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La era de Uruguay

Edinson Cavani festeja el título con un hincha Getty Images

BUENOS AIRES -- Desde aquel angustioso empate 1-1 frente a Costa Rica en el estadio Centenario que significó la clasificación para el Mundial de Sudáfrica, todo cambió en el alma y en la mente de los uruguayos. Aquel húmedo día de noviembre comenzó esta nueva "era de Uruguay" en el fútbol sudamericano.

En los últimos cuarenta años la Celeste aprendió a sufrir. Atrás habían quedado los logros de otros tiempos y todos los grandes festejos se veían en blanco y negro. Sólo ganó alguna Copa América aislada y clasificar a las Copas del Mundo se convirtió en una verdadera odisea. Además, los clubes perdieron relevancia en las Copas internacionales, en las que Nacional y Peñarol cedieron sus papeles protagónicos.

En suma, el fútbol charrúa había abandonado el sitio en el que siempre estuvo, el lugar donde nació. Esta parte del mundo tuvo en su historia tres grande referentes: Uruguay, Brasil y Argentina. En las décadas modernas esa supremacía se limitó a los dos últimos Seleccionados, mientras el pequeño pero gigante país oriental sufría una derrota tras otra. Hoy, todo cambió y el destino regresó a la Celeste adonde pertenece.

En este último año se consumó el resultado de un trabajo que comenzó en 2006, cuando llegó Oscar Tabarez al banco de Uruguay. Después de la derrota frente a Australia y la eliminación del Mundial de Alemania, el fútbol charrúa entendió que necesitaba un cambio radical y para eso llamó a un Maestro. El entrenador que ya había dirigido al equipo nacional a fines de los ochenta desembarcó con un proyecto global que incluía a las Selecciones juveniles.

Aunque tardaron en aparecer, los resultados le dieron la razón. En las Eliminatorias para Sudáfrica, Uruguay estuvo cuatro partidos sin ganar, perdió 0-4 contra Brasil en el Centenario y no le pudo ganar a Venezuela. A pesar de estos problemas, la dirigencia sostuvo a Tabarez, quien tras el triunfo en el repechaje, logró clasificar a para el Mundial de Sudáfrica, donde debió hacerse fuerte en el "grupo de la muerte".

En la Copa del Mundo, se confirmó el resurgimiento del fútbol uruguayo. Ganó la zona tras vencer a México y al local, derrotó a Corea del Sur en octavos y superó por penales a Ghana después de la salvadora mano de Luis Suárez, el héroe de la Copa América. Luego, hizo grandes partidos contra Holanda y Alemania. Terminó cuarto, pero ya estaba otra vez en lo
más alto del continenta, por encima de los gigantes Argentina y Brasil.

Y allí, entre los mejores, Uruguay se siente cómodo. El jugador uruguayo sabe que ése es el lugar que le pertenece, por historia y por capacidad. Entonces, cuanto más arriba está, más crece. Y tanto creció desde ese repechaje que hoy es el campeón de América sin discusiones. Nadie se atreve a cuestionar el liderazgo continental de la Celeste porque no hay equipo que funcione mejor que este.

Hay quienes tratan de limitar el éxito uruguayo a la lucha y a la actitud de sus jugadores. Hablan de la "garra charrúa" y nada más. Esa entrega es real e indiscutible, porque la solidaridad es una de las principales virtudes de esta Selección. Sin embargo, este equipo también juega. Lo demostró en el momento más importante, en la gran final. Contra Paraguay jugó su mejor partido, con un Forlán lujoso y con un Suárez que primero piensa y luego entrega el corazón. La Celeste juega bien no sólo porque sus jugadores se tiran a los pies,
sino también porque levantan la cabeza y piensan.

Si se necesitaba algo más para confirmar la resurrección del fútbol uruguayo, la obtención de la 15ª Copa América elimina todas las dudas. Cuarto puesto en el Mundial, clasificación a los Juegos Olímpicos, subcampeonato del mundo sub 17, Peñarol y Nacional en la final y en las semis de la Libertadores, siempre presente en los torneos juveniles. Resultados que describen una época impresionante para un país que vive del fútbol y hoy disfruta como nunca, o como siempre.

Esta nueva era de Uruguay empezó hace menos de dos años y amenaza con quedarse mucho tiempo más. Porque ellos ya estuvieron allí, saben como llegar y sobre todo como mantenerse. Hoy, son los reyes de América y sus tres millones de habitantes celebran mientras Argentina y Brasil sufren una nueva decepción. Arriba de todos está la Celeste.