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El Super Bowl y su gran legado

Para muchos fue un error, para otros un acierto y para algunos más se trató de un aprendizaje. Una jugada lo definió todo. Y apareció un héroe inesperado, tomó el balón, lo aprisionó contra su cuerpo y avanzó un par de yardas hacia la gloria. El gran juego volvió a dejar enriquecedoras lecciones. La de un equipo que ganó basado en un novato, la de otro equipo que tomó una decisión arriesgada y que cayó peleando sobre el campo de juego y la de un espectáculo que siempre ofrece algo para terminar convenciéndonos de su profundidad y riqueza.

LOS ANGELES, CA.-- Casi 24 horas después de que el novato Malcolm Butler aprisionara el balón contra su cuerpo y avanzara un par de yardas rumbo a la gloria, la pregunta seguía siendo la misma: ¿Fue un error o fue un acierto lo que finalmente propició el desenlace del Superbowl número 49? Ni error, ni acierto, para mí fue todo un aprendizaje.

Y entre su acostumbrado panorama de espectacularidad, de emoción, de música, de luces, de exactitud en organización, de comercialización y de producción como un complejo programa de televisión, el Superbowl volvió a dejarnos muchas lecciones. La más importante de todas pudo haber llegado desde el mismísimo campo de juego, cuando el partido agonizaba y cuando los Halcones Marinos suspiraban ya por un bicampeonato. En la yarda uno, en segunda y gol, con 25 segundos por jugarse y Nueva Inglaterra al frente 28 a 24, todos en el campo, en el estadio y seguramente también millones en la televisión aseguraban que Seattle le daría el balón al corredor Marshawn Lynch, uno de los jugadores más dominantes de la Liga en su posición, para ganar el Superbowl. Pero Pete Carroll nos sorprendió a todos y ordenó un pase, un pase corto que leyó e identificó de manera precisa el novato Butler para interceptar el ovoide y definir el juego.

Increíble. Todo el Superbowl, la temporada y parte de la historia de la NFL definida en una sola jugada y no por Brady, por Gronkowski, por Wilson por Lynch o por alguna otra de las estrellas rutilantes de este deporte, sino por un jugador que ni siquiera entró en el "draft" (proceso de selección de la Liga) que fue firmado como emergente por los Patriotas y que algunos años antes se pagaba la matrícula de la escuela compartiendo un trabajo como lavador de platos en el restaurante Popeyes (comida rápida).

Pero la disyuntiva sigue siendo la decisión de los Halcones Marinos de jugar, en apariencia, contra sus propias condiciones al ordenar un pase cuando todo hacía indicar que la carrera debía ser la elección más acertada. El propio coach Carroll ofreció una disculpa y cargó con la culpa de la derrota, pero yo creo que habrá que aplaudir la osadía, el intento por ser diferente de Seattle y al mismo tiempo la capacidad defensiva de los Patriotas y las condiciones de Butler, su inteligencia para leer la jugada, su reacción, sus argumentos técnicos en el momento más oportuno.

Más que un error y un acierto, hay uno o varios matices de aprendizaje: Nueva Inglaterra ha ganado el Superbowl gracias a la labor de equipo y aunque Tom Brady levantaba el trofeo al Jugador Más Valioso y acercaba su nombre a la leyenda, lo hacía gracias a la astucia e intrepidez de quien es quizá el jugador más desconocido de toda su nómina. Y Seattle hizo lo que tenía que hacer, porque si la jugada hubiese fructificado, si el pase hubiese llegado al receptor, hoy hablaríamos de que el coach Carroll es un genio y que ellos, los Halcones Marinos, encontraron una manera diferente de ganar un partido. En el futbol, en el deporte, en la vida, hay que tomar riesgos y confrontar las consecuencias que esos riegos significan. Seattle lo hizo.

El Superbowl dejó todo lo que tenía que dejar: competencia, emociones, espectáculo, drama y un final lleno de enseñanzas.

@Faitelson_ESPN