(Sa)Fin

FECHA
03/09
2009
por Pablo Cheb Terrab
SLIEMA -- Jugó, perdió, saludó. Se fue. Sin estridencias. Sin nostalgia evidente. Marat Safin dejó la cancha en un Grand Slam por última vez. Fue tras su derrota ante Jurgen Melzer por la primera ronda del US Open. Caminó despacio, y nos dejó a nosotros, a todos nosotros, los fanáticos del tenis y su tenis, los perseguidores de talentosos con rabietas, los apostadores del carisma, los detractores de la perfección, con el corazón un poco vacío.

El último saludo de Marat en un Grand Slam (Getty Images)

Se va porque se cansó. Y es lógico. La realidad es que Safin siempre pareció padecer el tenis más de lo que pudo disfrutarlo. Es justo decir, brevemente, que este ruso contó desde el principio de su carrera con unas herramientas naturales y un talento absolutamente fuera de serie. Siempre fue un dotado: su revés, impresionante; su adaptación a las superficies, impecable; su potencia, inmejorable.

Su cabeza resultó siempre el problema.

Pero al mismo tiempo, fue siempre un problema que lo convirtió en encantador: ¿o acaso no nos emocionamos con sus gritos, con sus lágrimas, con sus rupturas de raquetas, con sus victorias inesperadas? ¿O acaso no nos encantó con su diatriba en inglés, en español, en ruso, con su cara de galán de novelas?

Además... un problema...

Leo esa palabra e imagino lo subjetiva que es su definición. Safin fue número uno del mundo (un mérito que le llegó a destiempo: demasiado temprano en su carrera), ganó dos Grand Slams. También la Copa Davis. Pero muchos pensaron que iba a ser Federer. Y él fue Safin.

¿Qué significó ser Safin?

-Significó ganar un primer Grand Slam justamente en la Nueva York de su retiro ante el inmenso Pete Sampras. Y que en la conferencia de prensa celebratoria por esa victoria llegara un carrito con bebidas, disparador de una pregunta: -"¿Te vas a emborrachar esta noche?"- y de una respuesta -"Entre nosotros, espero que sí"-.

-Significó terminar ese mismo año del milenio con siete títulos individuales (tuvo 15 en su carrera), y los dedos del mundo señalándolo como la nueva estrella indiscutida y naciente de un tenis mundial que necesitaba recambio.

-Significó vencer a Roger Federer en la semifinal de un Abierto de Australia, en 2005, en el que pocos apostaban por él. Y ganar ese título, su último gran éxito individual antes de consagrarse con Rusia en la Davis al año siguiente.

-Significó bajarse los pantalones en una cancha de tenis. Y que el mundo dude de su cordura. Y que lo vapuleen por ser poco serio. Y poco dedicado.

-Significó ser el hermano de una joven número uno del mundo dedicada cien por ciento al tenis y que su coach, Ion Tiriac, realice una de esas odiosas comparaciones: "Si Marat hubiera tenido el 10 por ciento de la dedicación de Safina, hubiera sido número uno del mundo por 10 años. Ahora, si Safina tuviera el 10 por ciento del talento de Marat, sería número uno por 10 años".

-Significó que la propia Dinara, su protegida tenística, declarara en público: "A veces no entiendo a mi hermano".

-Significó que un compañero de vida y de equipo como Dimitry Tursunov, remarcara lo obvio. "Quizá le fue así de bien porque no se lo tomó en serio. De otro modo habría estado demasiado presionado, demasiado rígido. Él nunca pidió su talento. Es una pena que todo el mundo intente meter su nariz en la vida de Marat, que todo el mundo tenga una opinón. Pero él no piensa que su vida haya sido un espiral descendente. Y la mejor parte es que realmente no le importa ni un poco".

Ayer se fue sin despedirse, con un leve saludo y un partido que no alcanzó.