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Roger, ese gran campeón

BUENOS AIRES -- El Masters 1000 de Madrid presentó una superficie nueva y llegaron a la final los dos que más se adaptaron: el checo Thomas Berdych y el mismo gran campeón de siempre, Roger Federer.

La mención al polvo de ladrillo azul es inevitable. El piso generó mucha polémica y no se sabe si lo volverán a utilizar alguna otra vez en el circuito. Además, lo llaman polvo de ladrillo, pero no lo es. En realidad sale de un tabique que es originalmente un ladrillo blanco y luego es teñido de azul. El problema que tuvieron los jugadores -y por eso sus quejas en el transcurso del torneo- es que no se pueden agarrar al piso. Es como una arenilla. Un jugador, normalmente, puede deslizarse medio metro sobre arcilla. En Madrid, en cambio, superaban largamente el metro y medio. Parecía que patinaban en la cancha. No los vi trabarse. Si se trababan, era porque se querían afirmar.

En ese contexto, Berdych logró una buena adaptación porque da pasos cortos y generalmente no desliza. Juega en este tipo de piso como en las canchas rápidas, corre como en las canchas rápidas y prefiere pasar la pelota antes que deslizarse. Por otra parte, se trata de uno de los jugadores que más hace correr la bola: le pega completamente plano, lo que en esa cancha le permitió jugar un tenis rapidísimo.

El checo sacó bien en la final, y pegó bárbaro la derecha durante todo el torneo. Eso fue fundamental para que pudiera disputarle mano a mano el juego definitorio a Federer. En ese match, tomó la iniciativa durante el primer set y aprovechó un mal aranque del suizo, que parecía desconcentrado, jugaba demasiado hacia arriba y llegó a enganchar la pelota en un par de oportunidades.

Es justo señalar que Roger no tuvo un gran día y eso se notó particularmente en la primera manga. De allí en adelante el suizo levantó su nivel. Para lograrlo, el de Basilea jugó mucho revés con slice -sobre todo en las devoluciones de saque-, se acomodó con la derecha y logró jugar a los lados consiguiendo mejores aperturas. Con eso le quitó los apoyos a Berdych. El checo lastima porque se apoya y tira: si está derecho y suelto sus tiros duelen. Federer le quitó esa posibilidad desde el segundo set.

En ese parcial que comenzó con su remontada, el ganador de 16 Grand Slams subió su porcentaje de primeros saques y logró un quiebre muy temprano que cambió el rumbo del encuentro. Es que, le guste o no le guste la superficie, Federer es el hombre que mejor se adapta en cualquier tipo de cancha. Sobre todo si se trata de una superficie rápida en la que cuesta encontrar cómo afirmarse. Si mañana inventaran una cancha de hielo, el suizo sería el primero en adaptarse. De eso no cabe ninguna duda, porque es el jugador que tiene más recursos técnicos.

En el partido de primera ronda dejó en el camino a Raonic, en un partido durísimo, puramente por sus recursos. Contra Berdych no tuvo que apelar tanto a su técnica, sino a poner la cabeza en los momentos en que dejaba resucitar al contrario. Porque si después de estar 5-3 arriba con el saque, llegas a estar 5-5, es muy difícil ganar el servicio propio y quebrar para ganar un set.

Y Roger volvió a demostrar su temple de campeón en esos momentos tan difíciles: tiene una cabeza inmejorable. Quizá no contó con el foco necesario para cerrar el juego con el 5-3. Pero sí logró el objetivo para volver a romper el saque rival en momentos de definición.

Federer jugó con autoridad y solvencia, y está con una motivación tremenda. Con el título, llegó a ser número dos del mundo. Y si en Roma gana el torneo y Djokovic pierde antes de los cuartos de final, volverá a ser el número uno. Es muy difícil, pero existe esa chance matemática. Si lo logra, superaría otro récord y se confirmaría -una vez más, como si quedaran dudas- como uno de los más grandes hombres de la historia del tenis.