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Ciento ochenta minutos donde la estrategia resultará decisiva

BUENOS AIRES -- A lo largo de las diferentes entregas nos hemos venido preguntando cuál es el verdadero River, qué es lo que le está sucediendo a un equipo que no puede encontrar regularidad ni parecerse en algo a aquel que descolló a lo largo del semestre pasado.

Algunos dirán que lo sucedido en el primer Superclásico debe ser retirado de este análisis. Porque se trata de un partido diferente, porque la realidad estaba marcando que el cotejo se encaminaba hacia un empate, porque en ese tipo de compromisos alcanzar la excelencia no es sencillo, etc, etc.

En algún punto no se trata de conceptos errados, pero de ninguna manera hay que invalidar el análisis. Y la realidad nos demuestra que River no se encuentra, ni individual ni colectivamente, en un buen nivel.

Independientemente del resultado, existen jugadores que no consiguen elevar su momento futbolístico. Eso redunda en el funcionamiento grupal. No están equilibrados los esfuerzos. Por eso no es posible cumplir con lo que pretende el entrenador. Ya se sabe que la idea de Marcelo Gallardo demanda de una entrega plena y general, y cuando esto no sucede las consecuencias se observan en el campo.

Aquí es donde habrá que comenzar a pensar en que el entrenador debería ser más flexible en sus pensamientos. No todos los partidos ni los contextos en los cuales se disputan son los mismos. Cada compromiso es diferente. Quizá, jugar en el Bombonera en el inicio de tres partidos en forma consecutiva requería de tener la cabeza bien fría y de ser un poco más pragmático. Como suele decirse, saber cerrar el partido.

Pero el técnico, en el segundo tiempo, cuando el encuentro se encaminaba para un cero a cero, no realizó cambios pensando de esa forma. Se dejó llevar por su discurso y terminó pagando. No siempre el golpe por golpe es productivo. ¿Pecado de juventud? Es probable. Sí se trata de eso, es algo perfectamente solucionable.

Pero claro, si la historia pasa por convertirse en fundamentalista de una idea, ahí la cosa se vuelve más compleja. Que se comprenda bien esta reflexión: los superclásicos son diferentes a todo, por lo que dejan en lo anímico, en el ambiente, en el vestuario, en la gente, para mal y para bien, enaltecen o denostan, por eso es que se deben disputar con un manual de opciones un poco más flexibles. Con matices.

A veces es bueno cerrar los partidos con la calculadora en la mano, sin que esto represente una claudicación a un estilo. Gallardo había alertado de la importancia que tenía en lo anímico en primer choque. Con la derrota, River deberá recomponer su cabeza y mejorar su juego. Las diferencias futbolísticas no son abismales como para que no pueda conseguir un cambio en el corto plazo. Con inteligencia y una estrategia podrá lograrlo. En la respuesta anímica estará una de las claves. Y en la mencionada apertura de conceptos. Porque la Copa Libertadores es el gran objetivo del Millo en el semestre y esa llave aún está por disputarse.

Faltan esos 180 minutos donde la estrategia resultará decisiva.