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El Messi-rati se apaga sin cruzar la meta

LOS ÁNGELES -- En pleno incendio, Manchester City se quedó sin bombero. Y la vorágine siniestra azulgrana consumió la aterrorizada ciudadela de Manuel Pellegrini. 1-2, Barcelona les hurta la bandera.

Cuando Yaya Touré saltó del barco con la absurda expulsión ante CSKA y los réditos de su castigo, el City debió tocar a queda en la Champions. Sin el músculo, corazón y cerebro del marfileño, las veredas del Manchester se convirtieron en autopistas. Y era el minuto 90 y el Messi-rati de Lionel mantenía el motor a punto, aunque se le desbieló en el sitio de sacrificios del punto penal.

Claro, no sólo Yaya entregó su espada anticipadamente. Kompany se dedicó a cuidarle la espalda y no las piernas a Luis Suárez, y el belga tuvo pase VIP para ver inmaculadamente esos dos goles. Y cuando Manchester cosecha con Agüero el 1-2, en rebelión ya desesperada, Clichy negocia en la espinilla de Alves su segunda amarilla y la roja del exilio.

Y el Messi-rati, menospreciado en la marca por Pellegrini, se dedicaba a borrar con pinceles el oscuro laberinto que los atrapó con la derrota en Málaga, sin que entonces, ni Lionel ni Neymar, pudieran sacar siquiera un calcetinazo.

Y los Ciudadanos quedan heridos de muerte. La incredulidad, hecha renuncia, comienza desde el rostro cenizo de Pellegrini. Su estrategia simplista es un discurso de bisoños. "Si les quitamos la pelota, los anulamos", la retórica de la obviedad.

Barcelona sudó sin sufrir. Batalló sin ser herido. El adversario tenía problemas de identidad. Se sentía preparado y fortalecido para atacar, pero lo hacía con ritmos desordenados. El Kun, encima, se obsesionaba con salvar en solitario la plaza, porque Dzeko era un estéril acompañante que nunca le devolvió pelotas, ni le enredó a los defensas adversarios.

Y mientras el Messi-rati se regocijaba con las libertades, Barcelona empezó a sufrir nuevamente cuando Adriano entra por Alves, y se convierte en perseguidor más que en un recuperador por la banda.

Lo irónico, es que el mismo Messi-rati pudo condenar la eliminatoria. En sus correrías, tramita un penalti. Y lo cobra en la última jugada del partido. Al manchón fatalista. Y cobra mal. Lo entrega al lance paciente de Hart y en el contrarremate, caricaturescamente, el mismo Leo se hace un lío y remata de cabeza, desviado, a sólo ocho metros de un inmenso hocico ansioso de sepultar en la garganta de la red el epitafio del 3-1. El fabricante de victorias, arruina su propia exaltación. El Messi-rati se apaga a milímetros de cruzar la meta.

No sirve de consuelo al barcelonismo, pero @2010MisterChip consigna que Messi falla su tercer penalti en Champions, tantos como Cristiano Ronaldo, Figo y Schevchenko. Y no sirve, porque el museo de los ridículos siempre está inoportunamente abierto, 24/7.