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El dilema de votar en el Salón de la Fama

¿Llegarán alguna vez Mark McGwire o Barry Bonds al Salón de la Fama de Grandes Ligas? Michael Zagaris/Getty Images

Las papeletas para la clase 2013 del Salón de la Fama deben salir al correo a los votantes el lunes, y dentro del mismo sobre también habrá páginas que contienen biografías breves de la carrera de cada uno de los candidatos.

Para Roger Clemens, es probable que haya mención de sus siete premios Cy Young, los ocho años en los que lideró la liga en promedio de efectividad, las 354 victorias en su carrera, las 4,916.2 entradas y los 4,672 ponches.

Al lado del nombre de Barry Bonds, habrá una cita de sus 763 cuadrangulares, más que nadie en la historia del béisbol, y sus 2,227 carreras, 2,935 hits, 2,558 bases por bolas, 514 bases robadas, siete premios de Jugador Más Valioso y ocho del Guante de Oro. Los números de Sammy Sosa y Mike Piazza y el resto serán presentados igualmente, en un lenguaje neutral.

Pero, como pueden atestiguar Mark McGwire y Rafael Palmeiro y Jeff Bagwell, la lista de los puntos destacados de su carrera no contiene la información que muchos escritores -- entre el 45 y el 88 por ciento -- ven como la prueba de fuego para juzgar si el pelotero es digno de ser exaltado. En los mini currículums no habrá ninguna mención de esteroides o la hormona de crecimiento humano o testosterona o píldoras o agujas hipodérmicas.

McGwire ha reconocido el uso de sustancias para mejorar el rendimiento. Palmeiro fue suspendido por dar positivo a esteroides. Bonds reconoció haber usado, pero no a sabiendas. Clemens dice que no ha hecho nada, y lo mismo alega Piazza. Sammy Sosa respondería si hubiera entendido la pregunta, como indicó en el Congreso de Estados Unidos en 2005, pero su inglés es sólo funcional en las conversaciones cotidianas y en los comerciales. No hay pruebas concluyentes de que Bagwell los haya utilizado, pero hasta la fecha, ha sido condenado anualmente por un gran núcleo de escritores porque sospechan que se dopaba, dado su musculatura en el pasado y su amistad con Ken Caminiti.

En cuanto a las Grandes Ligas se refiere, McGwire y los otros candidatos al Salón de la Fama simplemente son ex jugadores bien parados. McGwire sirvió como coach de bateo de los Cardenales antes de ser contratado recientemente por los Dodgers. Bagwell ha hecho trabajos para los Astros y Clemens y Bonds tienen contratos de servicios personales con sus antiguos equipos.

En cuanto al Salón de la Fama se refiere, McGwire y los otros candidatos están bien parados. Van a aparecer en la próxima boleta, calificados para recibir votos -- y, si consiguen suficientes votos, serán exaltados. (Pete Rose, por otra parte, nunca apareció en una boleta del Salón después de haber sido exiliado por las Grandes Ligas por apostar en partidos de su equipo, tendría que obtener un permiso especial para hacer alguna aparición en representación de los Rojos de Cincinnati.)

Son los escritores y los escritores independientes quienes forman el cuello de la botella.

En el pasado, los escritores del béisbol han pedido aclaraciones del Salón de la Fama de cómo se deben manejar los candidatos de la era de los esteroides. Si están en busca de orientación, tal vez deberían seguir el ejemplo de las Grandes Ligas. El comisionado Bud Selig no ha despojado ningún expediente o logros -- con la única excepción del retiro voluntario de Melky Cabrera de la carrera por el título de bateo de 2012 -- y no ha exiliado a Clemens ni a Bonds o Sosa. Antes del Juego 1 de la Serie Mundial, Bonds entró en el camerino de los Gigantes sin ser detenido por la seguridad y seguirá siendo así.

Tal vez los escritores deberían seguir el ejemplo del Salón de la Fama, que siempre ha adoptado una actitud de mente abierta de que se trata de un museo destinado a documentar la historia, con todo lo que eso conlleva. El Salón no es el País de Nunca Jamás, donde todo el mundo se mantiene joven y pretende que los jugadores son perfectos en todo lo que hacen. Puedes caminar hacia el centro de investigación del Salón y pedir toda la información que tienen sobre el uso de esteroides en el béisbol, y no te echan fuera por preguntar, sino que la gente que dirige el museo siempre hará todo lo posible para preservar la historia del juego lo mejor que puedan.

Y parte de la historia del juego es que el uso de fármacos ha sido parte de este deporte durante muchos años, y lo seguirá siendo. Con el tiempo, la capacidad de los fármacos aumentó y también lo hizo el consumo de ellos, casi pasando por desapercibido.

Podemos discutirlo todo acerca de quién debería haber hecho qué para detener esto, si se trataba de los dirigentes sindicales o los propietarios o de los agentes o los jugadores limpios o los sucios o los escritores.

Lo que no se puede debatir es que durante un período de más de 50 años, cuando data el primer uso de anfetaminas hacia finales de la Segunda Guerra Mundial en la primera parte del siglo 21, la institución del béisbol en general no respondió a un crecimiento desenfrenado en el uso de drogas. La dirigencia sindical no respondió. Las Grandes Ligas no respondió. Los jugadores -- incluso algunos exaltados actualmente en el Salón de la Fama -- no respondieron. Las reglas de entonces que estaban vigentes no se aplicaron.

En ese vacío, muchos jugadores, muchos, optaron por usar drogas, desde el conocido "jugo rojo" hasta los esteroides comunes. Muchos no lo hicieron. Nunca sabremos exactamente quién hizo qué, cuándo lo hicieron y cuál es el impacto preciso que tuvo en sus respectivas carreras -- y las de los otros jugadores.

Lo que sí sabemos es que miles y miles de juegos fueron jugados, con miles y miles de peloteros ayudados de una manera u otra por las drogas, legales e ilegales. Ya contamos con un Salón de la Fama que incluye a consumidores de drogas para mejorar el rendimiento (PED, por sus siglas en inglés), dada las décadas largas de influjo de anfetaminas.

Detener a algunos de los participantes a la puerta de un museo de la historia parece absurdo, porque la historia pasó, nos guste o no.

Así que los escritores de béisbol deben salirse del camino, en lugar de actuar como celosos guardianes de cruce, habilitados por su voto. El trabajo de los escritores siempre debe reflejar la historia, no determinar legados, ese es el trabajo de los jugadores, los buenos y los malos.