de swing para el resto del partido. Los ponches caen al 21 por ciento de apariciones al plato, y estas apariciones se hacen más cortas: Pasan de un promedio de 3.83 a 3.80, una espiral en caída libre que se hará mayor a medida que los partidos se alargan. Las apariciones al plato también se aceleran, con medio segundo menos entre lanzamientos, comparados con el noveno.

Inning 12

Ambos equipos han puesto a batear a la parte baja de sus alineaciones por al menos una vez en extra innings, y han vaciado las bancas de sus bateadores emergentes. Los receptores suplentes serán usados, así que no habrá descanso desde ahora para el hombre tras el plato, agregándole riesgo extra a cada foul tip potencialmente causante de una lesión. Este es el inning con más toques, con casi el doble de pitcheos a los cuales se presentan toques comparado al noveno episodio de dichos encuentros.

El manager tiene uno o dos relevistas tradicionales disponibles, y si todo sale bien conseguirá cuatro entradas más de este par. Este es el momento en el partido cuando el lanzador abridor del día siguiente, o un relevista sobrecargado de trabajo a quien se le dijo previamente que tendría el día libre, recibe la noticia que necesita prepararse en caso que este partido se haga eterno.

Este es el inning en el cual una torre de luces se apagó en Nueva York, causando un retraso de 16 minutos a petición del manager de los Yankees Joe Girardi. Los aficionados respondieron con abucheos.

Inning 13

Los pitcheos lentamente se han movido hacia arriba en la zona, no mucho, pero es un fenómeno medible: de 2.28 pies sobre la tierra en el noveno a 2.32 pies aquí en el 13, agregando aumentos incrementales a media pulgada, en promedio a este punto. La recta promedio baja un tanto, a 92.9 millas por hora. Sin embargo, no aumentan la anotación, quizás porque el corazón de la alineación de cada equipo ha sido diezmado (hay un corredor emergente que se quedó en el partido, o se cambió el puesto del pitcher por un cambio doble y ahora puede estar bateando en el cuarto puesto, matando un potencial rally y preparando las llamadas a un boleto intencional. Estos pases gratis intencionales son 60 por ciento más frecuentes de lo que eran en el décimo. Este es el inning en el cual, en agosto de 2013, Tyler Cloyd tuvo que batear para su propia causa con dos outs y las bases llenas. El partido prosiguió.

Este fue el mismo inning en el cual Russell Martin fue expulsado abruptamente por un umpire hastiado en Toronto durante el pasado mes de julio. El mismo en el cual el umpire principal Tony Randazzo debió abandonar un cotejo entre Rojos de Cincinnati y Gigantes de San Francisco este año con síntomas de contusión luego que un foul tip cayera en su máscara por cuarta ocasión. Después de este punto, los aficionados en Wrigley gritaron “Joe West apesta”. Es un largo juego para todos.

Inning 14

La velocidad sigue cayendo: este es el inning más tardío (desde 2014) en el cual se lanzó un pitcheo con al menos 100 millas por hora. Los pitchers batean para sus propias causas, o en muchos casos, son sustituidos por pitchers como bateadores emergentes (El 17 de mayo pasado, Jake Arrieta, John Lackey y Kyle Hendrick todos batearon como emergentes). Los boletos intencionales se disparan de forma absurda en este inning, a una proporción cinco veces mayor que en el décimo, aunque apenas es el episodio inmediatamente posterior.

Este es el inning en el cual alguien se pone una cubeta de goma de mascar en la cabeza, o vemos cosas igual de raras. Este es el episodio en el cual tenemos nuestro segundo momento de “estirón del séptimo inning”. El partido promedio con 14 innings tiene una duración de 4 horas, 50 minutos, lo cual significa que nos acercamos a la medianoche… Y a lo que llaman #beisbolextraño.

Inning 15

El encuentro se acelera; ahora sólo hay un lapso de 21.4 segundos entre lanzamientos, un segundo menos por lanzamiento, comparado con la entrada anterior y dos segundos menos que en el punto en el cual comenzamos.

