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Volver a los 24: la historia de Andrea Benítez

Tuvo problemas con sus sponsors en el arranque de su carrera Rogelio García

CIUDAD DE MÉXICO -- ¿Por qué escribir sobre una tenista que ni siquiera tiene ranking? ¿Para qué conocer la vida de una jugadora anónima? ¿Por qué saber más de Andrea Benítez, argentina de 24 años, semifinalista del ITF Women's Circuit de Sayavedra, México? Simplemente, porque su historia lo vale.

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Andrea Benítez tenía apenas 14 años cuando decidió mudar su vida de la tranquila Formosa a ese monstruo llamado Buenos Aires. La empujaba el hambre por triunfar. Y la propuesta que había recibido parecía imposible de rechazar: un grupo de empresarios, contactados por su nuevo entrenador Billy Czerner, patrocinaría su carrera, a cambio del 50% de sus ganancias en los siguientes 10 años.

Para quienes no lo saben: así los las reglas para los aspirantes a estrella en el tenis argentino. Llegar a ser profesionales implica una inversión monetaria pesada durante los años formativos y de competencia junior. Y lo que generalmente falta en el sur del mundo es dinero para costear esos gastos.

La solución la traen "sponsors" de carne y hueso, empresarios del tenis, que a cambio de los billetes se quedan con el control de las carreras de los tenistas durante lustros. Apuestan al talento. Lo ayudan a florecer. Y luego recuperan la inversión reteniendo groseros porcentajes de sus ganancias. Así funciona. Y muchas veces sale bien.

No en el caso de Andrea.

Corría el año 2006 y, con 20 años, Benítez comenzaba a despuntar. Había ganado ya 4 títulos en torneos ITF Women's Circuit de 10.000 dólares, y ya había pegado el salto a eventos más grandes, de 25 y 50 mil dólares. Su ranking seguía en ascenso. Estaba por romper la barrera de las 250 mejores del mundo (fue 251 el 16 de mayo de 2006). Pero de pronto, todo se derrumbó.

"A partir de la semana que viene, no te pagamos más", recuerda Andrea que le dijeron. "Había un contrato firmado, en el cual quedaba claro inclusive cuáles eran los pasos para concluir la relación. Pero no lo cumplieron".

Según Andrea, problemas entre el grupo inversor y su entrenador Czerner desataron el conflicto. Y ella quedó en el medio. Intentó seguir jugando, mientras interponía dos mediaciones. Sin éxito. Entonces, inició un juicio. Y su carrera profesional quedó en el olvido.

Andrea dejó de jugar. Perdió todos sus puntos y desapareció del ranking mundial. Comenzó a trabajar como profesora de tenis, en el Club Darling. También fue entrenadora de un par de jugadores, en el Club Banco Nación. Pero no podía dejar atrás la frustración por todo lo que le había ocurrido.

Entonces, después de dos años de sufrimiento interno, a principios de 2010 la formoseña tomó una decisión drástica: dejó atrás su vida en Argentina, y se mudó a Monterrey, México. "Me ofrecieron trabajo como profesora, vía Daniel Garza (jugador mexicano de Copa Davis). Y me vine".

Fue el mismo Garza quien empujó a Andrea para que volviera a entrenarse. Daniel fue insistente. Conocía el potencial tenístico de Andrea. Y a él se sumó el apoyo de Fernando Ochoa, ex capitán mexicano de Fed Cup y uno de los entrenadores de mayor experiencia en Monterrey.

"Ellos me convencieron. Me apoyaron en todo. Y con el poquito dinero que tenía ahorrado de las clases de tenis --ya que ni el Prize Money que había ganado en mi carrera me dejaron tocar los sponsors—me largué a competir".

Perdió en 1ra ronda en el ITF de 10 mil dólares en San Luis Potosí. Llegó a 4tos de final en su segundo torneo, en Mazatlán. Y en el tercero, en Celaya, se quedó con el título. Ahora, en su cuarta presentación, ya está en semifinales.

"Llegué a dar clases a México y ahora la profe está ganando torneos, jeje", me dice Andrea con los ojos iluminados, luego de ganar su partido de 4tos de final en el Club Sayavedra. "La verdad es que antes no sabía qué significaba estar 250 en el mundo. Ahora sí. Y sé que estoy jugando mejor que antes".

¿Le alcanza el dinero para seguir compitiendo? "Trato de arreglarme. Estoy ahorrando lo máximo que puedo. Me quedo en casas de familia cuando juego estos torneos. Acá, inclusive, nos pagan la comida, lo cual es muy bueno. No tenemos muchos gastos. Y mi mamà me ayuda con lo que puede desde Formosa".

El juicio con sus sponsors aún sigue. Pero a Andrea ya no le preocupa. Y no se arrepiente de las decisiones tomadas. "Son riesgos que hay que correr. A veces salen bien, y a veces mal. Si no tomaba ese riesgo, quizás ahora estaría en casa cuidando animales. Ya se me pasó la bronca. Antes odiaba a todos, ahora no".

Ahora Andrea vive en la Villa Deportiva Olímpica de Monterrey, que forma parte del Centro de Alto Rendimiento de esa ciudad. Comparte sus días con otros tenistas, y ya está viendo la manera de naturalizarse mexicana, en agradecimiento a todo el apoyo que ha recibido en este país. "En Argentina, con 24 años, todos te dicen que estás acabada. Acá es diferente".

Los planes de Andrea incluyen seguir jugando torneos pequeños de aquí a fin de año, recuperando el tiempo y el ranking perdido. También aspira a conseguir Wild Cards para los WTA Tour en Acapulco y Monterrey. Pero sus metas ahora están más allá de los logros deportivos.

"No me voy a quedar con las ganas de volver a probar", me dice la ex compañera de entrenamientos de Gisela Dulko y María Emilia Salerni. "Y aunque no llegue a top-100, lo importante es que volví a jugar, a ganar, y a ser feliz. Esto es lo más lindo que me pasó en la vida".