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América: el cinismo de la tintorería exprés

LOS ÁNGELES -- Tintorería exprés. En 31 minutos, América lavó la inmundicia de sus 139 minutos anteriores en la Final de la Concachampions. Y rescata el salvoconducto a la Copa Mundial de Clubes.

América se impone 4-2 (5-3) al Impact en su manicomio pletórico, el Estadio Olímpico de Montreal. Sin duda, un acto de cinismo, pero también de heroísmo.

Las Águilas se lavaron el percudido plumaje de oprobio con un baño genuino de dignidad. Pero, ojo, solo 31 minutos les alcanza para ser Campeón de la Concacaf.

Un primer tiempo calamitoso. Impact pone al América de rodillas en los balbuceos del minuto siete. Dos jugadores con ocho toques de balón postran a los entumidos y tullidos de espíritu, los jugadores del América. Un cono de entrenamiento habría marcado mejor a Piatti y a Romero. 1-0.

Y tras el primer impacto, Montreal eligió el abordaje. Pudieron ser tres o cuatro puñaladas más. América era apenas una jerga desgarrada por el vendaval canadiense.

El Nido sufría. En toda la cancha. Porque era imposible construir y en el fondo, la velocidad y potencia física ponían al Impact en zona de fusilamiento. Moisés Muñoz pedía cambios a la banca. Un montón de macetas y follaje protegían más que los Aguilar, que Ventura, que Samudio, que Oswaldito y que un Guerrero que humillaba la etimología de su apellido.

Medio tiempo. El vestidor del América se estremece al interior. Unos dice que apareció finalmente el Gustavo Matosas capataz, dictador, el que asustaba en León. Otros dicen que bajó Ricardo Peláez y llevaba ultimátum para todos.

Y ocurrió el milagro. Los jugadores que habían escondido la pierna, que habían huido en jugadas que reclamaban testosterona, que habían mostrado pusilanimidad a pesar de ser una Final, que sumaban 135 minutos en la mezquindad de la traición, se vistieron de dignidad.

Y a partir de entonces, América se transformó e Impact se trastornó. Hay una explicación agregada: los canadienses habían vaciado sus pulmones y en sus músculos el ácido láctico ya hacía su devastadora tarea.

Y entonces, las Águilas les pasaron por encima. Con futbol, pulmones y testosterona. Y con goles y a los golpes ante la complacencia atemorizada del silbante costarricense. Estaba más aterrorizado que Nicht, el arquero improvisado del Impact.

Y Carlos Darwin jugó sus mejores 31 minutos con América. Y Benedetto reencontró la efectividad en esos 31 minutos del tsunami mexicano. Y Sambueza retomó el mando y Oswaldito casi se atreve a ser Oswaldo, sin "el apodo caguengue", diría Jorge Vergara, del diminutivo. Y hasta Ventura bajaba con el pecho y Aguilar jugaba como paraguayo, y Paul Aguilar recordó sus épocas de bandolero con el 'Piojo' Herrera.

Y el Muro de Jericó, sucursal Montreal, se vino abajo por los embates americanistas, por los extenuados y crispados pulmones y músculos de los canadienses.

Y Benedetto sacó el arsenal. Una demostración letal del francotirador, comenzando con un remate de media tijera y hasta completar sus tres alaridos.

En 31 minutos, en solo 31 minutos, la tintorería exprés del cinismo, pero también de la efímera gallardía americanista, bastó para poner de rodillas al Impact, a Montreal, y a los 60 mil 004 espectadores que pasaron del júbilo extremo, del carnaval, del éxtasis, al azoro, al pánico y al final, con el espíritu propio del aficionado villamelón, empezaron a abandonar el estadio 10 minutos antes de que concluyera el juego. Fueron los aficionados, padres de la hazaña que se gestó en el primer tiempo y padres irresponsables abandonando a sus hijos en la tragedia de la cancha.

Pero replanteamos la realidad que acosa y acusa a este América sin palabra de honor.

1. ¿Necesita América ser vejado y sobajado, como ante Herediano e Impact, para redimirse de todos sus pecados?

2. ¿Creerá torpemente el América que en la Liga Mx encontrará equipos sin fondo físico como para asaltarlos como ave de rapiña en 31 minutos?

3. ¿Es necesario el discurso amargo y amenazador de Matosas, o la visita intimidadora y con ultimátum de Peláez cuando El Nido esté a punto de ser saqueado?

4. La afición americanista tiene todo el derecho de celebrar la conquista del título de la Concacaf, llamado por Joseph Blatter el tercer mundo del futbol, pero esa misma afición asume una responsabilidad y un compromiso: no permitir que los jugadores le den nuevamente atole con el dedo.

Esa tintorería exprés para enjabonar, fregar y enjuagar con cinismo y heroicidad las manchas a la camiseta americanista, tal vez no esté abierta las 24 horas de los siete días de la semana.