<
>

Hay cobre y hay oro detrás de la Copa...

LOS ÁNGELES -- Es una perversión sádico hedonista jugar al aguafiestas. Más aún cuando el carnaval de la victoria no cumple ni 24 horas de su abrupto parto.

Esta vez, sin embargo, hay pocas incómodas aristas para rasgar el éxtasis de los aficionados mexicanos. Pero los hay. Más que nada una dosis pesimista (dice Galeano que esos son los optimistas con información) para que en el vuelo estrafalario del "sí se pudo" quede claro que aún hay pastizales, donde no se ha podido.

Empecemos, para amargarle esa encendida ceremonia de fiesta que tiene usted en la cara, con una sonrisa mundana, poco frecuente para ser aficionado al Tri, y menos perdurable, aún por esa misma obsesión de su fanatismo a una camiseta verde que ha dejado de serlo, para convertirse en negra, tal vez como una penitencia inconsciente de las largas jornadas de luto en la cancha.

1.- México demostró que es el patriarca de la Concacaf. Baste puntualizarlo para que ubicar en la zona geográfica de bellísimos escenarios, pero de paupérrimas andanza futbolísticas.

Excepto la víctima en turno, Estados Unidos, los esfuerzos pujantes de Centroamérica, con balompiés que sobreviven a las truculencias de sus dirigentes, excepto ellos, en el horizonte del Caribe, dejando de lado a la Jamaica que entusiasma, el resto son islas paradisíacas, donde el futbol es una pasión de fin de semana, más que una catarsis de fin de semana. El futbol ahí se vive; en Norte y Centroamérica, se vive y se apasiona.

Es decir, México es campeón de una zona donde había perdido la hegemonía por sus errores dramáticos de estructura. El presupuesto mundialista de una selección nacional de Centroamérica se lo chupa la nómina (la honesta, no la de los escandalosos 450 millones de dólares desaparecidos) de Cruz Azul en una temporada.

Ha demostrado que puede nuevamente ser dominante en el área, pero habrá que esperar las visitas a terrenos agrestes, inhóspitos, sin el cobijo fabuloso de su segunda patria.

2.- Errores internos. Son equivocaciones que terminan siendo saludables cuando se rectifican a tiempo y a pesar de ellas el saldo final es la victoria, pero que, en su momento, pudieron ser funestas.

A.- Carlos Salcido se equivoca y hace que se equivoque Chepo de la Torre. A un jugador que es el chasco histórico del futbol de Estados Unidos, como lo es Adú (el nuevo Pelé, le llamaban), tuvo su muy inesperada y sorpresiva resurrección ante un jugador mermado que mintió y el técnico le creyó. Es de reconocerse el esfuerzo, pero por ahí se gestaron los dos goles de Estados Unidos, porque Salcido fue rebasado. Él sabía que no podía jugar, pero no entendía que aunque quería no debía hacerlo. Cuando entra Torres Nilo, Adú volvió a ser el fantoche errante de siempre. Salcido, Chepo y el resto, debieron aprender una lección que pudo ser de saldo rojo.

B.- ¿Y todo se olvida ya? Es decir, este debería ser un párrafo usurpador de otro en este artículo. Pero será el asterisco del Tri en esta coronación. No porque lo merezca, sino porque sus propios gazapos, sus propias estulticias, hicieron a la FMF que colocara a México en el Cartel de los Clembutorizados, y esa delicia de castigo, los adversarios no lo olvidan.

Hubo mal manejo, hubo mentiras, hubo cohecho, hubo felonía, y al arrullo, a la sombra generosa de haber ganado la Copa Oro, los directivos del futbol mexicano gozarán de un altar de impunidad y de inmunidad. ¿La lluvia de confeti, de elogios, de suspiros felices de la afición basta para condonar en lugar de condenar? Cuidado porque la terapia de la compensación es un camino peligroso cuando la corrupción es una biblia conductual del futbol mexicano.

Clembuterol, ocultamiento de pruebas, ocultamiento de nombres, malversación de hechos, manipulación de índices, protección y compadrazgos en la distribución de la carne contaminada; exposición pública de los cinco inocentes como parapeto para esconder a los culpables que se pasearon como pavorreales con la sonrisa orgullosa y advenediza de quienes ganan sin haber merecido nada, esos, son parte de los saldos pendientes de embestidas punitivas por parte de otros directivos del futbol mexicano, que de no hacer nada, quedarán como infelices agachones que se conforman con resultados deportivos del momento.

