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Deshojando la Margarita por Cuba (II)

ISLA MARGARITA -- Cuba necesita cambios urgentes si quiere rescatar su béisbol.
Entiendo que las transformaciones que hacen falta van más allá del béisbol, pero eso se lo dejo a sociólogos y politólogos. Aquí vamos a hablar de pelota.

Cambios estructurales

Lo primero que debe hacerse es elevar el nivel del torneo doméstico, que hoy cuenta con 16 equipos.

Reducir a seis u ocho la cantidad de novenas en la serie nacional ayudaría a concentrar la calidad, ahora diseminada a tal punto que, por ejemplo, apenas hay dos o tres lanzadores de buen nivel por novena.

Eso atenta contra el uso del pitcheo con los conceptos del béisbol moderno, donde existe una especialización entre abridores, relevistas intermedios y cerradores.

Ahora mismo y con la urgencia de ganar, los managers le echan mano a sus pocos serpentineros de calidad ya sea en función de iniciadores, que como apagafuegos.

Y esa misma fórmula se repite en la selección nacional, en la que el cuerpo de tiradores lo componen puros abridores, los mejorcitos del país, aunque algunos cumplan en el equipo Cuba el papel de cerrradores.

Así sucedió con Pedro Luis Lazo, el pitcher más ganador de la pelota cubana, como antes pasó con Omar Ajete, de la misma provincia de Pinar del Río, quien en el torneo local era abridor habitual. Ambos fueron por años, los encargados de lanzar en el noveno inning en eventos internacionales.

La eliminación de ocho o diez de las actuales novenas provocaría una mayor competencia por las plazas disponibles y por selección natural, sólo los más capacitados sobrevivirían al corte.

Tan fácil como que dos más dos es cuatro. ¿Fácil? De eso nada.

Para entender la complejidad del asunto hay que adentrarse en asuntos extradeportivos.

Los equipos actuales están marcados por la territorialidad y constituyen una de las pocas fuentes de entretenimiento que tiene hoy el cubano común.

Quitar esa opción en algunas partes del país podría tornarse un problema socio-político, más que beisbolero.

Han sido demasiados años con esa territorialidad y borrarla de un plumazo no será cosa de coser y cantar.

Sin embargo, no es imposible y aunque tome un tiempo, la afición terminará por acostumbrarse.

Más tiempo duró la liga profesional, nacida en 1878 y abolida en 1961 con el surgimiento de las series nacionales en 1962. Al principio la gente no la tomó muy en serio, pero poco a poco el público regresó a los estadios.

Y esa liga, que fue considerada entre las más fuertes del mundo, se jugaba enteramente en la capital, sin nada que ver con provincias o ciudades, más allá de los nombres Habana, Cienfuegos, Marianao y Almendares.

Cambio de fecha

Las series nacionales cubanas necesitan adecuar su calendario y alinearlo al de las ligas invernales del Caribe.

Cuba cambió la fecha de su torneo hace mucho, condicionándola a los eventos internacionales como Juegos Olímpicos, Campeonatos Mundiales y Copas Intercontinentales, que eran su prioridad.

Pero el béisbol fue sacado del programa olímpico y los otros torneos desaparecieron, así que ya no hay razón para mantener la serie nacional en el momento actual, que a ciencia cierta no se sabe cuál es, porque cada año empieza y termina en fechas diferentes.

Cambio de concepto

Olvídense de la fantasía del amateurismo. El béisbol cubano tiene que profesionalizarse.

Pero no se trata de que ahora a los peloteros se les conceda un salario basado en su rendimiento, pagado por el Estado cubano.

El asunto es que los equipos sean entes separados e independientes, con la capacidad de contratación y pago de salarios de acuerdo con la calidad de cada individuo y lejos del igualitarismo que en nada ayuda al esfuerzo de cada cual.

Incluso, con la posibilidad de recibir peloteros extranjeros. No tengan miedo, que del intercambio siempre surge algo bueno.

¿Cómo hacerlo? Quizás las empresas mixtas asentadas en Cuba sirvan de patrocinadoras o tal vez sea hora de abrir el béisbol a la inversión extranjera. Eso es tarea para los economistas.

Además, la profesionalización no pasa sólo por el aspecto financiero.

Debe ser mental también. Es imprescindible un cambio de actitud, una manera de encarar el béisbol como un trabajo, con el respeto que se merece.

Por supuesto que habrán frenos y obstáculos, estarán quienes se opongan a cualquier cambio ante el temor de perder el control que hoy tienen, aunque sea a costa de destruir una parte fundamental de la cultura cubana como es el béisbol.