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El futbolista mexicano y la "zona de confort"

Sólo algunos han podido “huir” de ella. Los casos de Guillermo Ochoa y de Miguel Layún son los más significativos de la última época. Javier Aquino está de vuelta en el futbol mexicano. Lo hace con una carrera inconclusa en el futbol europeo, lo hace apoyado por un club como Tigres que sacó la chequera y que es capaz de pagarle lo que ningún club europeo le pagaría a un jugador como Aquino. Esa la historia de hoy de otros muchos ejemplos, donde el futbolista mexicano no termina por desarrollar sus grandes facultades detenido por la poca personalidad y porque sabe que en casa, de vuelta a zona de confort, tendrá la garantía de un equipo que le paga mucho por hacer su trabajo.

LOS ANGELES -- La “zona de confort”, el sitio donde los futbolistas se sienten protegidos, cuidados, tranquilos, sin presión, sin hambre, una “zona” donde pueden seguir jugando y haciéndolo bien, pero donde sus facultades alcanzarán un límite y donde su desarrollo no podrá compararse jamás con los mejores del mundo en lo que ellos, precisamente, hacen: jugar al futbol.

¡Dos millones de dólares al año! Y no es que Javier Aquino no los merezca, lo extraño del asunto es que un futbolista mexicano, despreciado del mercado europeo, encuentre ese nivel de sueldos cuando vuelve a casa.

Las horas de Javier Aquino en el futbol de España se agotaron. Y puede que sus facultades no hayan alcanzado un límite, pero su personalidad sí.

No es la primera vez que ocurre. Es un asunto que tiene que ver con la mentalidad del jugador, su educación, su madurez, su desarrollo. Y con los clubes que, de alguna u otra manera, colaboran en el tema.

Supongo que lo que sucede es más o menos así: cuando la carrera del futbolista --en este caso Aquino-- se tambalea, cuando juega poco, cuando no entra en los planes del comprador original que es el Villarreal y es prestado al Rayo Vallecano, un equipo dónde tiene que correr más y dónde habrá menos oportunidades de gol, ahí empiezan los sufrimientos, las añoranzas y las reflexiones: “¿Qué hago aquí? Puedo ser figura en mi país sin tanta presión”. Y entonces aparece el “buen samaritano”, posición y traje que en la última época le ha correspondido al Tigres. Y el equipo mexicano paga el dinero que sea necesario para repatriarlo.

¡Dos millones de dólares al año en un contrato que se extiende hasta el 2018! Esa cifra jamás se la hubieran pagado a Aquino en Europa. Los futbolistas mexicanos van a Europa sabiendo que siempre tendrán la oportunidad de fracasar y de que aparezca un club como Tigres dispuesto a pagarles el dinero. ¿Pasa lo mismo en Colombia, en Argentina o en Uruguay? He aquí un ejemplo con otro Javier, Saviola, acaba de volver a la Argentina para reforzar a River Plate en la Copa Libertadores. Saviola llega cobrando mucho menos de lo que ganaba en el futbol italiano con el Verona. Lo hace después de haber cumplido con un proceso más de 10 años en Europa, en las mejores ligas de mundo y como una manera para iniciar el proceso de jubilación. ¿Qué hubiese pasado si en su momento, cuando la carrera de Saviola no termina de fructificar en el futbol europeo, un club argentino hubiese aparecido con más dinero del que podían pagarles los equipos europeos?

Hay otros ejemplos en el propio futbol mexicano que son dignos de contarse y que son diferentes: Guillermo Ochoa ha resistido la tentación de volver a México a pesar de las dificultades por las que ha atravesado para establecerse en el futbol de Europa. Y Miguel Layún rechazó un contrato millonario con el América para probarse --vía la segunda división inglesa-- en el nivel más desarrollado del futbol mundial.

La industria del futbol mexicano es muy poderosa y por un lado es un tema para celebrarse y apreciarse, pero por otro, es una situación, que en combinación con la poca personalidad de algunos jugadores, propicia un deterioro en el proceso de crecimiento del futbolista y del futbol mexicano.

@Faitelson_ESPN