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River y los partidos que dejan marcas

BUENOS AIRES -- Hay partidos que dejan marcas. Quizás no siempre por un resultado, ya sea positivo o negativo, pero dejan una huella importante en el recorrido de un equipo.

El choque que River tuvo con Lanús, en la previa, se observaba como importante porque se medían el líder del torneo contra uno de sus seguidores. Hasta aquí, sólo especulación de algo que podría suceder habida cuenta de los puntos y del funcionamiento que venían teniendo ambos. Sin embargo, por la forma en que se dio el cotejo River salió fortalecido desde lo anímico. Pese a que no consiguió ganar, la adversidad que vivió durante gran parte del encuentro pudo revertirla a base de una notable convicción y amor propio.

Y lo hizo ante un oponente muy sólido, armado como equipo, que viene siendo, desde hace años, animador de las competencias en las cuales participa. Pero como dijo el mismo Marcelo Gallardo, sus dirigidos dieron una notable muestra de carácter. No sólo eso, desde aquí agregamos que, cabeza y protagonistas, entregaron una muestra de convicción táctica.

Dividamos el análisis. En el primero de los rubros, cuando su invicto estaba en juego porque se encontraba abajo en el marcador, atravesaba el peor momento en cuanto al juego y las piernas ya empezaban a pesarle (venía de jugar hacía apenas 72 horas con cancha muy embarrada ante Arsenal), la fortaleza mental mitigó esas molestias físicas. Plateó un partido de golpe por golpe, de ataque por ataque, sabiendo que así tomaba riesgos. Esa osadía lo llevó a igualar el cotejo desde lo posicional, primero, y en el resultado, después. Todo con intérpretes que, como fue señalado, no derrochaban energía a causa de la acumulación de minutos que viene soportando.

Y en segundo punto resaltado es un poco la génesis del primero. Eso de la convicción táctica parte de la cabeza del grupo y genera un efecto liberador en los protagonistas. Los jugadores saben que tienen respaldo cuando las cosas no salen y que esa consigna de atacar siempre no es sólo un discurso para la gente. Se trata de una idea bien arraigada. Las pruebas quedaron a la vista. En el segundo tiempo, con Lanús en ventaja, Gallardo (quien había sido expulsado del banco) ordenó los siguientes cambios: un delantero (Lucas Boyé) por un defensor (Leonel Vangioni) y un mediocampista por otro (Augusto Solari por Carlos Sánchez). De esta manera quedó parado con tres en el fondo. Esto no sorprende porque debía revertir un marcador adverso y la forma de hacerlo era arriesgando. Tres defensores y la misma cantidad de delanteros fue el camino buscado por el entrenador. Pero el mensaje que ponderamos llegó después. Porque a minutos de las variantes River consiguió empatar, y lejos de proponer algo más conservador para el tiempo que quedaba siguió jugando de la misma forma, con la clara idea de buscar la victoria. Que no la consiguió, pero que estuvo cerca de lograrla. Parecer y ser, eso es lo que se destaca, y más aún en un estadio tan complicado y ante un oponente tan encumbrado como Lanús.

Este aperitivo le llega con el Superclásico asomando en el horizonte. A decir verdad, por lo que viene exhibiendo en cancha, si no siente la presión de estar ante un partido tan trascendente para la vida riverplantense, el pronóstico es auspicioso para los de Gallardo. Pero claro, el que se avecina es el partido donde no existen las estadísticas ni los buenos momentos, por eso deberá escribir una nueva historia y tendrá que hacerlo con un trazo bien firme y, por sobre todas las cosas, contundente.