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Luis Miguel Vasavilbaso 6y

Monterrey aún vibra con la resaca de una velada histórica

MONTERREY -- Los ojos de la prensa se enfocaron hacia el noreste de México desde el jueves con el duelo de liguilla entre Tigres y Santos en el Estadio Universitario, compromiso que serviría como preámbulo de lo que se viviría un día después en suelo regiomontano con el regreso de las Grandes Ligas después de 19 años y la primera final femenil entre las felinas y sus acérrimas rivales, las Rayadas de Monterrey.

La pasión por la cita del balompié era evidente en la Sultana del Norte gracias a las playeras que dibujaban las calles del primer cuadro y en diversos puntos de la ciudad, aunque también se avisaba el gusto por el 'Rey de los Deportes' en la Macroplaza con la gran afluencia al fan fest organizado por la oficina de la liga en el país.

Llegó el día pactado para ambas citas, una de ellas con mayor antelación, y con ello una mayor presencia de aficionados con gorras de los Dodgers de Los Angeles y jerseys con los nombres de (Fernando) Valenzuela, (Adrián) González, (Orel) Hershiser, pero en el parque de los Sultanes, a un costado del 'Volcán' y ante la amenaza de lluvia, aparecieron las capas de amarillas de Tigres como una premonición de lo que 'explotaría' horas después mientras se desarrollaba el choque entre las franquicias californianas.

El Palacio Sultán se puso de pie por completo por primera vez cuando Fernando Valenzuela tomó el montículo para recordar su gloriosa época con el '34' en la espalda, aunque en esta ocasión conformaba la batería con un compatriota que está levantando la mano de forma sólida en la Liga Nacional y no con Mike Scioscia. Le siguieron los himnos nacionales de Estados Unidos y México y después el ansiado grito de ¡playball!

La lluvia tampoco quiso perderse la fiesta y se presentó con mayor inclemencia durante la segunda entrada, pero los umpires decidieron aguantar un poco más de la cuenta. Finalmente cedió y se pudo continuar con el juego. Fue entonces, alrededor de la séptima entrada, cuando un bullicio general captaba la atención. La final femenil, con un dramático cierre, se definiría en penales y fue cuando gran parte de los aficionados de la planta baja decidieron reunirse alrededor de un palco para no perder detalle.

Mientras en el diamante se gestaba una auténtica joya de pitcheo, a kilómetros de distancia el conjunto de Tigres femenil repetía la dosis a sus rivales estatales al coronarse en el 'Gigante de Acero'. Los aficionados al cuadro de San Nicolás de los Garza lo hicieron aún más evidente al corear el nombre del equipo, ¡Tigres! La sorpresa para los peloteros no se hizo esperar al no comprender que ocurría a su alrededor, pero era momento que aficionados y jugadores volvieran a lo suyo, el béisbol.

Ahora el tema del bullicio era diferente. ¿Acaso Monterrey viviría el primer juego sin hit ni carrera fuera de Estados Unidos y Canadá? Walker Buehler ya estaba en la caseta, Tony Cingrani ya había despachado la séptima baja y Yimi Díaz continuaba la gran labor.

Alex Verdugo se había robado los aplausos de la noche con sus dos indiscutibles, uno de ellos remolcador de una carrera, pero era turno de Villanueva de combatir la historia. Con un hombre fuera en la novena, el tapatío se aproximó al plato, pero su sólido contacto se volvió a quedar en el guante de Verdugo.

Fue entonces cuando los más de 21 mil aficionados se volvieron a poner de pie para retratar lo mejor posible el segundo momento histórico para la ciudad en apenas cuestión de minutos. Los celulares estaban por todo lo alto para el segundo preciso en que Adam Liberatore puso punto final a una velada difícil de replicar en términos deportivos para Monterrey.

El sábado la prensa local se encargó de recordarnos la apoteósica noche en la Sultana del Norte, destacando la victoria felina y el récord que impusieron sin dejar de lado el otro gran suceso en el parque de pelota.

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