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Y el Messi-as descubrió que era hombre

LOS ÁNGELES -- "Si Jesucristo no pudo renunciar a ser Dios que se puede esperar de los hombres". Una frase, una verdad absoluta, pero sin autor que la reclame.

Y pasa. Hasta en un cosmos lúdico y poco lúcido como el futbol. Y si el altar pagano se quedó vacío, el atrio pagano, también.

Messi se derrumbó del pedestal. Los semidioses también tienen rodillas de barro.

Y nadie está preparado para la imperfección de los perfectos. Y menos, claro, ellos mismos.

Pero Lionel no se desplomó porque el universo se cimbró. Más bien, el universo se cimbró por su caída.

¿Qué dolerá más a Messi? ¿Qué le dolerá más en la metamorfosis pública de ir de hijo prodigio a hijo pródigo?

1.- ¿El estrepitoso impacto ante el espejo sincero que le relata su propia endeblez y fragilidad? A los dioses los construye el fanatismo y los destruye el fanatismo. Son artesanías de sus mejores momentos y ruinas de sus malos momentos.

2.- ¿O le flagelará más a Lionel el abandono masivo de su corte? Los advenedizos huyeron. Las legiones de iconoclastas que compraron el hábito azulgrana hoy guardan silencio. Un silencio bruno, colapsado.

Messi, el malabarista prodigioso de pies vertiginosos, tahúres, ventajistas, letales, prestidigitadores y ladinos, ha dejado de tirar magia.

Y como pasa con los dioses y los semidioses, cuando se desvanecen los milagros, se desvanece la fe. Los fervorosos de los humanos deificados, de los seres sacralizados, chantajean: exigen un prodigio cada día, para entregar su lealtad cada día.

Pero Messi se ha ido de la cancha. Y los eventuales, los oportunistas adoradores no se conforman con la iconografía de sus grandes hazañas. Quieren más, y si no ocurre, ellos se hacen menos.

¿Qué pasa con Messi? ¿Dónde se escondió la conflagración azulgrana que en segundos hacía estallar la trinchera del adversario con pincelazos prodigiosos? Porque eso solía ser Messi: sembraba muerte y terror deportiva, pero con matices del arco iris. No dejaba luto, dejaba fiesta.

Los mitos desatan su propia mitología. En torno a Messi, cada quien desmenuza las penurias del jugador portentoso.

Colguemos las lenguas viperinas, las nuestras, las suyas, las de todos, para que destilen verdades que no son absolutas, e incluso algunas que tal vez no sean ni verdades, pero en la fantasía de la especulación, la aberración cotiza mejor que la sensatez. ¿O no?

1.- Que Messi abandona al Barcelona porque se cuida para la Copa del Mundo. Que renuncia a la gloria inmediata del equipo que le paga, para buscar la gloria suprema con la nación a la que él se debe.

Hay versiones argentinas que aseguran que hay un preparador físico y un enviado del cuerpo técnico, que trabajan por separado con Messi, en la misma complacencia del Barcelona, con la única meta de optimizar todo ese armamento para aniquilar a los adversarios mundialistas como caudillo albiceleste.

2.- Que el trabalenguas de la renovación de su contrato, que arrastra ya tres meses de demora y pláticas, le pone la cabeza en un mundo que nunca le ha preocupado en lo absoluto: el dinero, que, sin embargo sí regentea la avidez de su familia.

La ambición de su clan, erosiona las ambiciones primarias, sencillas, frívolas de Messi: jugar al futbol, o, perdón, seguir inventando el mundo con un balón de futbol.

3.- Y hasta se le conceden atributos que no embonan con ese rostro taciturno, distraído, y menos aún con esa proclividad más al silencio que a la verbosidad o la elocuencia.

Difícil concebir un personaje paralelo al Messi que uno cree ver, pero, insinúan, que es un tipo autócrata, dictador, intolerante, conspirador, manipulador, y que taimadamente urde los destinos de sus entrenadores y jugadores.

4.- Hay incluso versiones que hablan de nefastos vicios gastronómicos, tras haber traicionado la pureza dietética a la que lo obligaba un comando nutricionista de tiempo completo en la época épica de Pep Guardiola.

5.- Y otras versiones, más recatadas, más íntimas, más confidenciales, cuchichean sobre algunos recovecos mentales del genial futbolista, que le juegan una mala pasada, y entre la ansiedad, las presiones, las tensiones y el descarnado ambiente de expectativas, Messi se recluye.

Lo cierto es que el prodigio ya no se prodiga en la cancha. Se aisló total y absolutamente en uno de esos escenarios que él más disfrutaba.

Como cazador consumado, Messi siempre había reaccionado de manera implacable ante una presa suprema para el barcelonismo como lo es el Real Madrid. El miércoles, Messi fue tragado por la que presuntamente sería su víctima propiciatoria. Cazador cazado.

Ni un amague. Ningún disparo peligroso. Ni un servicio venenoso medido. Ni un arrebato de furia. Ni un desplante desparpajado del artesano del futbol.

Ni siquiera una falta de esas de cárcel, condenables y censurables, de esas que siempre recibe, ninguna de ellas mereció esta vez del Real Madrid.

Como lo dijo burlonamente el mismo Pepe: "¿Messi? ¡No lo vi!".

Aunque el hombre ha crecido creyendo en dioses que no ve, en el futbol la teología se vuelve más exigente: exige que se le maraville con un milagro con el balón, para refrendar, para confirmar sus votos de fe.

Y el Messi-as hoy descubre su ordinariez, y con él, un equipo completo.