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Luis Enrique, un alma libre frente al Barça

BARCELONA -- En la búsqueda de recuperar las esencias, el FC Barcelona contrató a Luis Enrique sin caer en la cuenta que el entrenador asturiano es un personaje alejado de todos los estereotipos que el club pudiera imaginar. Firmó por dos años y a seis semanas de que se acabe la temporada mantiene la duda de su continuidad. Su futuro, advierte, no va más allá del siguiente partido.

De momento cumplió 50 partidos ante el PSG y los números son la mejor carta de presentación que deberían dar por hecha su permanencia en el banquillo el próximo curso. Supera en triunfos a Guardiola y al número uno, Helenio Herrera. Ha colocado al equipo en la final de Copa, en las semifinales de Champions y en lo alto de una Liga que lidera a falta de seis jornadas para su conclusión.

A estas alturas, a los defensores de las esencias puede presentarles la primera parte frente al PSG o la exhibición en Manchester, a los resultadistas esas 42 victorias en 50 partidos y a los exigentes del cambio, partidos como el de Copa en el Calderón. Para todos hay en el libreto de Luis Enrique porque es el entrenador que mayor controversia y mejor rendimiento ha provocado.

Está, como proclamaba el trascendental Johan Cruyff, en la carrera por ganarlo todo en pleno mes de abril... Y sin embargo se blinda en el silencio. Así es Luis Enrique, capaz de cambiar la opinión de todo el entorno del club y ganar adeptos en base a decisiones que hoy son aplaudidas (las rotaciones), pero que en su momento se le echaron en cara. Y, en la cuadratura del círculo, mantener la compostura y la calma a pesar de su evidente enemistad con la estrella del vestuario.

Hace cerca de cuatro meses, al comenzar el año, su enfrentamiento con Leo Messi le condenó a ojos de todo el mundo y las especulaciones, que vuelan en el entorno del Camp Nou, siguen dando por hecho que si el argentino no puede verle, él tampoco le soporta.

Pero, más aún, su distanciamiento con la junta de Bartomeu a partir del despido de Zubizarreta es una realidad que nunca se ha preocupado en disimular. Al contrario. De hecho, la nueva comisión técnica encabezada por Ariedo Braida y Carles Rexach no ha sido ni tenida en cuenta por el entrenador.

Porque Luis Enrique, capaz de provocar tantas dudas en los despachos como en el vestuario y el entorno, vive a la suya sin preocuparse del qué dirán, qué escribirán o qué pensarán más allá de su propio caparazón. Es por ello que no hay rueda de prensa sin un enfrentamiento, una indirecta, una mala contestación y una polémica. Un día tras otro, sin que se adivine el final.

Más próximo a Van Gaal que a Guardiola, el asturiano personaliza un capítulo que ya vivió en su día cuando era jugador. Sucedió en el banquillo a Gerardo Martino como en 1997 Van Gaal ocupó el puesto de Bobby Robson. El inglés aguantó un año convulso y con un entorno tan enrarecido como lo soportó el Tata y Van Gaal, con un carácter de hierro, nunca dudó a la hora de enfrentarse a quien fuera (desde Rivaldo hasta los periodistas) como hace ahora Luis Enrique.

Pocos entrenadores, o ninguno, se adivinan capaces de vivir en conflicto permanente con todo el mundo como hace el asturiano, que ha sabido adaptar su ideario futbolístico a las necesidades y exigencias de la plantilla sin dar sensación de debilidad a ese entorno incendiario del Barcelona.

Y que para redondear el asunto falta por asomar la contienda electoral, en que su figura, de forma invariable, estará en el escenario. Acaso esa sea otra de las razones por las que se mantiene invariablemente mudo al hablar de su futuro, consciente de que, quizá, el nuevo presidente, o el propio Bartomeu si gana la contienda, no le tenga en cuenta... Dependiendo de los diez partidos que restan para acabar la temporada.

Luis Enrique es lo que se conoce en España como 'un alma libre' que no se siente atado a nadie en este Barça y pudiera ser el primer entrenador que abandona el club después de ganarlo todo. Está, al menos en ese camino. El de ganarlo todo. O no.