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La princesa del hielo

Getty Images

BRISTOL -- Su rostro, una cobija en plena guerra fría. Embajadora de un bloque socialista que contaba con su figura para proyectar algo diferente. Katarina Witt (Staaken, RDA. 1965) sabía que era una emisaria agradable de un conjunto de naciones distantes del mundo occidental. Que ese rostro, al salir de aquellas fronteras, era capaz de transmitir una imagen más amable que el férreo y frío retrato de los políticos. Witt era luz desde donde sólo se emitían sombras. El rostro bello del comunismo.

El deporte de los años 80 residía en la polarización consecuente de una era política a las puertas de cambios dramáticos. Los modelos políticos se enfrentaban permanentemente y el escenario del deporte era uno de los favoritos. Para pelear aquellas batallas, se supo un tiempo después, que el bloque socialista recurría en complejos sistemas de asistencia científica. Los laboratorios químicos de la antigua República Democrática Alemana experimentaban continuamente con deportistas buscando la receta ideal que les acercara a más medallas olímpicas, si eran de oro mejor.

El resultado fue una maquinaria deportiva competitiva. Sin embargo estos programas de asistencia química y la ingesta de sustancias anabolizantes hacían que la imagen física que proyectaban sus deportistas intimidara desde la presencia. Hombres y mujeres por igual. Los deportistas de aquella Alemania Democrática, parecían autómatas entrenados para ganar. Katarina Witt era parte de aquella colección de máquinas, aunque no una de ellas. Una especia de muñeca entre robots.

Witt ha decidido contar su historia. El papel que ella creía ocupar dentro de aquella compleja estructura de promoción política, en una época de extrema tensión diplomática. "The Diplomat" dirigida por Senain Kheshgi y Jennifer Arnold, cuenta una parte de la historia de Witt. "Los productores me dieron mucha confianza, siempre creí en ellos" me dijo Witt mientras promocionaba este documental. La historia de Witt es extensa. Una de las mejores patinadoras artísticas de todos los tiempos. La única en ganar medallas de oro en Juegos Olímpicos consecutivos desde que la noruega Sonjia Henie lo hiciera en 1928, 1932 y 1936.

En el documental, parte de la serie de producciones originales de ESPN "30-for-30", Witt se exhibe como ese tesoro nacional quizás tan adorado fuera como dentro de aquel nefasto muro. "Siempre caminaba entre las dos veredas" me dijo "siempre quería regresar a casa y estar con mis padres y al mismo tiempo, quería vivir libre".

Para sobrevivir en aquella Alemania del Este, desde la posición de una figura internacional, debía ser astuta y Witt lo hacía sonriendo. Aquella expresión simpática, picaresca, cariñosa, era una que no solía salir a menudo detrás del muro.

"Creo que por aquel tiempo, ambos bandos rehusaban entenderse de mejor manera" me dice Witt "había un preconcepto creado desde ambos lados. Conmigo y especialmente a través de mi deporte, uno en el que es necesario expresarse corporalmente para afectar el resultado de la actuación, esos preconceptos se venían abajo. La gente me veía sonriendo mucho. Gané mucho y eso me permitió sonreír mucho en un momento en el que mi deporte era muy popular en el bloque occidental". Esa oportunidad para sonreír al ganar era algo que otros deportes más físicos que elegantes, no le permitían a sus contemporáneos. "Ese nadador que termina exhausto al terminar su prueba, no tenía oportunidad de sonreír. Yo sí lo pude hacer".

Katarina Witt ganó el primero de sus dos oros olímpicos en patinaje artístico en 1984 en Sarajevo. Superando por muy poco a la estadounidense Rosalynn Sumners. Cuenta el historiador olímpico David Wallechinsky que tras su victoria, Witt recibió 35,000 cartas de amor, una incluso del Presidente de Alemania del Este. Para los Juegos de Calgary en 1988, Katarina Witt era la gran favorita. Un año antes en Cincinnati había maravillado a su deporte con una de las más fascinantes ejecuciones lo que le valió ser campeona del mundo. "Atléticamente aquella fue mi mejor rutina". Además Debbie Thomas, su rival en aquellos años, según Witt, estaba en su mejor forma."

