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Donde manda Don Dinero, no manda comisionado

Manfred se manifestó abierto a la posibilidad de reducir el calendario de juegos de Grandes Ligas. Patrick McDermott/Getty Images

Rob Manfred quiere dejar desde temprano una huella como comisionado de las Grandes Ligas y está abierto a introducir una serie de cambios -- para bien o para mal -- en el béisbol.

Está bien que valore las propuestas, aunque en algunas de ellas se le vaya la mano, como la de reducir la temporada regular de 162 a 154 juegos.

Es cierto que el calendario es largo y agotador, sobre todo desde la instauración de los juegos interligas, que obliga a realizar viajes extra no contemplados cuando no existían los enfrentamientos entre equipos de ambos circuitos, pero recortar ocho partidos no va a hacer una diferencia significativa en cuanto a descanso.

Por otro lado, regresar a la cifra anterior a 1961 eliminará prácticamente de golpe la posibilidad de ver a algún jugador atacar un récord.

Por ejemplo, ahora mismo, con el paso que lleva el segunda base de los Marlins de Miami, Dee Gordon, podría terminar la temporada con 265 imparables, tres más de los 262 que bateó su actual compañero de equipo Ichiro Suzuki en el 2004.

Quítenle a Gordon unos 30 turnos al bate en esos ocho juegos que se eliminarían y adiós esperanzas de superar la marca de Ichiro.

Pero quizás eso sea lo de menos. Lo que hace más difícil de asimilar la idea de Manfred es la cantidad de dinero que se dejará de ganar en esos ocho partidos.

En lo que va de temporada 2015, el promedio de asistencia a un partido de Grandes Ligas es de 29,216 fanáticos.

Pongámosle un precio barato a las entradas, digamos, unos 25 dólares (las hay más y menos caras que eso).

Eso significa 730,400 dólares por partido sólo en taquilla. Por esos encuentros: 5,843,200 dólares que dejarían de entrar al bolsillo de cada dueño.

A eso súmenle los gastos por venta de mercadería y consumo dentro del estadio.

Añádanle el dinero que las televisoras dejarían de ingresar por anuncios comerciales en ocho transmisiones menos.

Y todo eso multiplíquenlo por cada uno de los 30 equipos de las Grandes Ligas.

¿Quién va a pagar todo eso? ¿Manfred? Donde manda Don Dinero no manda comisionado, así que difícilmente prospere esa idea.

Además, están los fanáticos, los verdaderos amantes del espectáculo, que para nada verán con agrado que les quiten ocho capítulos de un espectáculo que disfrutan desde la A a la Z.

Entiendo que la propuesta de Manfred estaría basada en el interés por la salud de los peloteros, sobre todo los pitchers, afectados por una epidemia de lesiones que casi siempre terminan en el quirófano.

Pero los exorbitantes salarios que ganan los jugadores bien merecen un esfuerzo de ocho partidos más, pues no se trata para nada de que los propietarios los estén explotando como si fueran bestias de carga.

Tal vez la solución para los serpentineros abridores esté en la creación de rotaciones de seis y no de cinco, como se usa en la liga profesional japonesa y donde no se ven tantas molestias en los brazos.

Quizás ahí está la clave de por qué los tiradores nipones duran tan poco cuando dan el salto al mejor béisbol del mundo.