Los pitcheos han seguido ascendiendo: ahora están a 2.36 pies sobre la tierra, en promedio, una pulgada más que su altura en el noveno y décimo.

El lanzador abridor del día siguiente, si va a lanzar, es muy probable que esté en el partido o calentando. Este es el inning en el cual, en abril de 2015, Ryan Hanigan recibió una bola de nudillos por primera vez.

Inning 16

La selección de lanzamientos no ha cambiado mucho a este punto. Sin embargo, las cifras de rectazos súbitamente aumentan, del 55 por ciento al 60. Mientras tanto, esas rectas se hacen más lentas: 92.6 millas por hora en promedio, casi 2 millas por hora menos de lo que vimos en el noveno. El receptor, si no fue reemplazado en el duodécimo, ahora ha pasado la mitad de (un promedio de) 317 minutos agachado, y aumentan los wild pitch y passed ball. Aunque bien, la posibilidad de un passed ball o un wild pitch, basado en los cálculos basados en PITCHf/x de Baseball Prospectus, deberían ser mucho menores. Los bateadores ahora son más agresivos, haciendo swing al 49 por ciento de los pitcheos, contra el 46 por ciento del undécimo. Las posibilidades que el encuentro finalice con un cuadrangular para dejar en el terreno (si es que concluye) aumenta, de un 15 por ciento de los partidos al 19 por ciento.

Este es el inning en el cual se le otorga un boleto intencional a Anthony Rizzo sin nadie en base. Este es el inning el cual se le hizo out en home a Eric Fryer con “el mejor relevo en la historia del béisbol en el inning 16”, como lo dijo Clint Hurdle. Este es el inning en el cual Hansel Robles, a quien se le dio el día libre luego de laborar en cada uno de los tres encuentros previos, fue llamado a lanzar… Y después debió laborar una segunda entrada.

Este es el inning en el cual desaparece la ventaja de jugar en casa. Hasta ahora, el equipo de casa ha mantenido (mayormente) su ventaja inning por inning y, si un partido llega al inning 13, el equipo de casa gana cerca del 54 por ciento de las ocasiones, prácticamente lo mismo que la ventaja de jugar en casa promedio en el béisbol. A partir del 16, los equipos de casa no tienen mayores probabilidades de ganar que los visitantes. Las muestras son pequeñas, pero esto tiene sentido. La ventaja de jugar en casa es una situación marginal que pone a un equipo cercano por delante de su oponente cercano por muy poco. Sin embargo, ya hay muchas posibilidades que a las alturas del inning 17 o 18 ya hay una brecha importante entre un equipo que tiene un lanzador grandeliga fresco en la loma y el que usa a un jugador de posición o un relevista en su cuarto inning de labor.

El estilo de jugador ha cambiado muy dramáticamente en las dos horas extras. Comparen el inning 10 con los innings del 15 al 18:

• Hay un descenso en 25 por ciento de ponches, en comparación con el décimo.

• Los jonrones aumentan en un 20 por ciento, mientras que los dobles caen en 20 por ciento (y los triples en 40 por ciento).

• Los boletos y golpeados bajan ambos en 20 por ciento, incluso si los boletos intencionales suben en un 60 por ciento.

• Los lanzamientos por aparición en el plato han caído de 3.86 a 3.57, efectivamente haciendo que el béisbol regrese en el tiempo a 1988.

¿Sigue siendo interesante la pelota en el inning 16? Cuando los Marlins de Miami fueron a 16 entradas, solo hubo “aproximadamente 200 personas en el Marlins Park” durante el inning final, pero las audiencias en casa no caen tanto como se creen. “La audiencia pico en el canal regional SNY… cayó cerca de 26 por ciento al momento en el cual el partido había concluido a las 12:50 a.m., sin embargo, siendo justos, aún estaba por encima de 390,000 personas”. Si ese encuentro hubiese durado un inning más, el manager de los Mets Terry Collins planeaba poner a pitchear al receptor René Rivera, y el pitcher Zack Wheeler habría jugado primera base. Quizás no se hubiese quedado en el estadio para ver eso por una hora extra, pero es muy seguro que hubiese mantenido el televisor encendido.

