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"El TRI"... como pan caliente

En los meses previos al Mundial, Justino se transforma en una especie de Cristiano Ronaldo: amaga, corre y dispara a gol para dejar en claro que la selección mexicana es un negocio redondo. AP Photo

La selección mexicana vive en dos mundos totalmente opuestos. Fuera de la cancha, se vende y genera negocios al nivel de las grandes potencias. No le pide nada Brasil, a España, a Alemania, a Italia o a Inglaterra. Fuera de la cancha, la historia es distintita: el futbol mexicano tiene sus límites. En los meses y días que anteceden al Mundial, la sonrisa de Justino lo dice todo: "Clin-caja" por aquí y por allá. La selección funciona como un producto de la mercadotecnia y el vendedor le envía un mensaje erróneo al aficionado que compra una expectativa que no existe. Como sea: se vende, de anaranjado (como se anunció hoy), de amarillo o de morado, la selección mexicana se vende como "pan caliente"...

LOS ANGELES, CA.- Fuera de la cancha, todas las cosas parecen por debajo de un "arcoíris": Una camiseta que se vende y que luce hasta en tonos anaranjados, un juego ante la Portugal de Cristiano a solo días del gran evento, una sede de concentración en Brasil que fue la cancha del "Rey" Pelé, el apoyo del presidente del país, un partido de preparación que es un clásico ante Estados Unidos y un juego de despedida en el Estadio Azteca. Fuera de la cancha, el futbol mexicano, la selección mexicana luce infranqueable, sobrada, poderosa y lista para cualquier desafío. En la cancha, sin embargo, la historia podría ser distinta.

"Es una las camisetas más vendidas del mundo". Justino Compeán no dijo ninguna mentira. El presidente de la Federación mexicana ha reaparecido en público para hacer lo que mejor sabe hacer: vender. Anuncios de patrocinadores, una renovación con la marca Adidas, sinergias, firmas, dinero y más dinero. En los meses previos al Mundial, Justino se transforma en una especie de Cristiano Ronaldo: amaga, corre y dispara a gol para dejar en claro que la selección mexicana es un negocio redondo.

Y nadie exagera cuando una selección que se vende -como ninguna otra- en dos países diferentes y que además se interna en la economía más poderosa del mundo -la de Estados Unidos- es capaz de competir al máximo nivel. En ese renglón, México no tiene desparpajo en ponerse de tú a tú ante Brasil, España, Argentina, Alemania o Italia. México compite en lo económico porque atrás de si tiene un mercado de casi 130 millones de personas que en la "calentura" de un Mundial están ahí, para comprar un boleto, para viajar, para sentarse frente a la televisión, para consumir los productos que anuncia esa selección y para comprar la camiseta en tonos verdes, anaranjados o morados.

La distancia entre la parte económica y la deportiva no ocurrió hace dos semanas. Es un fenómeno que se ha ido acrecentando y uno diría que hasta tiene matices asombrosos porque finalmente México no ha ganado nunca nada importante en un Mundial de futbol y a pesar de eso, el negocio se incremente, el interés del aficionado aumenta y las expectativas crecen.

Lamentablemente o afortunadamente, la cancha pone las cosas en su lugar. México no tiene con qué llegar a los niveles futbolísticos de las grandes potencias -Brasil, Argentina, Alemania, Italia y España-, pero la confusión existe y prevalece a partir de las ventas que genera y de los métodos que se utilizan para vender a esa selección. Un vendedor no habla de condiciones de cancha, de futbolistas, de cuestiones técnicas, tácticas, físicas o mentales. Un vendedor vende y punto. Y si ese vendedor le tiene que decir a usted, al aficionado, que para él no es aficionado, sino un consumidor, si le tiene que decir una mentira para venderle el productor se la va a decir y punto. He ahí la eterna confusión.

México es una potencia en las ventas de una selección. Vive una situación boyante en lo económico, pero es otra historia en lo deportivo. Ahí la distancia con respecto a esas potencias se incrementa y se establece sólidamente. México, el México futbolístico vive en dos mundos: el del negocio, el del dinero que genera fuera de la cancha y el de los límites infranqueables dentro de la cancha.


@Faitelson_ESPN