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Villa Clara no quedó en deuda

ISLA MARGARITA, Venezuela -- En el béisbol no hay que ser genio y mucho menos con las estadísticas de hoy en día, lo que hay que estar es informado. Y precisamente en la era de la información, no estarlo es como un pecado sobre todo en un deporte donde los números son parte de su esencia.

Villa Clara arrancó como el favorito para muchos. Sí, de muchos románticos, soñadores fanáticos, pero también de los desinformados.

Y no es crítica. Solo que afirmar que un equipo que es parte de una liga que se autocalifica como profesional apenas hace unos meses, que utiliza jugadores que solo ven acción en su propio circuito, que no recibe la diversidad de talento fuera de su cerrado círculo y que enfrenta por primera vez en su historia una competición internacional profesional, es realmente un punto de desinformación.

No pretendo ser ave de mal agüero ni un crítico necio. Solo creo que es el realismo del béisbol moderno.

Es innegable la alarma interna entre los fanáticos cubanos sobre el descenso del nivel de juego de la Serie Nacional, su falta de pitcheo, la ausencia de grandes figuras y de la gran atención que las estrellas cubanas en el exilio, específicamente en las Grandes Ligas, atraen por sus proezas y contratos multimillonarios.

Hay que considerar todas estas variables para comparar el estado de un circuito que tiene un "techo" como muchos de los propios jugadores cubanos han descrito la Serie Nacional, un adjetivo que nunca he escuchado de nadie en las demás ligas del latinoamericanas, por muy buena o mala que pueda ser.

Anoche ese techo salió a relucir.

Y no se sí fueron los nervios de principiantes o sólo un mal juego. Quizás es muy temprano para afirmarlo, pero en la primera prueba real para medir niveles de equipos de liga, Villa Clara se vio muy mal.

La gran carta de los Naranjas, Freddy Asiel Álvarez, no fue el fenómeno que las decenas de scouts fueron a ver. Tampoco lo fue el internacional Ismel Jiménez, dos de los mejores lanzadores antillanos de la actualidad. Y la ofensiva no pudo con los envíos del Alfredo Aceves, un aguerrido lanzador que lució perfecto para darle la bienvenida al verdadero profesionalismo a los equipos de la isla.

El Villa Clara de hoy no es el Almendares, Cienfuegos o Marianao de los cuarentas y cincuentas. Esos eran equipos profesionales no sólo porque los peloteros recibían dinero en remuneración por su trabajo, sino por la diversidad de jugadores que enriquecieron su nivel. Por ese intercambio de grandes jugadores que se desarrollaron en la pelota cubana y aquellos que aprendieron sus mañas fuera de sus fronteras. Esos que elevaron la pelota cubana a estratos religiosos.

Para Cuba esto apenas es el inicio pero ha sido un proceso lento de renovación, reinvención y apertura de la riqueza y pasión de su pelota. Cada detalle, cada cambio que se viene dando, cada proyecto que se ha completado en los últimos años desde jugar con bates de madera hasta poner un equipo en la Serie del Caribe, pasando por las permisologías para que jugadores puedan ver acción más allá de sus fronteras, han labrado el camino para retomar la aquellos trabucos.

Mi invitación es a no perder la perspectiva. Para Cuba esto es un inicio, no la continuación de una larga pausa y como principiante arranco por debajo, como era de esperarse. Lo que es innegable es que su presencia pesa en el torneo y debe ser permanente.