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Del #TodosSomosSimios al #TodosSomosTreviños

LOS ÁNGELES -- Caos vial en Querétaro. Y un tipo, de vinculación panista, monta en cólera.

Iracundo, porque perderá horas-holgazanería-ocio-odio, Carlos Treviño llama "Simio" a Ronaldinho. Lo culpa de su demora.

Un caos vial que no genera, en realidad, el jugador, sino la ancestral ecuación corrupción-negligencia-incapacidad, que conjuga, con inmaculada eficiencia el inoperante gobierno al que él mismo perteneció y al partido político (PAN) al que hasta este lunes se le vinculaba.

Con un historial en redes sociales de marcada discriminación, racismo, odio y desprecio por sus semejantes a los que considera, obviamente, menos suyos y menos semejantes, Carlos Treviño desata una tormenta en la que termina ahogándose. Como en las arenas movedizas, muere atragantado de ellas, y como en el embrutecimiento alcoholizado de su odio, muere atragantado por la fobia que vomita.

Y Ronaldinho, sin manifestarse, tal vez sin enterarse siquiera, termina victorioso -aparentemente-, paseado en hombros por la marea de las redes sociales.

Ronaldinho ha quedado protegido. Momentáneamente. Porque, pregunto ¿alguien garantiza que cuando vaya a jugar a alguna de las junglas de la Liga MX donde los inadaptados gozan de impunidad e inmunidad, no se escuchen manifestaciones racistas?

¿Alguien, por ejemplo, mete las manos al fuego por los tipos de comportamiento -ojo, comportamiento- simiescamente salvaje, en tribunas como la de CU, y cuando se han perpetrado en Torreón, en el Azteca, en Pachuca, etcétera?

Fundamentemos algo: no todos los actos discriminatorios son racistas, pero, sin duda, todos los actos racistas son discriminatorios. Y consignemos que, por igual, racismo y discriminación, son actos incubados con mezquindad y ruindad.

E incluso en la sociedad se reacciona de manera equivocada: no es solidarizándose contra la víctima, sino solidarizándose contra el verdugo, como se exterminan este tipo de hechos.

Se resucita el término #TodosSomosSimios para cerrar filas con Ronaldinho, tal y como se hizo con Alves, hace meses, cuando de la tribuna voló una banana.

Insisto, la intención es buena, pero el mensaje es contrario. Ni Ronaldinho ni ninguna víctima de estos deleznables ataques necesita de solidaridad compasiva.

La solución no está en fusionarse vestidos de víctimas para defender a la víctima. La solución está en aliarse, en hacer una coalición contra el que hiere y no lamiendo las heridas de la víctima. A quien hay que cambiar. Castigar o erradicar no es a la víctima sino al alevoso e impune victimario.

Y cabe un acto de conciencia dentro de México. ¿Y los insultos contra Baloy, Burbano, Arizala, Carlos Darwin, Ayoví, Valencia, etc., en los estadios de México? O en sus casos hay tolerancia porque no son famosos o porque sus éxitos no tienen la inmortalidad de los de Ronaldinho.

Recordemos que en algunos se han visto envuelto hasta futbolistas como Pikolín y Verón, de Pumas, quienes hasta argumentaron "que las cosas que se dicen dentro de la cancha no deben salir de ella", sugiriendo que el afectado no tiene derecho a defensa, denuncia, sólo por los códigos torcidos de un campo de futbol.

Y esto lo podemos sacar de la cancha y de la tribuna. ¿Cómo es el trato a los centroamericanos que necesitan llegar a EEUU a través de México?

¿Cuál es el trato a los indígenas mexicanos que urgidos por el hambre llegan a las ciudades y se exponen a todo tipo de maltrato y violencia? ¿Y la repulsa del que va en el auto, contra el desfile en las esquinas de gente que busca el pan con el sudor de su frente, de su dignidad y de su orgullo ante el desprecio?

A alguien, cercano, torpemente, se le ocurrió decir que en nuestros comportamientos "todos somos simios".

No, lo grave, en el fondo, sería que todos fuéramos Treviños.

Por eso, insisto, ese tópico de #TodosSomosSimios prohija, estimula y fomenta los Treviños, y en nada ayuda a las víctimas.