Thomas y Witt era el duelo que adornaba el cartel promocional de los Juegos de Calgary. Este contra Oeste. El rostro bello del frío bloque socialista, contra la estudiante de medicina de Stanford. Además, las dos rutinas acompañadas por los acordes del musical "Carmen". Witt supo que sería así por un aficionado canadiense que le envió una cinta de video de una de las actuaciones de Thomas. "Fue muy extraño enterarme" dice Witt "pero recuerdo pensar que sería un gran reto. Las dos favoritas en la competencia luchando por el oro con el mismo acompañamiento musical. Las dos creíamos tener la mejor rutina".

La noche del 27 de febrero de 1988 el hielo del Olympic Saddledome serviría de escenario para la puesta en escena de "La Batalla de Carmen". Las dos mejores de la competencia de patinaje artístico. Dos bloques ideológicos, dos rutinas, la misma música. "Carmen iba conmigo" dice Katarina "me hizo entrar en un personaje. Una coreografía que sacó lo mejor de mi desde lo artístico. No creo que haya sido mi mejor actuación desde lo atlético". En medio de la rutina Witt decidió realizar un doble salto cuando tenía planeado hacerlo como triple. "Por esto, cuando terminé la rutina desplomada sobre el hielo pensé haberle dejado la puerta abierta a Debbie". Lamentablemente Debbie Thomas sucumbió ante la presión. En su primer paso de salto giró mal y por consecuencia cayó mal. Fue bronce detrás de la canadiense Elizabeth Manley. "Lo siento por ella siendo una gran atleta. Siempre la admiré, pero se derrumbó en el peor momento".

Witt era una de las más famosas deportistas de su época. Provenía de un país que por sistema negaba cualquier aspiración a crecimiento y fama individual. Como muchas otras libertades. "Nosotros viajábamos, no por placer, sino para competir. Era un privilegio. Cuando regresábamos a Alemania, nos retiraban el pasaporte. Hasta que fuera ocasión de salir del país de nuevo". Desde ese lugar de privilegio, Witt desarrolló un sentido mucho más amplio del mundo y sus formas de vida y gobierno. "En nuestro país nos enseñaban lo que querían que conocieramos de los países del bloque occidental. Porque mi deporte me permitió viajar, pude ver con mis propios ojos lo que eran estos países. Mi mente se abría".

Ese lugar privilegiado la convertía en un activo de lujo para el sistema. Un vehículo de promoción, pero también codiciado por el otro bando. Witt nunca estaba sola. "sabía que la Stasi (el servicio secreto del estado) me vigilaba. Pensaba que lo hacían para evitar que otras naciones me llevaran con ellos. Que me robaran". Lo que no sabía Katarina Witt era el alcance de esa vigilancia. Más de tres mil documentos sobre su vida. De eso se enteró tras de la caída del muro. "Me sorprendió lo mucho que sabían de mi y el detalle de lo que sabían de mi. Quedé atónita. Veían todo, escuchaban todo". Esto incluía las conversaciones que pudo tener con su entrenadora. "Una vez en el estudio de grabación mientras editaban la pieza musical que iba a ejecutar en la pista. Instalaban micrófonos en la sala y grababan. Se que mi entrenadora nunca habló con ellos, ni dio un reporte. Conversaciones con amigos. Sabían todo". Todo incluye hasta el detalle más mínimo de sus relaciones personales.

Katarina Witt no dejaría nada a la imaginación en 1998 cuando posó para la revista "Playboy". El rostro femenino más reconocido de lo que fue el bloque socialista, ahora exponiendo su cuerpo. "Había ganado todo lo que podía ganar en un deporte que es percibido como muy femenino. Quería ser provocativa, más mujer, no sólo una princesa en el hielo". La revista consiguió un "sí" de Witt después de casi una década de insistencia. "Me fui a Hawai a la sesión de fotos sin decirle nada a mis padres. Antes que la revista saliera en venta se los comuniqué. Mi padre dijo 'sabía que algún día lo harías'. Mi madre no dijo nada. Pero les gustaron las fotos". La Playboy de diciembre del 98 fue el segundo ejemplar en agotar su publicación en la historia de la revista. "Quise hacerlo de la manera más pura posible. Natural. Fue una celebración de la mujer".

Witt es una celebración atlética de la mujer. La expresión que rompió con los moldes emitidos por el sistema político de su país, en plena guerra fría. Sin saberlo, Witt emitía un sensación de libertad y alegría. Quizás desde su rostro presagiaba los cambios que estaban por llegar en su país. Una de las atletas más representativas de su deporte.

Los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, serán transmitidos por ESPN para toda Latinoamérica. Para horarios, consulten la guía de programación.