<
>

El Pacaembú

SAO PAULO (Enviado especial) -- Después de un día en Río de Janeiro, regresamos a nuestro queridos Haras Buena Fortuna de Cotia, en Sao Paulo. A estas alguras, ya había comenzado a extrañar un poco la tranquilidad de esta localidad alejada del centro paulista. En la capital carioca vivimos el Mundial como en ningún otro sitio, no sólo por lo que significa esa ciudad que nunca duerme, sino porque allí la fiesta de la Copa se siente en cada rincón de Copacabana, Barra o Ipanema.

Río es el centro neurálgico de la Copa del Mundo. Allí se encuentra la Selección de Brasil y allí se disputará la final. También tiene al Fan Fest más grande del país y ha recibido a mayor cantidad de turistas que ninguna otra ciudad. Por
estas razones, es el mejor lugar para sentir el Mundial en las calles, en los bares y en los restaurantes. Brasil 2014
está omnipresente en la cidade maravilhosa.

En este diario de viaje ya se ha hablado de lo que ocurrió en el Maracaná durante el duelo entre Argentina y Bosnia. Algo
similar sucedió después del partido, en la noche y la madrugada de Río. A primera hora del día siguiente emprendimos el
regreso a Sao Paulo, donde volvimos a encontrarnos con hinchas de varias Selecciones en el aeropuerto. Esto ya es un
clásico, porque debido a las grandes distancias que se deben recorrer, la gran mayoría de los simpatizantes deciden
trasladarse en avión de sede a sede.

Después de la tradicional cobertura del entrenamiento de la Selección Colombia, decidimos hacer una visita obligada para
cualquier futbolero en Sao Paulo. Fuimos al estadio Pacaembú, que se encuentra en uno de los barrios más lindos de la
ciudad. Claro que yo había visto esta cancha por televisión y había escuchado elogios por su estilo arquitectónico, pero
en vivo y en directo es otra historia. Puede decir que es el estadio más lindo que vi en mi vida, al menos desde afuera.

El Paulo Machado de Carvalho se parece más a un Coliseo romano que a una cancha moderna. Fue inaugurado en 1940 por el presidente Getulio Vargas y en aquel momento fue reconocido como el estadio de fútbol más cómodo y moderno de Sudamérica. Tenía una capacidad para 70.000 espectadores y fue una de las sedes del Mundial 50. Allí, Brasil empató 2-2 con Suiza y Uruguay jugó sus dos primeros encuentros de la fase final.

Decíamos que la imagen de su entrada principal recuerda al Coliseo romano. Uno puede reconocer fácilmente que está frente a un estadio de fútbol, algo que con las canchas modernas no sucede. Hoy, uno no sabe si una construcción es un estadio, un shopping o un aeropuerto. La comodidad es mucho mayor, claro está, pero le han quitado un poco de identidad futbolera a los estadios. Por ejemplo, el Arena Corinthians es imponente, pero los paneles blancos de su estructura exterior poco tienen que ver con la imagen que uno tiene de un campo de fútbol.

El barrio Pacaembú es uno de los más bonitos de Sao Paulo y está justo arriba del estadio, que se encuentra en una especie de pozo. Uno accede a la zona residencial por dos calles ascendentes que se encuentran a los costados. Allí viven algunas de las familias más acaudaladas de la ciudad, que en ocasiones se quejan de tener tan cerca un escenario de la importancia del Pacaembú. Es que allí se han disputado decenas de finales del Paulistao, definiciones de Libertadores y grandes clásicos regionales.

El único problema de la visita es que no pudimos entrar al Museo del fútbol, uno de los más importantes de Brasil. No importa, siempre habrá otra oportunidad de tomarse al menos un mínimo recreo en medio de esta maravillosa Copa del Mundo para conocer los grandes tesoros del fútbol brasileño.