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Las peores selecciones de la historia

Se acerca el 5 de junio y los 30 equipos esperan encontrar en el draft amateur a la próxima estrella de las Grandes Ligas.

¿Estarán en la nueva camada de jugadores que llegan cargados de sueños los próximos Mike Trout o Clayton Kershaw?

¿Cuántos de los escogidos este año ingresarán dentro de aproximadamente dos décadas a Salón de la Fama de Cooperstown?

¿Habrá en este grupo de cientos de muchachos el nuevo Derek Jeter?

Parafraseando a Forrest Gump, el draft es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar.

No faltan los que entraron como primera elección y se quedaron en el camino, mientras que otros, escogidos en rondas más tardías, fomentaron carreras dignas contra todo pronóstico de los entendidos.

Quizás el peor de todos haya sido Danny Goodwin, pues el único que ha sido primera selección en dos años diferentes.

En 1971 los Medias Blancas de Chicago lo escogieron como número uno, pero Goodwin optó por seguir jugando béisbol colegial.

En 1975 finalmente se decidió a emprender su carrera profesional y fue escogido nuevamente como número uno por los Angelinos de California.

¿Y? No pasó de ser un bateador mediocre, mediocrísimo, que a duras penas se mantuvo siete campañas en las Mayores como jugador de reserva, con 707 turnos, 13 jonrones, 81 carreras impulsadas y average de .236.

En el 2004, los Padres de San Diego eligieron al campocorto Matt Bush por delante del lanzador derecho Justin Verlander, con la esperanza de construir el futuro del equipo en torno a este jugador.

Imposible. Bush jamás logró subir a Grandes Ligas, pues fue incapaz de batear en las Menores y fue pésimo con el guante en una posición eminentemente defensiva: su promedio de fildeo fue de .929. Tal vez Verlander lo hubiera hecho mejor si lo hubieran colocado en el campocorto.

Otro escogido como primera selección que jamás pisó un terreno de Grandes Ligas fue el lanzador zurdo Brien Taylor.

Los Yankees lo seleccionaron en 1991, con la esperanza de que fuera el próximo Whitey Ford, pero Taylor nunca pudo llegar siquiera a Triple A y se fue del mundo del béisbol con marca de 22-30 y efectividad de 5.12 en siete campañas, seis de ellas en Clase A y una sola en Doble A.

Desafortunada también fue la elección de Bryan Bullington por los Piratas de Pittsburgh en el 2002.

El derecho Bullington estaba llamado a ser el líder del staff de pitcheo de los Piratas y tras acumular excelente récord de 47-22 en tres campañas en las Menores, finalmente fue subido al equipo grande en el 2005.

Desastre total: no fue hasta el 2010, cinco años después de debutar, que logró su primera -y única- victoria en Grandes Ligas.

Bullington se diluyó en el 2010, dejando tras de sí un balance de 1-9 y efectividad de 5.62.

La lista de fracasos es más larga y podría incluir al jardinero Shawn Abner, firmado por los Yankees de Nueva York en 1984, o Al Chambers, escogido por los Marineros de Seattle en 1979.

Los Mets se dieron cuenta pronto de su error y enviaron a Abner a los Padres de San Diego, donde debutó en 1987 y pasó cuatro años y medio de los seis que estuvo en las Mayores.

El proyectado rompecercas apenas bateó 11 cuadrangulares y su average global fue de sólo .227.

Peor fue Chambers. Su paso por Grandes Ligas se limitó a 120 turnos en tres temporadas, average de .208 y par de bambinazos.

Un último detalle: desde que en 1965 comenzó a realizarse el draft amateur, ninguno de los escogidos como número uno ha logrado entrar al Salón de la Fama.

Esa sequía debería romperse el año próximo, cuando sea elegible Ken Griffey, primera selección del draft por Seattle en 1987.

Así que no debemos dejarnos llevar por el entusiasmo demasiado temprano. Paciencia, que ya el tiempo dirá a quiénes les tocaron los mejores bombones de la caja.