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'Rómpase en caso de incendios... o penaltis'

RÍO DE JANEIRO, Brasil -- La pregunta se quedó archivada. Era evidente que para participar en la conferencia de prensa de Holanda este domingo en el Estadio José Bastos Padilha del Flamengo, era imprescindible ser rubio y de ojos claros. Pero, creo, la genética no me ayuda.

Estaba ahí, en el estrado, Tim Krul. Surfeando hábilmente en la tabla de la fama, sobre la cresta de la ola mundialista. Le acompañaba el portero titular naranja, Jasper Cillessen.

Súbitamente, el '23' se convirtió en el número uno. Ocupa el sitio más alto de popularidad en los Países Bajos. Y el arquero número uno pasó a ser el número dos.

Se pretendía saber las sensaciones de que en un Mundial donde los porteros se han convertido en protagonistas de todos los dramas y todas las comedias, él, Krul, quien menos minutos, menos balones, menos soponcios ha tenido en la cancha, desbancó a todos.

Hoy el arquero suplente holandés esfumó las atajadas heroicas de héroes que ahora son sólo figuras regionales.

Hoy, Krul ha mandado al anecdotario las extraordinarias jornadas de Keylor Navas; las 15 atajadas en el fusilamiento de Bélgica a Tim Howard, y la gesta poderosa de Guillermo Ochoa ante el poderío de Brasil.

Krul salió de la banca un minuto antes de que concluyera el juego entre Holanda y Costa Rica para irse a la fase de penales.

Asombro. Azoro. Comenzando por su titular, Cillessen, quien al menos hasta el sábado por la noche era su amigo, según lo dice; pero comenta que es su ejemplo, su socio, y lo cita como referencia de porteros en Europa. Si antes lo miraba de arriba a abajo, hoy debe mirarlo de abajo a arriba.

Krul confirma que él y Van Gaal tenían un pacto secreto, un pacto de sangre. Si había penales, jugaría. Era un secreto sellado con sangre. Y así permaneció. Cuando los 120 minutos se consumían, los dos lobos se relamían los bigotes.

Cillessen reconoce que por segundos cayó en las garras del estupor, del desaliento, de la confusión. Y deja entrever que casi se palpa toda su humanidad, para saber si estaba vivo o si estaba lesionado o si estaba entero, al ver desde las bancas, los aspavientos para que saliera, con el letrero luminoso en rojo con el número 1, y con el '23' en verde.

Como los maridos con una cornamenta como ornamento, fue el último en enterarse del amasiato táctico entre Van Gaal y Krul.

"¿Qué está pasando aquí?", se preguntó Cillessen. La respuesta le llegaría primero en la banca y después en la cancha.

Cuando Krul es anunciado, las estadísticas del portero del Newcastle inglés no confesaban nada. Había atajado apenas dos de los últimos 20 penales cobrados en su contra.

Sus antecedentes no revelaban, ni remotamente, que fuera un atajador excelso en penaltis. Y él mismo lo reconoce en la conferencia de prensa de este domingo.

Pero en los cinco disparos de los ticos siempre encontró el viaje misterioso de la pelota. De los cinco atajó dos: a Bryan Ruiz y a Michael Umaña.

Con su nombre de superhéroe cósmico del Siglo XXX, Krul salvó a Holanda del ímpetu costarricense, y se convirtió en el protagonista del Mundial, este personaje, nacido en el monedero favorito de los condes holandeses, en La Haya, ciudad de la que por cierto es el único emisario en el contingente mundialista anaranjado.

Tras debutar a los 18 años, en lo que parece una exótica tienda de helados delicatesen, de 93 sabores, ADO Den Haag, hoy con menos segundos de juego que las llamadas que ha recibido de felicitación desde Holanda, se convierte en el portero más famoso en la historia de los Mundiales.

No hay secretos detrás de esa adquirida habilidad para atajar los penaltis críticos. Reconoce que hay instinto, acepta que hay reflejos, pero fundamenta el mérito en el trabajo de preparación. "Parece que esta es mi misión en este Mundial", dice entre risas.

Y mientras Krul atajaba penaltis ante los ticos, con esa frialdad o indiferencia de quien sale cada día a ganarse el pan desde una aburrida oficina, un soso consultorio o una rutina de checar boletos en un cine, Cillessen se consumía de nervios, de ansiedad. Lo acepta: no eran celos, era desear que su, hasta el sábado, amigo, socio, confidente, colega y, sobre todo, suplente, hiciera bien su tarea.

"Las festejé mucho (las atajadas de Krul), porque lo importante era el equipo. Hoy Tim es el jugador más famoso del equipo, pero porque yo le di la oportunidad", comenta entre risas, ante un aparentemente apacible Krul, quien le dio 23 sorbos, acaso cabalísticos, a la botella de agua, como reflejo más de los nervios del confesionario mediático, que por una eventual sed, porque la sesión de entrenamiento sería posterior a la charla con los medios.

Lo cierto es que Krul ha revalorizado al portero suplente. Del tipo que viaja y sólo toma las fotos de los titulares, se ha convertido en arma secreta. Del valet del arquero titular, se ha convertido en el ogro, en el coco, que usa Van Gaal para espantar a los delanteros rivales cuando el Juicio Final se traslada al manchón penal.

A partir de Krul y la argucia de Van Gaal, el arquero suplente debe diversificar sus habilidades, y no consumirse como turista o burócrata mundialista, esperando desperezada y desesperanzadamente a que el titular se entierre una uña para poder jugar.

Ha llegado el momento de los porteros multifuncionales. Ya no están ahí para completar la nómina, sino para vestirse en héroes de ocasión.

A partir de Krul y la astucia de Van Gaal, a los porteros suplentes se les debe colocar en un gabinete con el letrero: "Rómpase en caso de incendio... o de penaltis".