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Gigantes en la penumbra

Juan Francisco Estrada (25-2-0, 18 KOs) está a la sombra de los que alcanzaron notoriedad mundial. Dale de la Rey/AFP/Getty Image

Perfume bueno viene en frasco chiquito; he escuchado decir, una y otra vez, desde que tengo uso de razón. Pero la frase del acervo popular no parece tener validez en la actualidad del boxeo profesional. Los pequeños, por regla, no cuentan. No importa su talento... están condenados a la sombra.

Es tradición que los grandes medios y los promotores de este lado del mundo miren de soslayo a las divisiones comprendidas entre las 105 hasta las 118 libras (mínimo, minimosca, mosca, súper mosca y gallo). Sin ir al extremo, el mercado asiático, fundamentalmente Japón, es quien saca a flote estas categorías.

Para que se tenga una idea, seis de los siete campeones mundiales de la tierra del sol naciente hacen carrera en estas divisiones. Y 13 de los 20 cinturones enmarcados en estas cinco categorías están en poder de peleadores de ojos rasgados.

Los mejores púgiles de Latinoamérica tienen, como regla y no excepción, que desplazarse hacia aquellas latitudes para hacer fortuna e intentar labrarse una reputación, que en la mayoría de las ocasiones pasa desapercibida hasta para sus compatriotas, quienes solo los recuerdan en los resúmenes anuales cuando se contabiliza el número de campeones mundiales por nación.

Desafortunadamente es así. Este "fatalismo físico" ha provocado que un súper campeón como Juan Francisco Estrada (25-2-0, 18 KOs), monarca mosca de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) y Organización Mundial de Boxeo (OMB), esté a la sombra de otros que han alcanzado notoriedad mundial gracias al respaldo de televisoras y el manejo a conveniencia de rivales. Y que el argentino Omar Narváez (41-1-2, 22 KOs), súper campeón de las 115 libras de la OMB, solo tenga influencia en su natal Argentina.

El desinterés de Occidente también puede estar motivado, entre otros factores, por la escasez de pesos chicos de calidad. Si no hay representatividad desaparece el mercado. Tampoco los atletas asiáticos y sus mecenas son dados a "exportar" sus virtudes.

Tienen su parcela bien establecida y no han encontrado o no quieren -vaya usted a saber- penetrar el mercado estadounidense y mexicano, los de mayor impacto en el mundillo del Arte de Fistiana. Da la sensación que prefieren ser cabeza de ratón que cola de león. Y es que el desplazamiento a América supondría acatar y no ordenar, en cualesquiera de los órdenes de este deporte.

Este panorama ha perjudicado a los púgiles de nuestra región que rara vez son convocados para protagonizar una cartelera o un evento de Pague-Por-Ver (PPV). Por regla son tomados como rellenos aunque se trate de un pleito titular y el abolengo de sus protagonistas merezca mejor ubicación en la cadena evolutiva.

Tampoco, y hay que reconocerlo, ha aparecido un súper peleador -Estrada no lo es- que encandile por sus destrezas. En tiempos de vacas flacas el "fatalismo físico de los pequeños" se nota con mayor intensidad. Casi siempre el papel preponderante pertenece a los pesos pesados, aunque en el presente mandan los pesos medios, dígase entre 140 a 160 libras.

El nicaragüense Román 'Chocolatito' González (38-0-0, 32 KOs), verdadero fenómeno en estas divisiones, podría convertirse en ese estandarte, pues ya gobernó con mano dura el peso mínimo (105) y mosca junior (108), correspondientes a la Asociación Mundial de Boxeo (AMB). Y ahora busca el tricampeonato en las 112 libras.

Pero a su edad, 24 años, y atendiendo a que las grandes bolsas y los reflectores están enfocados a partir de las 122 en adelante, no es extraño que su transición hacia pesos superiores sea acelerada. La permanencia de sus campeones es otro mal que aqueja a este grupo que parece irremediablemente destinado a vivir en la penumbra.