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Augusta siempre cambia

Uno nunca sabe lo que encontrará, cuando llega cada año a la sede del Masters Getty Images

AUGUSTA -- Una de las cosas que más me divierte del Masters es ver a mis amigos que vienen por primera vez. El comentario es siempre el mismo: "Hace 20 años que te escucho hablar de los desniveles y que la TV no le hace justicia a la belleza de Augusta, pero no te creía. Debí hacerlo porque jamás me imaginé algo así". Este año el comentario llegó de gente de Chile y que no daban crédito a lo que veían. Todos se sorprenden con Augusta. Nosotros también.

Venir a Augusta significa entrar a un lugar especial, en donde todo es como debe ser. Ordenado, en donde todos respetan al que tienen al lado, pero por sobre todas las cosas, un lugar en donde nada está librado al azar. Es cierto que tienen mucha plata para hacer todo lo que hacen, pero también es cierto que otra gente con el mismo presupuesto no lo haría tan perfecto como los encargados del torneo. Si tuviera que buscar la explicación tendría que encontrarla en la pasión que todos los que trabajan en el torneo tienen por el Masters. Esa pasión que se fue transmitiendo de generación en generación y que comenzó con Bobby Jones y Clifford Roberts, fundadores del club. Los voluntarios, la gente que atiende los puestos de comida, los chicos que manejan los carritos y que nos llevan y nos traen del IBC (International Broadcasting Center), pasando por los que cuidan que no haya un papel en el piso o los socios del club que están a disposición de cualquiera que tenga un problema, todos sin excepción son amables y viven la semana de una manera muy especial.

Este año no nos sorprendieron con algo nuevo y quizás el único cambio fue ver menos árboles, debido a las tormentas de nieve y hielo que tuvieron durante el invierno. El aspecto de la cancha era diferente y había mucho más espacio entre las ramas, lo que hacía que se viera mucho más a través de los árboles Nos enteramos que todavía tienen que sacar varios más que quedaron dañados,

Cada año me dedico a tratar de descubrir lugares nuevos y en 2014 me di cuenta que le habían agregado al club house una nueva ala. En 2013 fue la nueva casa que tienen los socios para ir con sus invitados y que está ubicada entre el 13 y 14. Hay que mirar con mucho detenimiento para darse cuenta que allí hay una pequeña casa, tanto que fue un amigo que había estado dentro de la misma quien me hizo dar cuenta que existía. Este año encontré algo nuevo en el house. Los primeros años que vine los jugadores comían dentro del club, pero luego armaron una carpa pegada al house para uso exclusivo de los participantes del torneo y sus familias. Allí fue la fiesta que el club hizo cuando ganó Cabrera. Esa carpa desapareció y en su lugar hay una nueva edificación, que si nadie te cuenta que es nueva, jamás te podrías haber imaginado que un año atrás allí no había nada. Esa es otra magia de Augusta: las cosas suceden y uno jamás se entera de que pasaron. El árbol de Eisenhower es un clásico ejemplo de ellos. El Loblolly Pine fue removido a fines de febrero y no hay forma de encontrar el lugar donde estaba. Ahora está el fairway, como si siempre hubiera estado allí.

No hay nada como Augusta y todos nos maravillamos con el Masters. Lo malo es que ahora falta un año para volver, algo que también es bueno. Así nos seguiremos sorprendiendo cada año.