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Vuce salvó el barco, ¿rescatará al desertor?

LOS ÁNGELES.- -- Vucetich tuvo miedo. Pero quiso salvar a su tripulación. Se precipitó, se equivocó por histeria, pero consiguió al final el objetivo: Querétaro trasiega, zozobra, con dos boquetes, pero no se ha hundido. El capitán salvó vidas, incluyendo la suya.

Ronaldinho tuvo un arrebato de soberbia. Se olvidó de la tripulación, de la zozobrante barcaza, de su investidura de líder. El ego rebelde y desesperado de un futbolista en el ocaso, le llevó a ser la primera rata en saltar del naufragio.

A Vucetich le faltó temple, frialdad y categoría. Estaba a solo 60 segundos del descanso. Pudo haber evitado el bochorno histérico de meter a Martínez por Dinho y a Sepúlveda por Sinha, tras la torpeza de Osorio, castigado con una roja.

Pero, es cierto, Vuce tiene el derecho de ejercer la autoridad absoluta de cambiar a quien quiera y cuando quiera. Si la autoridad no se ejerce en momentos clave, se pierde. Insisto: salvó a su tripulación. El 2-0 no es una condena de muerte. Y si elige a Sinha y a Dinho, por la salud del resto, nadie puede objetarlo. Noé salvó el arca queretana entre la tempestad.

Y a Dinho le sobra la arrogancia y la altivez. Vive de su pasado. Vive de su museo. Vive de sus glorias.

Ojo: vive de ellas, pero no las respeta ni él mismo. Ojo: lejos de exaltar su propia historia, la mancha.

Dejó en claro que en ese momento era más trascendente su arrogancia herida, que el bienestar del resto de su ejército.

Y Ronaldinho abandonó la cancha. Forajido de su vanidad herida, se precipitó directo al vestidor. Podrá decir que no había problema. Sólo faltaban 60 segundos de vida.

El medio tiempo terminó. Martínez y Sepúlveda, fueron parches eficientes. El buque seguía a flote, con daños mayores, pero a flote y el capitán y sus marineros, vivos. Y el prófugo ya rumiaba en el vestuario.

Lo peor llegó ahí. Dinho confrontó y gritó: no para defender al grupo, sino a su propia imagen, oxidada por la asustadiza precipitación de Vucetich. Y el técnico respondió igual, con el argumento gregario y lógico: lo importante era sufrir menos daño.

Cuando el brasileño habría podido regresar a la banca y ser solidario, lo desdeñó. Cuando pudo sufrir desde la banca a la par de sus compañeros, renunció. Cuando pudo alentarlos con esa voz de líder natural por ese mismo prestigio suyo que tanto defiende, los abandonó.

Porque en lugar de todo ello, recogió sus cosas. Un servicio de limusinas de lujo lo sacó del estadio. Para él, era evidente ya en ese momento, que las Semifinales, la Final, el resultado, el equipo, el entrenador, los compañeros, el rival, el futuro, y hasta su afición, estaban vomitados en el basurero de los intereses del brasileño.

El resto, los que juegan, luchan, cobran, anhelan y desquitan contrato como simples mortales, salieron al fragor inclemente y angustiado ante Pachucda, con un hombre menos, y lastimados emocionalmente, porque una rata, multimillonariamente pagada, se arrojó del barco.

Dinho, en tanto, por sus hábitos conocidos, debió buscar el típico refugio que tanto le reconforta y le solaza. La virtud de esos vicios es que cura otros vicios.

Vucetich, al final, insisto, cumplió su prioridad. Sus apóstoles están a salvo, pese aún a la ingrata traición de su Judasinho Iscariotinho.

¿Y si Dinho se hubiera tragado sus convulsiones de arrogancia y soberbia y sale de la cancha solidariamente a un minuto del descanso, y charlar con Vucetich al final del juego? Su posición de ídolo, de figura, de líder, de genio histórico, se habría fortalecido, dentro y fuera del equipo. Habría demostrado la humildad que se espera entre los más grandes. Pero la fama es una arpía despiadada, y se lo tragó de una sola tarascada.

Los reportes dicen que este viernes, Ronaldinho regresó a los entrenamientos. En medio del tormentoso pasaje fue lo mejor que pudo haber ocurrido.

Vucetich es un tipo inteligente. Crisis como estas las supo controlar con frecuencia, con un personaje más conflictivo, pero sin el carisma ni la historia de Dinho. Al rebelde Suazo le daba un Chupete, y el chileno comía de su mano.

Personaje noble, astuto, Vuce podrá sacar su mejor provecho de la desaprobación general hacia el comportamiento de Ronaldinho: le ofrecerá, seguramente, la oportunidad única de redimirse en el Juego de Vuelta.

Y el brasileño ha demostrado que si quiere, porque puede, porque debe, saca los vestigios de ese magnífico arsenal que conserva, aunque exiguo ya, empobrecido ya, por la vida disipada, desordenada e indisciplinadamente divertida y festiva que acompañan al 49 de Gallos.

Si Vucetich es un buen alquimista logrará catalizar la rabia, la frustración, la ansiedad, la revancha, que debe bullir entre los vestigios de aquel Ronaldinho que fue un tiempo el mejor jugador del mundo.

Y entonces, Pachuca puede ser el catalizador y la víctima, de los errores de precipitación de un capitán que salvó su barco, y de un desertor que pretendería lavar su afrenta.