Como puede verse, siempre hay ríos de hiel para desempalagarlo de ese embeleso desparpajado de partirle la crisma a Estados Unidos en su propia cancha, aunque con tribuna ajena, y hacerlo con la estruendosa ignominia de un 4-2.

Y, como debe ser, repasemos con extrema brevedad el ejército de situaciones rescatables tratando de eludir las burbujas de champaña que aún flotan en el ambiente mexicano y mexicanista e incluso prometo ni preguntar, ni divulgar, por el festejo privado de los seleccionados en el hotel del Tri, afincado en la versión moderna, llena de tentaciones, lujosa, de Sodoma y Gomorra, como es el LA Live, donde como santuario, como oasis de tanta deliciosa perdición, se encuentra inexpugnable, ante las sirenas del placer y la perdición de viernes y sábado por la noche, nuestras oficinas de ESPN.

1.- 2-0 abajo. Apestaba a cirios y urgían veladoras. El presunto muerto parecí vestido para la ocasión con esa armadura negra. Perder 2-0 en 22 minutos y ganar 4-0 en los restantes habla de temperamento, de un carácter inusual en mozalbetes.

2.- Compromiso de victoria. Históricamente, a EEUU, se había hecho un hábito, se le enfrentaba en esa cadencia deplorable entre el miedo y el respeto. El 5-0 anterior, queda claro, era una selección caricaturesca de los estadounidenses. La del Rose Bowl, era la mejor versión disponible de Bob Bradley, la más parecida a la que fue finalista de la Copa Confederaciones. Y ayer, respeto hubo, peor miedo, ni con el 0-2 colgando histéricamente del marcador.

3.- Al contrario de lo que defiende Atahualpa Yupanqui, el Tri ha decidido matar a los abuelos para que crezcan saludables los nietos. Y la sangre nueva ha hecho a este equipo diferente. Hablan el mismo idioma: Giovani, Guardado, Barrera, Chicharito, y el mismo Juárez, que no ha podido brillar como con Javier Aguirre, porque se convierte en el hombre importantísimo para que la defensa sufra menos de lo que su lentitud la debe hacer sufrir

4.- Los recambios aparecen. Torrado ya reclama que sus viejos y vanagloriados huesos tomen el retiro del Tri. Ante EEUU tuvo momentos de ser el de antes, pero ocurrió justo cuando el adversario había consumido su adrenalina, porque el gol de Gio había consumado el veredicto. El vilipendiado Héctor Reynoso no desentonó y podrá reclamar con Magallón, Moreno y Maza el derecho a tomar el puesto de Márquez, aunque nunca, ninguno, podrá aportar lo que él, pese a las iracundas traiciones que cometía contra el Tri.

5.- En lo personal guardaba recelo sobre qué tan eficiente podría ser la arenga del Chepo de la Torre ante el reclamo de una final de Copa Oro, ante EEUU, en su primera cita importante internacional, con la obligación de ganar, el deseo de golear y la prioridad de gustar. Logra esa mezcla, frágil cierto, complicada sin duda, de apretar al jugador, pero con argumentos. Queda claro que no tiene la riqueza de discurso de Javier Aguirre, pero queda claro, que su grupo técnico (en el que no está Mama Toña Carrillo), es más poderoso estratégicamente, y eso lo sigo defendiendo que todos los anteriores del Tri, excepto, tal vez, que el de Bora Milutinovic con Mejía Barón, Vázquez, Velarde y Sanabria, y que claro a ese proceso, lo mató la torpeza conjunta de Cañedo padre y Rafael del Castillo.

Hay un sabor, una degustación ajena, que debería, pero no puede ser propia, pero que sólo se percibe, cuando se es mexicano: vencer a Estados Unidos en futbol, tiene una dimensión distinta, por eso mismo, para la afición del Tri, de cualquier lado de la frontera, hay dos condecoraciones extra: el rostro abatido y las palabras vencidas arrastradas (no rastreras) al pronunciarlas, de Landon Donovan, y la otra, esa que embiste a todos los latinos: el berrinche del arquero Tim Howard al decir que la ceremonia de coronación apestaba a estiércol por haberse llevado a cabo en español, y que ello debía avergonzar a la Concacaf, aunque esta por cierto, no se distrae con ese tipo de debilidades de sentirse apenada.

"Tus desdichas hacen mayores nuestras dichas", aseguraba el escritor Oscar Wilde, y debe describir perfectamente a la afición mexicana.