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Un verano de terror

MENDOZA -- Y de golpe todo se le derrumbó, aquello que se presagiaba como un verano tranquilo, de puesta a punto, de calentar motores y ajustar detalles para la ardua competencia que tendrá adelante, terminó siendo una tortuosa pretemporada. Casi una pesadilla. Porque, sin exagerar, para River los compromisos preparatorios fueron nocivos. Perturbaron la tranquilidad idílica con la que había terminado el año pasado. Abrieron un enorme interrogante para el futuro.

Ya no por los pésimos resultados ante Boca ni por la última goleada, sino más bien por el nivel de juego. Aquel fútbol que despertó elogios, que agotó calificativos, que removió un aletargado fútbol argentino que venía de coronar campeones chatos y oscuros, todo se hizo añicos en un mes.

Es cierto, lo obtenido no se lo quita nadie y todo lo expresado formó parte de una realidad que convulsionó a propios y extraños, pero cuando se realizó ese análisis fino e indulgente, también figuraba, implícita, la posibilidad de que el Millonario alguna vez mostrara un lado B, y eso sucedió con una premura llamativa. Por esto es que se debe ser tan crítico como en su momento hubo que destacar bondades.

Hoy River es un equipo lento, previsible, largo entre sus líneas, sin ideas y, lo que es peor, que transmite una alarmante sensación de desgano. Ni siquiera a nivel individual pudo sacar los clásicos adelante. Es más, hasta apeló a faltas violentas que redundaron, por ejemplo en el choque de Mendoza, en que se quedara con tres hombres menos.

Los futbolistas tienen ante sí la compleja tarea de devolverles a sus cabezas la elevada autoestima que enarbolaban en el semestre pasado. Una frase común dice que el fútbol da revancha pronto, y en este caso es así, porque podrá canjear los desencantos del verano por una copa en apenas quince días, aunque para que esa transferencia de sensaciones se produzca deberá vulnerar a un rival de jerarquía como San Lorenzo, en el marco de la Recopa Sudamericana.

El final del análisis está dedicado a Marcelo Gallardo. El padre de esta criatura bipolar. El sorprendente entrenador que transformó en revolucionario a un equipo que no venía jugando en un nivel destacado. Es hora de mostrar que sus dotes no son sólo para los tiempos de gloria. Para mantener un semestre tranquilo tendrá, inevitablemente, que sacar a relucir la muñeca que se necesita para pilotear la nave en plena tormenta. Porque el fútbol está plagado de estos momentos.

En rigor de verdad, son más los días en los cuales se debe remar contracorriente que aquellos en los que se puede hacer la plancha. Tomemos está frase con sentido metafórico y no literal, porque muchos dirán que nadie se relaja ni aún estando bien, pero sí, inconscientemente, puede producirse un quedo cuando se alcanzan objetivos. Y es ahí donde debe aparecer en escena la mano del entrenador. Tiempo entonces para que Gallardo haga lo suyo.

Pero el salir a flote no depende exclusivamente de él, muchos futbolistas tendrán que recuperar el nivel, la voracidad, la concentración, la contundencia y las ganas, el deseo de ganar cosas. River aún puede dar el volantazo. Es cierto que se estrelló nada menos que ante el rival de toda la vida, ese con el que ningún hincha quiere perder, pero eso ya es irreversible. Ahora tiene la impostergable misión analizar el mazazo tremendo que recibió para mejorarlo y convertirlo en algo positivo. La competencia oficial está a la vista, ahí cerquita en el horizonte, aún puede iniciarla con optimismo. Depende de sí mismo.