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Madrid sin trampas, entrampa al trampero

LOS ÁNGELES -- Contrastes de 90 minutos. Durante 80 por ciento de ese lapso, la pelota fue posesión alemana. Durante 80 por ciento de ese lapso, la angustia fue posesión madridista.

Mientras más envolvía y sobaba el balón el Bayern Munich, más la histeria envolvía y sobaba las entrañas biliosas y trémulas del Real Madrid.

Pero, la emboscada, la trampa magnífica montada por los visitantes quedó desmantelada en segundos.

Porque el trampero quedó entrampado cuando CR7, Coentrao y Benzemá lanzaron el latigazo de ofidio venenoso y de oficio envenenado. Contragolpe de la desesperación de los desesperados, y Benzemá no perdona, aunque después si lo harían en condiciones similares el mismo CR7 y Di María.

Bayern Munich edificó un majestuoso, paciente, minucioso, laborioso muro en la misma posesión de la Casa Blanca del Bernabeu. Sólo dejó un boquete. La serpiente alba escapó por él, atacó y mordió. Benzemá le quitaría a Pep Guardiola el invicto en el Santiago Bernabéu.

Sí: 80 por ciento Bayern Múnich tuvo el cogote del madridismo en el puño. Pero sólo lo dejó sin aliento.

El Real Madrid, cierto, sin los aranceles de belleza, espectacularidad y protagonismo que se le exigen, que deben ser indispensables de acuerdo a su alcurnia, al linaje de sus Nueve Orejonas Cautivas en la sala de trofeos, pero, con el rostro pálido de soponcios, sacó la victoria.

En el lenguaje callejero, se describe sin complicaciones: gandalla mata carita.

Fue, este enmarañado juego del miércoles en la Ida de Semifinales de la Champions, un reencuentro. Fue reeditar una vieja historia entre dos protagonistas.

1.- Pep Guardiola, con nuevas huestes, acosa, somete, arrincona, amontona, desespera, amenaza, con el bordado de la pelota tendiendo perímetros invisibles en la cancha, preciosistas a veces, pero inútiles si la jugada suprema del gol no llega. Y esta vez no llegó.

El Bayern Múnich usó y abusó del rococó. En ese fino y delicado entretejido del futbol pretencioso llegó a bordar chambritas, pero nunca llegó a dar a luz al bebé en la portería madridista para que las vistiera.

2.- Y el Real Madrid resiste ante ese mismo caudillo que cuando dirigió la orquesta del Barcelona, los ponía al borde de la histeria, la cólera y las ganas de perpetrar un asesinato. Esta vez los merengues no recurrieron a artilugios y tretas que rayaran o tachonaran el reglamento.

Hubo fuerza, porque es futbol entre colosos físicos de ambos lados. Y hubo testosterona, pero nunca llegó el amaño extremo de otros tiempos, cuando José Mourinho inoculaba a su grupo de los pecados capitales para dejar de jugar al futbol, como punto de partido para tratar de ganar un partido de futbol.

Y en una noche consagratoria de los celadores, de los centinelas heroicos, Pepe, Sergio Ramos, Alonso, Coentrao, Carvajal y demás, se sublimaron en el último foso, en el parapeto merengue, para frenar los amagos de Tsunami que en verdad nunca llegaron a devastar la playa madridista.

Y los balones llegaban divididos, comprometidos, indecisos, huérfanos, accidentados, sin que en realidad la poderosa armada alemana pudiera en las áreas siquiera lastimar la fortificación madridista.

Ninguno de los francotiradores alemanes, tan temidos, tan odiados, tan enervantes, pudieron tener tiempo, perfil y espacio para ejercitar sus famosísimos dotes de aniquilamiento.

Cierto, insisto, no es la manera más galante para la historia del Real Madrid sacar una victoria con ese código del espanto acumulado, pero, en tiempos de urgencia, para esta Casa Blanca, el fin justifica todos los medios y todos los miedos.

Guardiola, el Atila ajedrecista, y sus hunos teutones fracasaron en el que se pronosticaba como un asalto desalmado al Bernabeu.

Pero, aunque el 1-0 adverso no es un epitafio, no es una condena de muerte, menos aún para un equipo que organizaba orgías con la sangre de sus eventuales visitantes, lo cierto es que Real Madrid se ha convencido a sí mismo, con el acto de resistencia del Juego de Ida, de que hay aún una ruta abierta y esperanzadora para llevar ese Décimo Cáliz a la Capilla del Bernabéu.