Inning 17

Ya el cansancio y agotamiento hacen mella. El pitcheo promedio que se lanza es dos pulgadas más alto que en el décimo, y una pulgada mayor que en el 16.

Los lanzadores no sólo están cansados, sino hambrientos. El partido promedio de 17 entradas dura cinco horas y 40 minutos. “Chad Kuhl tenía hambre. Se sentó en el clubhouse con Arquímedes Caminero y Juan Nicasio, esperando un partido que sirvió de ejemplo a la frase ‘sin fin a la vista’ pudiera concluir para así poder comer… Se permitió comer un banano, pero nada más”.

En este inning, se activaron las regaderas del césped del Petco Park el año pasado.

Al menos un jugador en cada equipo será descendido después del encuentro a las menores a fin que su equipo pueda llamar a un relevista descansado para el partido del día siguiente. El hombre sobre el morrito, el relevista final tratando de evitar que el partido termine, es probablemente el que será descendido. Mientras más preserve el encuentro, hará más envíos y es mucho más probable que esté en el autobús del equipo de Triple-A dos días después.

Cuando Martín Maldonado conecta un jonrón en el inning 17 en mayo de 2015, luego de recibir 253 pitcheos de nueve lanzadores, se deslizó en el plato.

Inning 18

Ya el pitcheo siquiera es de calidad de Grandes Ligas. La recta promedio es de 90 millas por hora. En años recientes, Casper Wells, John McDonald y Darwin Barney (jugadores de posición) han lanzado en esta entrada. Yasiel Puig iba a ser el pitcher en un inning 18 el año pasado, pero su equipo ganó en el 17; el utility Alexi Amarista estuvo a un bateador de ir a la lomita en el mismo partido. El abridor del día siguiente, si lanzó, puede estar cercano al cansancio. Esmil Rogers, lanzando para los Yankees en 2015, pitcheó 81 envíos luego de lanzar 35 la noche anterior. Si el partido hubiese durado un inning más, Garrett Jones estaba dispuesto a lanzar – aunque Rogers dijo posteriormente que hubiese peleado para seguir en acción.

La hoja de anotación está tan difícil de leer que, incluso con pocos movimientos tácticos que quedan para descifrar, los managers se desorientan. Este es el inning en el cual, el año pasado, Dusty Baker no otorgó boleto intencional a Starling Marte con el pitcher prevenido al bate. Marte conectó un jonrón y dio fin al encuentro. “Le dije al (coach de pitcheo) Mike (Maddux), ‘Tenemos a Niese prevenido’. Antes que pudiera alzar mis cuatro dedos, Marte sacó el primer pitcheo para la calle. Asumo toda la responsabilidad. Tengo mi hoja de anotación conmigo. Había tantos nombres tachados y tantos cambios dobles”.

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“Todas las tramas conducen a la muerte” escribió un novelista en una ocasión. “Esta es la naturaleza de las tramas”. Esta es igualmente la naturaleza del 98 por ciento del béisbol, en el cual el resultado más probable de cada turno es un out, y cada out hace que el partido se acerque aún más a su conclusión definitoria.

Sin embargo, esta no es la naturaleza de los extra innings, en los cuales cada out hace que el encuentro se profundice en su estancamiento. La trama avanza, y el juego cambia, pero esos cambios realmente no hacen mucho para que el partido llegue a su conclusión. Las posibilidades que un encuentro termine en cualquier inning siguen siendo menores al 50 por ciento hasta el inning 18, a excepción del 14, el cual podemos considerar un mero salto. Cada inning nuevo comienza igualmente que el anterior: con un empate y sin fin a la vista.

La trama de los extra innings, no conducen a una conclusión sino a ver cosas como un Yasiel Puig con posibilidades de lanzar en el inning 18. Si la razón principal que usted tiene para ver béisbol es ver algo que nunca haya ocurrido antes, estos son motivos válidos. Sirven para mí. Puede que sirvan para usted. Pero no es irracional que las Grandes Ligas concluyan que la mayoría de sus aficionados sólo quieren ver que un equipo se alce con la victoria, y nada más.

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