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Brasil, una samba de siete notas fúnebres

SAO PAULO, Brasil -- Brasil 1-7 Alemania. Cinco veces campeón del mundo. Siete veces humillado. Su propio reino ha sido devastado por la poderosa armada alemana.

Brasil quería parecerse a Alemania. Alemania decidió imitar, en medio de su rigidez guerrera, algunos fundamentos de Brasil. ¿El saldo? La nación más alegre del mundo conoce la extrema tristeza.

Tarde o temprano debía ocurrir: Brasil traicionó sus principios, traicionó su linaje, traicionó el dogma de hacer del futbol, arte y regocijo.

Eligió, como los palurdos del futbol, el músculo y la mezquindad. La nación de la cadencia y el ritmo, exilió ambos atributos de su principal pasión: el futbol. La samba del futbol brasileño queda reducida a espasmos violentos de epilepsia, es decir a convulsiones grotescas, bajo el dogma de Luiz Felipe Scolari.

¿Las ausencias de Neymar y Thiago? Pesaron, sin duda. Pero fue evidente que Scolari nunca pudo armar un equipo con un sello y una personalidad. Nunca tuvo un plan opcional. Pensó equivocadamente que Neymar era indestructible y que por lo tanto Brasil era indestructible.

Brasil queda hecho cenizas. Llega el momento de reconstruirse. Después del Maracanazo de 1950 ganó cinco títulos mundiales. Tal vez, sólo tal vez, sea capaz de reinventarse entre los vestigios amargos de la mayor humillación sufrida por un equipo anfitrión en la historia de los Mundiales.

Y las vejaciones fueron varias, más allá del terror del 7-1, un marcador que es un relato de pánico. Queda una generación marcada y destruida. Y hoy Klose es más que Ronaldo en la historia de los goleadores.

Y Felipao y Parreira quedan como los caudillos de la decadencia y el suicidio. Ganaron dos títulos (1994 y 2002) apelando a la mezquindad y la ruindad, pero amparados en jugadores notables, especialmente en Corea del Sur/Japón.

Pero, además, Brasil encaró a una horda de jugadores marciales, militantes, combatientes, que le desbordaron en descarado mano a mano.

Estos alemanes son psicópatas tácticos pero con delicadas maneras cuando tienen el balón. Hacen caricias mortales con la bayoneta en ristre. Matan con tan delicada crueldad o con tan cruel delicadeza, que Brasil se enteró tarde que apestaba a fiambre.

Se sabe ya que los alemanes juegan más confortablemente en la adversidad. La hidra de 58 mil gaznates hambrientos, que amenazaba con tragárselos desde la tribuna del Mineirao, al minuto 29 desfalleció abierta en canal.

El 5-0 en menos de media hora, fue el acto de decapitación más expedito en la historia de las Semifinales de una Copa del Mundo. Parecía que Alemania llevaba prisa por sentarse a analizar a su futura víctima: Holanda o Argentina.

Y a partir de entonces, sorpresivamente, Alemania tuvo manifestaciones insólitas de piedad y clemencia, lujos inexplicables, lo hemos dicho, en una nación que declara la guerra al decir gracias: "danke", y se pronuncia cercanamente a "tanque".

Y los Panzers alemanes sembraron histeria en un país que preparaba los festejos para lo que debía ser un inminente sexto título mundial. Una nación preparada para declarar el miércoles como día feriado nacional, se encuentra con un miércoles de luto nacional.

No hubo hexacampeonato, sino exequias para las ilusiones de 200 millones de brasileños.

Alemania, bajo un plan de guerra impecable e implacable, no sólo ridiculizó y anuló los espasmos ofensivos de Brasil, incapaz de encontrar en Hulk, Fred, Bernard y el pecho frío Oscar, imaginación, vehemencia y testosterona.

Y tras terminar de castrar, de emascular, a jugadores ya castrados y emasculados mentalmente por la ausencia de Neymar, Alemania se burló de los cotizados zagueros brasileños, en especial de un vecino suyo, Dante, quien vivió su propio infierno, al ser rebasado, ridiculizado y superado con el futbol veloz e implacable de los brasileños.

Era evidente que los dos últimos goles eran una imprudencia despiadada de Schurrle, cuando el jugador del Chelsea, descortésmente, sacó a pasear sus instintos carroñeros, para hacer dos estupendas anotaciones, que marcaban la trasgresión de humillación a burla y degradación sobre Brasil.

Pero lo cierto es que Brasil era una invitación abierta a la vejación y el bochorno. Alemania no despreciaba la oportunidad magnífica de erguir su figura y sus dominios, desde Europa hasta América, y para conseguirlo era necesario poner de rodillas al campeador más poderoso del continente y del mundo.

Alemania terminó sin fatiga. Y no sólo espantó a Brasil, sino que Holanda y Argentina, semifinalistas de este miércoles, disputarán el derecho a tratar de confrontarse cara a cara, ante la bestia alemana que ondea, orea y muestra al mundo la zalea amarilla de un scratch que fue de oro y ha sido reducido a cobre.

En su canción Tigresa, Caetano Veloso deleita afirmando que "ella con algunos hombres fue feliz, con otros fue mujer".

Este martes, Brasil, la nación ha dejado de ser feliz.