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La seducción de lo improbable

Brasil fue superior, pero clasificó Paraguay EFE

BUENOS AIRES -- Siempre me gustó pensar que en un partido de fútbol suele haber un equipo que merece la victoria más que su rival. Aquel que, pese a defectos circunstanciales, tuvo la vocación de jugar bien, de poner en uso su creatividad para intentar llegar al gol. Darle la pelota redonda a un compañero, asociarse con la idea de ir hacia adelante, alentar la gambeta.

Pero si siempre aquel que merece el triunfo lo lograra ¿Sería el fútbol lo que es? Lo dudo.

Creo que uno de los ingredientes que hacen a este deporte tan popular es la posibilidad siempre latente de que el más débil -que a veces más que débil es el más amarrete- gane contra toda lógica.

La chance de que lo improbable se haga realidad.

Que no siempre el que tiene a los mejores jugadores, el mejor plan y las mejores ideas termine los 90 minutos festejando.

Eso en el fondo nos gusta a todos los futboleros.

Entonces, no podemos maldecir a la injusticia. Porque, al menos en el fútbol, ella es la responsable de buena parte de la diversión.

Eso, siempre y cuando seamos observadores neutrales.

De lo contrario pasa lo que sabiamente describió un amigo con el que hablaba de este tema.

"Un poco de cariño por uno de los equipos y se te arruina todo".