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América y sus 30 millones de esterilidad

LOS ÁNGELES -- América ofrece un catálogo vistoso de lo que pretende, pero no le alcanza para ganar. Ni para anotar. Impotencia, infertilidad en 180 minutos.

Y el Puebla, colocado en un escenario magnífico y propicio para la hazaña, no lo desperdició.

El 0-0, en las condiciones de ambos equipos, se atraganta como derrota para el América y se suma como victoria para el Puebla.

Cierto: las Águilas mejoran, pero la eventual vistosidad o los espasmos de exquisitez no cotizan en el marcador, acaso, únicamente, en la garganta ansiosa de los aficionados, que aún se relamen los bigotes con las reminiscencias del título.

La jugada maestra del Profe Cruz le sacó dividendos. Mientras Pajoy estuvo en la cancha hizo de su carril un terreno dinamitado. Ni Carlos Darwin gozaba de comodidad, y terminó reventado Paul Aguilar.

América se arrimó a la portería de Cota, quien hizo válidos los elogios que le brindó alguna vez el añorado Miguel Calero. Benedetto, Oribe, Darwin, Sambueza, Arroyo, formaron el pelotón de fusilamiento, pero los postes, la estoica zaga o el arquero en plan de cirquero del ejército de salvación, impidieron que los pronósticos se materializaran.

Mohamed Alí se describía a sí mismo: "Vuelo como mariposa y pico como una avispa". América apenas seduce con lo que intenta, pero ese aguijón letal aún no lo encuentra entre esos tres delanteros por los que pagó 30 millones de dólares: Oribe, Darwin y Benedetto. 30 millones de dólares, hasta el momento, inofensivos.

Cierto: fue desperdicio del América, pero imposible desestimar los esfuerzos del Puebla, y como muestra la mano dura del Profe Cruz, quien sacó a un Alustiza que quiso jugar de frac, cuando el grupo reclamaba un obrero más, y metió a Cosme a sumarse a la jauría poblana.

De nuevo, Sambueza fue un claroscuro. Brillantez y penumbra. Sol y sombra. Produjo suficiente para que sus atacantes coronaran sus esfuerzos en la red, pero, también, por momentos se fue del estadio y no volvió.

Tiempo. Esa es la pócima regenerativa del América. Tiempo. Insistimos en lo referido hace una semana: Arroyo quiere jugar para Arroyo FC y encima cree que puede ser un clon de Carlos Darwin. Y Quintero y Sambueza necesitan la alianza con Paul Aguilar. Ayer, solo, Pajoy, se encargó de cortar una relación que debe ser generosa, constante y prolífica.

Llamó la atención un detalle en especial. Varias veces, en media cancha, Quintero recuperaba y generaba, pero no rebasaba los tres cuartos de cancha. Cierto, en ese momento, también, hasta cinco jugadores americanistas pisaban el área del Puebla, pero el colombiano tenía el lado derecho libre para hacer su labor de exterminio de zagueros. ¿Se lo prohíbe Matosas? No parecería, pero sólo ellos tienen la respuesta.

Y Pellerano, notable como líder en Xolos, quiere hacer funciones de ocho, recula como contención, y no termina siendo sorpresa en el área rival. Insisto, es tiempo y trabajo. Y Gustavo Matosas sabe que su carta crediticia en el América, no tiene límites.

Puebla no pierde dos puntos, gana uno. Meterse al Azteca ante la constelación de jugadores del adversario, y salir con un punto sin recurrir a bajezas defensivas ni cobardías extremas, le suma esperanzas.

Y reiteramos lo mismo que mencionábamos de Xolos hace una semana: si su nivel de rendimiento es similar al de este sábado en el Azteca, podrá zafarse de la guillotina desesperada del descenso. Excepto claro, que esta sublime jornada del sábado, haya sido sólo estimulado por el rival y por la parafernalia propia del juego.

Punto aparte, el ingreso de Cuauhtémoc Blanco. Apoteósico. El americanismo mismo le rindió tributo. Le perdonó a su hijo pródigo regresar a la cancha sagrada del Azteca, vestido con el uniforme de guerra del enemigo. El agradecimiento rebasa tabúes y reglas.

Dicen los chinos que "cuando bebas agua, recuerda el venero que la surte". Y el americanismo sabe que el lustre de su equipo tiene una historia cicatrizada de por vida a la generosidad amorosa de Cuauhtémoc Blanco.

Y resucito la frase de Javier Aguirre cuando dirigía al Tri: "Con once cabrones como Cuauhtémoc, México ya habría sido campeón del mundo".