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Bale, de precepciones y realidades

BRISTOL -- Hace más de una década, en plena campaña electoral, Florentino Pérez solía decir que con él en la presidencia del Real Madrid jugarían los mejores del mundo. No hay campaña en el momento. Estas palabras se le escuchaban cuando quería llegar a la dirección un club que antes de su arribo no tenía ni lapiceras para hacer firmar a las grandes figuras. Su espíritu visionario, atrevido, lo llevó a convencer a Figo, Zidane, Ronaldo & Co. que estar en el Real Madrid era equivalente a estar en el mejor lugar posible. En el mejor club del mundo.

Florentino en algo no ha sido creativo. La consigna de tener a los mejores jugadores del planeta dentro del Estadio Santiago Bernabéu fue algo que aquel presidente, Don Santiago, le heredó a la identidad del club. La misma razón por la que en 1944 decide que en plena crisis posguerra, el club se embarcara en la construcción de un estadio lejos de la realidad de ese momento, pero cerca de la imagen que Don Santiago tenía del futuro. Ese estadio tan grande sólo se llenaría si en su terreno de juego aparecen las mejores figuras del fútbol. Ese es el credo del Real Madrid: jugarán ahí lo mejores.

Florentino ya imitó a Bernabéu, no en la construcción de un palacial estadio, si en la gran inversión en tiempos de crisis. Con la economía mundial cayendo a un ritmo que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial, Florentino Pérez produjo en el verano del 2009 la pasarela de presentación de futbolistas más lujosa de la historia. Parte de la inversión de 252 millones de euros caminó por esa alfombra blanca: Cristiano Ronaldo, Kaká, Karim Benzemá. "Hala Madrid" gritaron todos y los miles de miles, les respondieron. "Hala, Madrid".

La mayor inversión en una ventana de traspasos en la historia de un club. John Carlin en su libro "Los Angeles Blancos" cita un lema del ejército estadounidense, quizás de origen napoleónico: "lo difícil lo hacemos de inmediato. Lo imposible nos cuesta un poco más". Florentino Pérez no cree en imposibles. Gareth Bale, uno de los mejores jugadores del mundo. Imposible: menos ante los ojos de un idealista. Los fichajes más caros del mundo solían estar atados a la condición de gran figura del fútbol mundial del jugador en cuestión. Con Bale se rompe el molde.

Figo fue Balón de Oro en el año que se cambió a la camiseta blanca. Zidane ya era muy Zidane cuando llega al Real Madrid. Ronaldo, venía de un renacimiento en el Mundial de Corea/Japón donde fue la figura. Si Gareth Bale ha costado más que Cristiano habría que evaluar qué hizo Bale para superar el Balón de Oro que ya había ganado el portugués cuando abandera el verano de las pasarelas. Zlatan pasó al Barcelona habiendo ganado ligas y títulos de goleo en Italia. Es imposible encontrarle sentido al costo de Bale, gran jugador, pero en ciernes apenas.

Lo imposible cuesta un poco más. Costará entonces más de alguna campaña mediática que le haga creer al dócil aficionado que el galés es un enorme futbolista, más allá de su portento físico. Que aprenderá a cabecear porque su capacidad atlética le brindará esa posibilidad. Que tácticamente superará sus limitaciones. Que aprenderá a jugar al fútbol sin la pelota y dejará de pedir la pelota al píe antes que buscar el espacio. Esa campaña potenciará cada buena acción, las que seguro vendrán. Es la frecuencia en la que lleguen en donde se siembra la duda. Bale no es un gigante de futbolista. Puede serlo, pero aún no lo es.

Bale le pone peso a una liviana maleta con el premio al mejor futbolista de la Premier League que ganó dos veces en su carrera. Una aparición que alimenta la necesidad del fútbol británico por generar una figura del medio local que comercialmente compita por los euros de la publicidad. Bale agiganta la percepción que rodea su realidad siendo el protagonista de una extensa novela con un final predecible. Un club con el tamaño del Real Madrid persiguiendo con extrema insistencia a un jugador. Será que el jugador es entonces extremadamente bueno. Esa es la percepción en estado de glotonería.

La realidad es que a partir de este 2 de septiembre, Gareth Bale es jugador del Real Madrid. Lo que significa un gran fichaje para el club y sus intenciones. Aunque no cumpla con ser de los mejores del planeta. Ante tanto revuelo provocado por el costo de su traspaso, lo terminaremos creyendo. Ahora a jugar. Algo que Bale no haría sino hasta que se reanude la competencia de Liga el 14 de septiembre. Casi dos meses después de su último contacto competitivo con una pelota en un amistoso ante el Swindon (anotó a los 14 minutos de partido).

Después se vino un pantanoso proceso. Tensó la cuerda. Se le veía caminando a la oficina de su representante, en Marbella tomando sol, pero no entrenando. Si Carlo Ancelotti tiene paciencia, podría pasar todo un mes hasta verle en competencia. No hay que olvidar que no juega con la presión de otros. Bale no estará en el Mundial. Puede esperar. Como puede esperar que la percepción que genera la etiqueta de su precio sea acorde a la realidad. De justificarlo, a Bale lo calificaría como un fichaje visionario. Una decisión de hacer grande hoy lo que será grandísimo mañana. Igualmente, sea lo que sea, Florentino ya escuchó a Bale decir: "Hala Madrid".