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León, un Bicampeón de su propia catarsis

Mexsport

MIAMI.-- Fascinante. Aporta las neuronas al Tri, y el León se llena de la magia de contrastes del Bi, del dos.

1.- Bicampeonato consecutivo. El primer club que lo consigue tras la épica de Hugo Sánchez con Pumas.

2.- Bigoleadores: Mauro Boselli y Nacho González sepultaron al América hace seis meses y hoy lo hacen con Pachuca.

3.- En cinco minutos, dos lesionados: Franco Arizala y Jonny Magallón, pero el León tuvo la capacidad de respuesta, la que no encontró Enrique Meza, a pesar de su didáctico cambio en el Juego de Ida al meter a Gutiérrez por Carreño.

4.- Y la ironía: el torneo que desdeñó, que relegó, fue la cúspide de sus alcances, mientras que la mujer a la que entregó pasión, esfuerzo, constancia, dedicación y desvelos, la Copa Libertadores, se le fugó con otro. Como sea, encontró consuelo inmediato y de manera espectacular.

Lejos, muy lejos de degradarlo, de minimizarlo, el hecho de que León llegara como octavo, como polizonte, como intruso, como hijo bastardo de una rocambolesca carambola, al final lo dignifica con la calidad de su futbol, con la entrega, con la devoción, la entereza de desafiar sus propios límites físicos por el desgaste acumulado entre Libertadores, torneo mexicano y endosos a la selección mexicana.

Al León no hay que cuestionarle el hecho de que llegara como octavo, sino agradecerle que jamás claudicó, que jamás desistió, que jamás renunció a la más endeble, frágil, débil y escuálida luz de esperanza, que después tomó como antorcha de una aventura sin precedentes.

Tal vez, si de esa mezcla, en esa alquimia de futbol y testosterona, se hubieran ungido los grandes favoritos como Cruz Azul y Toluca, víctimas de este León, tal vez, con esos atributos, podrían estar en el sitio del monarca.

Porque incluso, León, de su tropiezo doloroso, de su fracaso letal en la Copa Libertadores, tuvo la bravura, la inteligencia, la osadía y el valor, de convertirlo en su propia catarsis, mientras que, queda claro, Cruz Azul y Toluca, no fueron capaces de catalizar su destino, distinto y contrastante, en la propia Concachampions.

Y la pregunta es obligada, y tiene meses viviendo en el limbo de los ociosos y los morbos.

¿Este Bicampeonato del León provocará finalmente que un estilo de juego y de fuego en la cancha, se propague y se propale como una doctrina en el futbol mexicano?

O en lugar de comenzar con el legado del método Gustavo Matosas, más allá de si después del Mundial acepta la oferta de dirigir a Uruguay, seguirá el balompié mexicano en garras puntistas, mediocres, ratoneras, agazapadas, como los Tuca Ferretti, los Mohamed, los Trejo, los Farías, que proliferan como apóstoles del salario del miedo.

Y no habló sólo de la forma de jugar, sino del atrevimiento, de la audacia de dar oportunidad, de apoyar, de creer, de desarrollar, de fomentar a jugadores mexicanos que habían sido desechados por otros clubes, y que encuentran en el León el cobijo perfecto para tener fe en sí mismos.

Porque, no olvidemos, la mayoría de los entrenadores prefieren el camino cómodo, fácil, cínico, de ser cómplices de aviesos y voraces promotores, que les colocan troncos o petardos bajo comisión, sin tener la dignidad profesional de ir a observar jugadores y evolucionar con ellos.

Pero, si el León, este que aporta las neuronas al Tri, este Bicampeón, no logra el cambio en el futbol mexicano, no es un fracaso del León, es un fracaso del resto de los entrenadores y directivos del futbol mexicano que por abyectos o por cobardes o por sinvergüenzas, deciden vivir en la inercia de ese salario del miedo.

Por eso, insisto, no será culpa del León que el resto tenga corazón de hiena.

Y que León disfrute su legado histórico, su Bicampeonato.

Lástima que en su Imperio existan tantos parásitos en los banquillos y en los escritorios.