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240 millones de razones para irse a Seattle

Terminó la novela de Robinson Cano. El dominicano será a partir del 2014 y hasta el 2023 el segunda base de los Marineros de Seattle.

El acuerdo de 240 millones por diez años iguala el contrato que su compatriota Albert Pujols firmó hace dos temporadas con los Angelinos de Los Angeles.

De esta manera, tres quisqueyanos, Alex Rodríguez, Pujols y Canó son los peloteros mejor pagados de todas las Grandes Ligas.

Sin embargo, aunque el pacto garantiza la seguridad económica de varias generaciones del apellido Canó en República Dominicana, la pregunta que muchos se hacen en este momento es si el intermedista sacrificó su legado deportivo por el dinero.

Vamos por parte. Para Robinson Canó, como para el resto de los peloteros, el béisbol es su trabajo, así que no es criticable que haya preferido irse a donde más dinero le paguen.

El problema es que no todo se trata de dólares. Canó, a quien considero el segunda base más natural que he visto en mi vida y uno de los bateadores más completos de todo el béisbol, se ha ido a la franquicia más mediocre de todas las Grandes Ligas, en lo que a éxitos deportivos se refiere.

Seattle es el único equipo de la Liga Americana que jamás ha saboreado el placer de jugar, no ya de ganar, sino de jugar en una Serie Mundial, dudoso privilegio que comparte con los Nacionales de Washington en la Nacional.

Grandes figuras que pasaron por los Marineros tuvieron que irse de allí para poder atesorar un anillo de campeón, como el propio A-Rod, Randy Johnson, Tino Martínez...

Otros se fueron en busca de esa posibilidad, aunque no lo lograron tampoco en sus nuevos equipos, como Ken Griffey Jr. e Ichiro Suzuki.

Canó dirá que ya él tiene uno, que ganó con los Yankees en el 2009 y al menos eso podrá mostrarle con orgullo a Félix Hernández, uno de los mejores serpentineros de la actualidad que ha decidido enterrarse en vida en aquella suerte de Siberia beisbolera que es Seattle.

Lamentablemente, el fatalismo geográfico también existe en el béisbol. Si Edgar Martínez hubiera jugado en una franquicia más mediática, quizás ya hoy estuviera en el Salón de la Fama de Cooperstown.

Pero como dice mi colega Héctor Cruz, esto es un negocio y del legado no se vive.

Canó recibió 240 millones de razones para hacer sus maletas y mudarse al otro lado del país, aunque con ello es muy posible que nunca más vuelva a vivir la adrenalina de una postemporada y se haya perdido la certeza de ver su número retirado en el Monument Park del Yankee Stadium.

Suerte para él en esta nueva etapa y suerte para los Marineros, que ojalá no tengan que lamentar en unos pocos años haber comprometido esa cantidad de dinero por tantos años.

Ojalá que en esto, Canó no iguale a Albert Pujols.