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El Piojo, de luna de miel antes de casarse

LOS ÁNGELES -- A Miguel Herrera le pactaron un matrimonio con la novia equivocada. Es clara su predilección por la Copa América. Pero el entorno, sus patrones, le exigen ganar la Copa Oro.

Si pudiera elegir, el Piojo se lanzaría con su corte europea y sus mejores opciones de la Liga MX, a la conquista de Chile 2015. Eso quisiera.

Pero en contraste con el querer, aparece el deber. Su obligación es ganar la Copa Oro para enfrentar a Estados Unidos en el repechaje para definir el boleto a la Copa Confederaciones.

Ojo: no es menosprecio a la Concacaf, que al final es el vecindario donde México ha sufrido recientemente, sino la tentación fascinante de meterse a un torneo en el que compiten algunos de los mejores futbolistas del mundo: Messi, Neymar, Suárez, Cavani, Vidal, Falcao, Valencia, David Luiz y una extensa legión de talentosos que hacen más poderosas las Ligas de Europa.

Es entendible el apetito de Miguel Herrera. Jugar con los mejores los hace mejores, especialmente cuando el Tri llega luego de un calvario vergonzoso, tras el calamitoso Hexagonal Final de la Concacaf.

Y eso genera confusión, pero también justifica ambición. Explico: México debe razonadamente rescatar el respeto en su área, un respeto que le fue vilipendiado hasta dejarlo en estado comatoso en la eliminatoria anterior.

Y entonces, encima, cómo atreverse a desafiar seleccionados sudamericanos donde hay una constelación de conquistadores de Europa, cuando su propio regimiento lo conforman, en su mayoría, itinerantes de la suplencia.

¿Se distrae demasiado Miguel Herrera confeccionando al equipo que acudirá a la Copa América como para poner en riesgo la Copa Oro? ¿Es prueba de ello el que tiene dos sinodales útiles antes de ese torneo como las visitas a Perú y a Brasil, y no así para la Copa Oro? ¿Se le perdonaría un fracaso en la Copa Oro si hace un papel notable en la Copa América?

Para los escépticos, recordemos que en la anterior edición de la Copa América, Argentina 2011, de los cuatro semifinalistas, tres no fueron al Mundial de Brasil, y el cuarto, Uruguay, llegó a través de la repesca.

Y recordemos que se corre el riesgo, como ya ha ocurrido, de que las grandes figuras de esas selecciones sudamericanas lleguen fundidas a la competencia como parte de sus intensos torneos.

En el sentimiento y resentimiento de jugadores y cuerpo técnico, y por supuesto dirigentes, queda aún supurando la herida abierta en esa competencia, Argentina 2011, en la que México regresó sin conquistar un punto y siendo bochornoso protagonista de su peor aparición en Copa América.

Lo dijo bien Andrés Guardado: "No puede volver a pasar lo mismo".

Por su parte, el Piojo busca el equilibrio: un equipo capaz de dominar en la Copa Oro y otro capaz de competir en la Copa América en un grupo complicado con el anfitrión Chile, Ecuador y Bolivia. Un triunfo sobre los del altiplano le pondría seguramente en segunda fase como mejor tercero.

Si su intención fuera dedicarse de lleno a la Copa Oro, enviaría al grupo completo de europeos a este torneo y se dedicaría de lleno a trabajar con él, sin generarse ni generar distracciones con la Copa América.

Con ese temperamento suicida, aventurado y aventurero, Miguel Herrera quiere jugar ambos riesgos y mientras Santiago Baños coordina a la Selección A para la Copa Oro, él se atreve a buscar una hazaña con su Selección B en Chile.

Sí, hay un riesgo innecesario, pero no deja de ser un riesgo plausible. Pero, cuidado, y el Piojo lo sabe, un fracaso en ambas competencias, generaría un entorno minado y peligroso para el proceso rumbo a la eliminatoria para el Mundial de Rusia 2018.

Recordemos, en un pasaje similar, cómo Hugo Sánchez se avorazó y exigió jugar la eliminatoria olímpica rumbo a Beijing 2008, cuando era una labor delegable para Chucho Ramírez. Quiso abarcar más de lo que debía y fue relegado luego de que ya había perdido la Final de la Copa Oro y rescatado un tercer lugar en la Copa América de Venezuela.

Un reto extremo para Miguel Herrera: quiere irse de luna de miel con su novia favorita, la Copa América, antes de casarse forzosamente con su novia obligada, la Copa Oro.