<
>

¿Quieres tener ranking de WTA?

MEXICO -- ¿No tienes talento? No importa. ¿Ya has llegado a las cuatro décadas? No hay problema. ¿No puedes ganar siquiera un game contra tus nuevos "colegas"? No pasa nada. Tu nombre puede aparecer tranquilamente en el ranking de la WTA. Solo necesitas tener dinero para comprar tu espacio entre las mil doscientos mejores tenistas del mundo. Y listo. Lo consigues.

Eso fue lo que hizo Andrea Paredes este año. Y su caso demuestra que el acceso al escalafón mundial femenino está al alcance de cualquiera que quiera pagar por ello.

Paredes, una chilena de 40 años, jugará este lunes la 1ra ronda del Women's Circuit de Rosario, un torneo que reparte 25 mil dólares en premios y puntos para el ranking. Andrea debutará frente a la argentina María Irigoyen, actual 342 del mundo (ex 167 en julio de 2010). Y seguramente perderá por un score abultado: las diferencias tenísticas entre una y otra son abismales. Tanto, que Irigoyen podría ganar el partido sin ceder ni un punto, si se lo propusiera.

La pregunta es cómo llegó Paredes a ocupar un lugar en el Main Draw de Rosario. Y la respuesta es simple: lo compró. Mediante su empresa, una financiera de nombre Moneda, Andrea aportó una suma no conocida de dinero para el torneo. Su compañía se convirtió en el auspiciante más importante del certamen. Y a cambio, los organizadores del evento le cedieron a Moneda el uso de una Invitación Especial para el cuadro principal. Paredes usará esa invitación.

Este es el tercer torneo del año en el cual Paredes hace uso de esta fórmula para asegurarse un lugar en el Main Draw. Anteriormente lo había hecho en un Women's Circuit en Buenos Aires, en marzo pasado; y luego en Itaparica, Brasil, en mayo. En ambos torneos perdió 6-0 y 6-0 en su debut.

Pero los eventos en Buenos Aires, Itaparica y Rosario tienen una similitud: los 3 reparten 25 mil dólares en premios, y entregan 1 punto para el ranking de WTA a cada jugadora que pierde en 1ra ronda. Paredes ya tiene 2 puntos. Y esta semana sumará su 3ra unidad.

"Para aparecer en el ranking de la WTA, las jugadoras deben ganar puntos en al menos tres torneos", dice la Guía de Prensa 2011 de esta organización. Y esa es la condición que cumplirá Paredes el lunes 28 de noviembre. Así, ya desde la semana siguiente, Andrea aparecerá en la posición 1200 del escalafón femenino. Y al menos durante los próximos 4 meses ella podrá hacer uso de ese privilegio, entrando directo a clasificaciones de eventos de 10 mil dólares (los más pequeños) o, con un poco de fortuna, ingresando a algún Cuadro Principal.

Paredes, entonces, hará historia: muy posiblemente será la peor tenista que alguna vez haya llegado a tener ranking de WTA. Gozará del hecho de figurar en ese listado exclusivo al menos hasta principios de abril, cuando el punto ganado en Buenos Aires deje de contar. A menos que entre diciembre y marzo sume alguna otra unidad, ya sea ganando partidos en los courts o comprando alguna otra invitación especial.

Lo cual nos lleva al punto clave de la cuestión.

Andrea Paredes no es el foco de la polémica, sino tan solo el ejemplo de que algo no está bien. Paredes es la encargada de demostrar que todo tiene precio. Todo se puede comprar. Y todo está en venta.

El sistema le permitió a ella comprarse su lugar en los torneos, junto a las profesionales del tenis. Y lo hizo no una, sino tres veces. Los organizadores y hasta las mismas federaciones (en este caso, la Asociación Argentina de Tenis), dieron su visto bueno. Todos sabían (saben) que Paredes es apenas una discreta jugadora de fin de semana, que ni siquiera podría competir a nivel interclubes. Pero eso no importó. Al fin, la situación no quebrantaba ninguna regla.

He podido hablar con aquellos que aceptaron el intercambio. Y entiendo sus explicaciones: el dinero de Paredes sirvió para llevar a cabo el evento, o para mejorar su categoría. Decenas de jugadoras profesionales se beneficiaron por esa situación. Y la presencia de Andrea fue apenas un daño colateral.

Lo comprendo. Y más cuando esto pasa en Sudamérica, donde hacer un torneo profesional implica un sacrificio enorme para conseguir el sustento económico, lograr que los sponsors se acerquen, y luego evitar perder (mucha) plata. Llega alguien que aporta dinero a cambio de un wild card, y no hay mucho que pensar. Ponemos los carteles de Moneda en los courts; subimos su logo al website del evento (y luego lo quitamos, como pasó en Rosario); tratamos de que el tema quede en silencio; la ponemos a jugar el lunes en la cancha más alejada (la número 5, en el caso del torneo de Rosario ) ; y dejamos atrás lo antes posible el momento.

Porque la situación genera incomodidad. No hay duda. Provoca cuestionamientos internos en quienes aceptan entregar las Invitaciones Especiales de esta forma. Ellos saben que no está bien. Entienden que debería haber un mérito deportivo para competir, y no solo la combinación de Gusto & Money para hacerlo, como es el caso de Paredes. Claro que algo está mal. Y todos lo sabemos.

Quizás el caso de Andrea sea la excepción. Quizás nunca se repita. Tal vez jamás vuelva a aparecer alguien con el plan de figurar en el ranking mundial aferrándose únicamente al poder de sus billetes. Pero el precedente ya ha sido instaurado: cualquiera puede jugar un torneo profesional de 25 mil y tener ranking. Cualquiera con unos cuantos miles de dólares y cero talento.

Lo hizo Andrea Paredes. Lo podría haber hecho alguien más. Se puede hacer. ¿Volverá a pasar?