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Peralta a los Cardenales: nada que explicar

Jhonny Peralta y los Cardenales nada tienen que explicar sobre el convenio firmado Mark Cunningham/Getty Images

El dominicano Jhonny Peralta acaba de firmar un contrato por cuatro años y 52 millones con los Cardenales de San Luis.

El pacto ha generado una polémica discutible, tratándose de un jugador que fue suspendido por 50 juegos la pasada campaña por su vinculación con el escándalo de la clínica Biogénesis de Coral Gables.

Tal ha sido la controversia que la gerencia de los Cardenales han salido a explicar sus razones para firmar a Peralta, un hombre que reforzará considerablemente la ofensiva en una posición que representó un hueco en la alineación en el 2013.

Algunos colegas creen que semejante contrato envía un mensaje equivocado al mundo del béisbol, pues premia a quienes usan sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento.

Desde mi punto de vista, los Cardenales no tienen por qué dar explicaciones de esta decisión, ni el dominicano sentirse avergonzado por su nuevo convenio.

Como mismo consideré inapropiado que Peralta y su compatriota Nelson Cruz fueran usados en la postemporada por los Tigres de Detroit y los Vigilantes de Texas, respectivamente, creo que nadie tiene el derecho de juzgar las nuevas oportunidades que les ofrece la vida.

En primer lugar, no estamos hablando de delincuentes ni mucho menos. Son jóvenes que en algún momento sintieron la presión que les impuso el mismo círculo vicioso en que se ha convertido la relación béisbol-dinero-rendir a toda costa y decidieron tomar atajos que los apartó del buen camino.

Ya pagaron sus culpas y merecen un nuevo comienzo, con todo y que la política de sanciones de las Grandes Ligas para quienes consuman sustancias prohibidas es ridícula y más que castigos parecen vacaciones para quienes las reciben.

Pero eso es lo que hay por el momento y la culpa de que el sistema de sanciones sea risible no es ni de Peralta, ni de Cruz, ni de ninguno de los otros que han sido castigados.

Si la sociedad es capaz de darle segundas y hasta terceras oportunidades a criminales, ¿por qué negárselas a estos muchachos, cuyas fallas son de cierta manera producto del propio sistema de Grandes Ligas?

Ah, bueno, una cosa es que a los dopados se les niegue la entrada al Salón de la Fama de Cooperstown y otra muy distinta es estigmatizarlos al punto de que tengan que andar siempre con la cabeza baja por el mundo.

Si son inteligentes, sabrán sacar enseñanzas de este trago amargo que acaban de beber y tratarán de seguir adelante con sus carreras basados sólo en las cualidades y talento que tienen.