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Sí se puede... Sí se puede... ¿Se puede?

No es el quinto juego la obsesión de una selección mexicana en un Mundial. En realidad, es el cuarto partido, ahí es donde México merodeaba y coqueteaba siempre con dar "el golpe" de eliminar a uno de los consagrados y avanzar hacia "zonas adultas" del campeonato. El acercamiento, la competencia, el roce competitivo con las grandes potencias era la mejor muestra de que el futbol mexicano crecía y de que podía soñar con el futuro. Aunque Miguel Herrera insista en colocar a México en ese mismo sitio, en la posibilidad de los cuartos de final, el problema es que hoy existen y prevalecen las dudas sobre si México será capaz de sortear con capacidad la fase de grupo.

LOS ANGELES, CA.- Antes del "Cielito Lindo" apareció siempre un grito al unísono, poderoso, que atrapaba los sentidos y las pulsaciones de aquellas tribunas en East Rutherford, en Montpellier, en Leipzig y en Sowetto: "Sí se puede... Sí se puede...".

Hay una confusión en el futbolista, en el entrenador, en el directivo, en el aficionado y en el periodismo mexicano. El quinto partido no debe ser el objetivo de una selección mexicana en un Mundial. En realidad, lo que más debe importarnos a todos es el cuarto juego. Ahí es donde ha radicado y donde podría -o no- radicar el verdadero reto del futbol mexicano en los campeonatos mundiales de futbol.

Es el cuarto partido. No es el quinto partido. El cuarto partido que siempre nos ha conducido a un paraje incierto y obscuro representó, en su momento, un horizonte lleno de esperanzas. Sucedió con Bulgaria en Estados Unidos 1994. Ocurrió con Alemania, cuatro años más tarde en Francia y sucedió lo mismo en los dos últimos mundiales -2006 y 2010- ante Argentina. El cuarto partido que, por lo general, significa enfrentar a un equipo de alta envergadura, de poderío, de aspiraciones gloriosas -salvo aquel Estados Unidos de Corea-Japón 2002- es el que ha delimitado las aspiraciones de crecimiento de una selección mexicana.

En los últimos años, el futbol mexicano se colocó ante un escaparate donde debía medir su crecimiento y su potencial en la manera en la cual podía, de alguna u otra forma, competir ante el poderoso de ese cuarto partido. Y paso de alguna u otra manera con la selección del 94' de Mejía Barón que llevó el partido ante Bulgaria hasta las dramáticas instancias de los penaltis, o con el equipo de Lapuente, el del 98', que peleó dignamente ante los alamanes o quizá hasta con la selección de La Volpe que jugó mejor que Argentina en Leipzig en aquel 2006 y que tuvo que admitir una dolorosa derrota. En todos esos escenarios, México compitió digna y cabalmente ante el que era más poderoso: lo presionó en la cancha, fue mejor por momentos en el partido y coqueteó siempre con la posibilidad de dar finalmente el añorado paso a las ronda de los cuartos de final. El futbol mexicano se medía o intentaba medirse, en ese entonces, en la distancia que mantenía con las grandes potencias del futbol.

Miguel Herrera dijo al inicio de esta semana que él seguía pensando que el objetivo, en Brasil, eran los cuartos de final. Al afirmar ello, el entrenador mexicano pretende darnos a entender que México está en posición de competir, otra vez, en ese cuarto partido y sorprender -porque ese es el término correcto- para pisar en zonas adultas de un campeonatos mundial.

El retroceso de la selección mexicana en este proceso eliminatorio nos puede conducir a la interrogante sobre si la competencia de México ha pasado de ser ese cuarto partido y se ha convertido en una batalla para saber si su futbol será capaz de superar la primera ronda de un Mundial. Las estadísticas indican que México no suele tener contratiempos en la fase preliminar de los mundiales. Esta vez, las dudas existen y prevalecen mientras se acerca la hora de afrontar a Camerún el 13 de junio en la costera ciudad brasileña de Natal.

Acercarse a esas potencias, "rasguñarlas", "morderles", apretarlas, preocuparlas, inquietarlas donde más les duele, llevar el partido hasta un terreno indeciso y acariciar siempre la posibilidad de una victoria. Ese era la misión que el futbol mexicano había logrado, por momentos, en ese cuarta presentación dentro de un Mundial. Coquetear con el quinto juego era una de las muestras inequívocas de que el futbol mexicano crecía y vivía para soñar con el futuro. Hoy, no estamos tan seguros de que podremos hacer eso, porque hay una preocupación extrema para que el equipo sea competitivo, incluso, en la ronda de grupos.

El quinto juego no es la obsesión del futbol mexicano. El cuarto partido si que lo es o lo era, porque mientras el sol se ocultaba en el horizonte de East Rutherford, de Montpellier y de Leipzig, los "ángeles" y los "fantasmas" merodeaban en aquellas tardes de bajo el grito del "Si se puede... Sí se puede...". Hoy, no sabemos si en realidad "se pueda".

@Faitelson_ESPN