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Cuba vive una perestroika beisbolera

El anuncio fue sorpresivo. No por el hecho de que Cuba juegue en la próxima Serie del Caribe que se va a celebrar en febrero del año próximo en la isla venezolana de Margarita.

Eso ya se había negociado, para que los cubanos, aprovechando los estrechos vínculos entre los gobiernos de La Habana y Caracas, participaran, pero en calidad de invitados, algo que no garantizaba su presencia más allá del 2014.

Lo sorprendente es el cambio brusco de timón y la entrada de Cuba como miembro pleno de la Confederación de Béisbol del Caribe, con todos los deberes y derechos que ello implica.
Higinio Vélez, el oscuro personaje que figura como titular de la Federación Cubana, hizo el anuncio con bombos y platillos.

Aunque todo el mundo en Cuba sabe que la mano que lleva las riendas del béisbol es Antonio Castro, hijo de Fidel y sobrino de Raúl, Vélez fue el encargado de dar la noticia, así como anticipar cambios en el calendario de la Serie Nacional para adecuarlo en fecha con el certamen caribeño.

Pero venga de quien venga la decisión, es positiva para ambas partes, tanto para la isla, necesitada de un renacimiento estructural que le permita relanzar su otrora poderoso béisbol, como para el evento, que cada año baja más su calidad competitiva por la negativa de los equipos de Grandes Ligas de permitir a las estrellas latinas participar en sus torneos invernales.

Incluso, como dice el refrán, a río revuelto, ganancia de pescadores. El reingreso de Cuba podría traer aparejada la entrada de un sexto país, sea Panamá, fundador de estos clásicos en 1949, o Colombia o Nicaragua, que llevan años pujando por integrarse a la Serie del Caribe.

Ello haría más atractivo el calendario, que por ahora tendrá un cabo suelto y obligará a alguno de los participantes a tomarse una fecha libre en la apretada agenda del torneo.

Y desde el punto interno, sin dudas el béisbol cubano está viviendo una especie de perestroika, un proceso de apertura inevitable que podría llevar incluso a la profesionalización del béisbol, 51 años después que el padre de Antonio eliminó en 1962 el deporte rentado.

Claro que no sería de golpe, sino que hay un largo camino por recorrer, que podría pasar por la convocatoria de peloteros cubanos que juegan en las Grandes Ligas a integrar la selección nacional, por ejemplo, al IV Clásico Mundial.

Pero poco a poco se van derribando barreras. Una de ellas tiene que ver con el embargo económico que Washington mantiene sobre La Habana desde 1962.

El día que a Cuba le toque organizar la Serie del Caribe (posiblemente sería en el 2017), el Departamento de Estado tendría que emitir permisos a peloteros norteamericanos que juegan en los torneos invernales del área para poder asistir al certamen en La Habana.

Pero quién sabe si como mismo la diplomacia del ping pong ayudó en los años 70 a establecer vínculos diplomáticos y comerciales entre Estados Unidos y China, es el béisbol el vehículo idóneo para normalizar las relaciones entre los vecinos separados por tan sólo 90 millas de mar.